Extracto Diario de Kellan Brahms

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20 de abril 1840

Aún puedo escuchar sus sollozos, trato de olvidarme de sus lágrimas e ignoro ese sentimiento de culpa que trata de colarse en mi corazón.

Su dolor no se compara con el que le ha hecho a Laila ni a mí. Ella nos ha destruido, y anoche, cuando tuve que tomar su cuerpo como mi compañera lo hice de tal manera que empezara su destrucción.

No fui gentil, no tuve consideración por su inocencia, su inexperiencia ni por su bienestar. Me importó muy poco lo nerviosa y asustada que estaba, quería hacerle daño, hacerla sufrir. Prolongué su agonía una vez invadí su cuerpo sin prepararlo. Anoche fui el peor compañero, despiadado, egoísta y desinteresado. Fui brusco, no me detuvieron sus gritos de dolor, sus manos, pequeñas y débiles no funcionaron cuando trataron de apartarme. Hice lo que ella quería que hiciera, tomarla como compañera; la ternura, candidez y el amor jamás fueron para ella. En comparación a cuando reclamé el cuerpo de Laila, ayer fui una completa bestia. La enorme mancha de sangre en la sabana que se exhibe en la ventana de la casa es prueba de ello.

Ella se preparó, su piel estaba suave y perfumada, su cabello suelto y liso, su camisón blanco no dejaba mucho a la imaginación y es por eso por lo que reconocí que a pesar de ser una hibrida tiene un cuerpo voluptuoso, curvas y curvas en cada lugar, pero ese no es el cuerpo que deseo, no es el cuerpo que quiero. Laila. Ella lo es todo.

Marya creyó que sería gentil, una vez entré al maldito cuarto le dirigí una mirada que no dejaba duda de mis perversas intensiones, pude divisar su nerviosismo, así como percibir el olor del miedo una vez que comprendió no obtendría nada amable de mí. La aceché como un animal, mi lobo la ignoró y mi corazón la despreció. Me acerqué a ella y la arrojé bruscamente sobre la cama, ni siquiera la besé, rasgué el maldito camisón que quizá se puso con la esperanza de seducirme, me despojé de mi pantalón, empujé sus muslos y sin mediar palabra o siquiera asegurarme de que estaba lista para mí, entré en ella con violencia. Su grito de dolor en ese momento fue un bálsamo que calmó mi sufrimiento y aceite que avivó mi furia. Tomé sus manos y las alejé de mi cuerpo una vez que trató de apartarme, entré en ella una y otra vez con fuerza, alimentado por sus sollozos, sus lágrimas, su agonía. Sonreí mientras la veía sufrir, llegué a mi clímax encantado por el dolor, el miedo y la vergüenza en sus ojos, fue una victoria para mí en este juego vengativo que inicié una vez Marya se atrevió a reclamarme.

Una vez terminé salí de ella, me puse nuevamente mi pantalón y me alejé como si ella no fuera nada. No me quedé para verificar que tanto la había dañado, escuché su llanto mientras bajaba las escaleras. La sirviente que esperaba en el salón rehusó mirarme, probablemente escuchó a su señora llorar y llegó a la conclusión de que fui un bruto con ella. No me importó. Tomé mi abrigo y salí de mi casa con rumbo al bosque, donde una vez bajo la sombra de los árboles dejé a mi lobo salir y correr libremente mientras disfrutaba de mi venganza.

Pensé que hoy seguiría pletórico por mi victoria, pero no he podido gozar de ver a mi esposa, a mi compañera, rota. Se ha escondido en su habitación, su sirviente me ha dicho entre dientes que la señora está indispuesta, mientras colgaba la sabana en la ventana para que todos lograran ver que el reclamo ha sido completado. Me enfufurruñé en mi despacho, esperando que apareciera para gozar con su dolor, pero no lo hizo en todo el día. Hace un momento pasé por la puerta de su habitación y la escuché llorar, por lo menos está viva y por la bandeja que había a un lado de la puerta, al menos ha bebido agua, aunque no comió su cena. Sonreí, imaginándola en un rincón lamentando haber osado reclamarme, pero, una vez he entrado en la paz y tranquilidad de mi habitación la sonrisa se borró y este estúpido sentimiento de culpa trató de colarse.

Así que decidí pensar en Laila, recordar su dolor, su desilusión, imaginar los siguientes años en los cuales no podré estar con ella, traté de hacerme a la imagen de quién será el hombre que la reclamará, la furia volvió a mí, y eso renovó mi sed de venganza.

Marya debe sufrir, debe pagar por haberme alejado de la mujer que amo.

Ahora, con la renovada determinación, estoy planeando qué más puedo hacer para hacer desdichada a mi compañera.

Ese será su castigo, porprivarme de ser feliz con la mujer que siempre amaré. 

Linaje Negro: DESTINO (Serie Linajes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora