—¿Aaron?, ¿de verdad Bea? —gruño de nuevo, paso mi mano por mi frente y tomo una profunda respiración para calmarme—. Sabes que Aaron ha intentado ligarme desde el colegio. Espero, por tu bien, que él no esté pensando algo diferente hoy.

—Por supuesto que no va a pasar nada, Aaron ya te superó. —Estrecho mis ojos hacia ella y su falsa sonrisa confiada.

Suspiro y la sigo resignada cuando dice vamos y camina hacia el final del bar. Saludo a unas cuantas personas que me encuentro en el camino, no me pierdo la forma en la que algunos de ellos me miran de arriba abajo, evaluando mi atuendo o qué se yo, entre ellos hay varias chicas, algunas son personas con las que normalmente hablo, otras son las personas que, de tener una lista de gente desagradable, tendían su lugar reservado. Ruedo los ojos, las personas suelen ser demasiado entrometidas y perversas. Siempre pendiente de los demás, de lo que usan, comen, hacen, habla, etc.

Resoplo y miro la mesa en la cual Bea se ha detenido, en ella están nuestros amigos del colegio, pero al tratar de saludarlos a todos, maldigo y quemo un agujero en la parte trasera de la cabeza de Bea, que muy inteligentemente se estira por Samuel y lo saluda efusivamente, ignorándome totalmente.

Cleme se encuentra sentada muy cómodamente en el regazo de Lucas, Nacho acaricia tiernamente la mano de Ramona sobre la mesa, mientras le susurra algo al oído, Samuel abraza muy cariñosamente a Bea y Aaron se sienta muy recto, con un ramo de flores en sus manos y sus ojos brillantes y soñadores dirigidos total y completamente hacia mí.

Maldita Bea.

—Chicos —digo y trato de sentarme junto a Samuel, pero Bea que está más cerca de él, deja caer su traicionero trasero en la silla a su lado y me deja la última libre, al lado de Aaron y sus flores.

—Marya —saluda Lucas y resoplo. Toda la vida me ha llamado Marya, según él, ese es mi verdadero nombre y mis padres sólo quisieron hacerlo misterioso y por eso cambiaron las letras de lugar y me designaron con Aryam—. ¿Cómo estás, pequeña ciruela?

—Bien, trabajando duro. —Le doy una sonrisa apretada a Aaron que sigue mirándome atentamente—. ¿Y ustedes chicos?

—Igual, trabajando duro, Ary —responde Ramona, abanicándose el rostro enrojecido. Sabrá Dios qué le ha dicho Nacho.

Lucas y Cleme coindicen con Ramona, Nacho por su parte hace alarde de poder disfrutar de la vida sin tener que mover ni un dedo. Sus padres son dueños del único centro comercial del pueblo, y le dan todo a su hijo de veinticuatro años, así que nuestro amigo no tiene nada de qué preocuparse. Si no fuera porque Nacho es supremamente educado, honesto, agradable y bondadoso, lo odiaríamos por su "vida fácil", pero el chico es uno de los que comparte y hace uso caritativo de su buena fortuna.

—Te ves muy bonita hoy, Aryam. Te traje estás flores. Bea me dijo que no tienes un tipo favorito, así que elegí estás. —Vuelvo a sonreírle incómodamente a Aaron mientras trato de patear a Bea bajo la mesa, pero calculo mal, y termino golpeando a Samuel.

—Mierda, Ary, ¿qué te pasa?

—Lo siento, estaba tratando de acomodarme, estoy un poco apretada aquí.

Le doy una mirada de muerte a Bea, que me sonríe abiertamente y me estiro para recibir las flores de Aaron, el pobre chico ha intentado mil veces ganarse mi corazón desde que estábamos en el colegio, pero yo nunca le he dado ni el más mínimo indicio de querer corresponderle, incluso en varias ocasiones le dejé muy claro que no me interesaba, ni él, ni ningún otro chico; sin embargo, él nunca dejó de insistir, en el colegio me llevaba chocolates, me entregaba cartas y poemas, me compraba el almuerzo, incluso en una ocasión llegó a la escuela con un peluche de Hello Kitty para mí.

Linaje Negro: DESTINO (Serie Linajes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora