Capítulo 2: EL MENSAJE

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—¿Crees que debo ayudar a mi hermana?

La gata maulló.

—¿Eso fue un sí? —se preguntó Caleb mientras cargaba a Bianca y observaba sus ojos saltones y casi redondeados.

Y la gata volvió a maullar.

Caleb carraspeó y sintió como la mirada de su amiga felina entraba en su alma. Lo llenó de paz.

Tomó su celular y marcó el número.

—¿Caleb? —dijo su hermana a través de la línea telefónica.

—Pame, estuve pensando y acepto ir contigo —dijo el chico con un suspiro—. Ahora hablaré con mi jefe en el trabajo y le pediré unos días libres. He trabajado por dos años sin descanso, creo que me merezco unas vacaciones.

—¡Genial! —exclamó Pamela con entusiasmo, aunque luego se desanimó—. Aunque hay un problema...

Caleb frunció el ceño con esa oración.

—¿Problema? ¿Qué clase de problema?

—El hombre que me iba a llevar en su barco acaba de desaparecer, no lo encuentro por ningún lado —comentó Pamela con un tono angustiado—. Creo que no podremos ir... Ay, Caleb, gracias por haber aceptado pero se ha cancelado...

Pamela siguió hablando mientras a Caleb le invadía una sensación de incertidumbre, su cabeza sudaba y buscó en su bolsillo un pañuelo; en vez de eso encontró la tarjeta de Pachaca y recordó las palabras que le había dicho antes de concluir la conversación. "Llámame si necesitas algo". Ahora era el momento.

—No —saltó Caleb y Pamela dejó de hablar sobre los problemas marítimos—. Mira, aún hay posibilidad de que podamos ir.

—¿Sí? ¿Cómo?

Sin embargo, lo reconsideró. Pachaca no era exactamente la persona a la que su hermana quería pedir ayuda. Se sospecha de él y si Pamela lo vería involucrado en la adquisición del barco... no sabía cómo terminaría eso. Consideró colgar la llamada y olvidar el asunto de su padre pero necesitaba encontrarlo. Cerrar ese círculo para seguir con su vida.

—Haré una llamada —dijo, finalmente.

Colgó la llamada al deslizar su dedo sobre el icono del teléfono rojo en su celular y mirando la tarjeta marcó el número de Pachaca. No le contestó al instante, tuvo que esperar unos minutos mientras sonaba en molesto timbre, hasta que contestó esa voz suave que había escuchado aquella tarde en la junta.

—¿Diga?

—Señor Pachaca, soy Caleb.

—¡Caleb! —exclamó sorprendido—. Dime, ¿Qué puedo hacer por ti?

El muchacho suspiró antes de contestar, como si le tuviera la sensación de estarle contando el paradero de su familia a un mortal enemigo.

—Mire, tengo una situación... He recibido una llamada de mi padre, está vivo y en algún lugar del océano pacífico. No tenemos barco y quiero... —le resultaba difícil pedirle a él ayuda—. Quiero que me consiga un barco.

—Es imposible que tu padre haya vuelto de esa manera, Caleb —comentó Pachaca, palabras que Caleb esperaba escuchar.

—Lo sé.

—Pero si es importante para ti, lo encontraremos juntos.

—Señor Pachaca, no es necesario que vaya —advirtió Caleb pensando a que pasaría si Pachaca y Pamela cruzaran sus miradas.

—Debo hacerlo, muchacho —afirmó el empresario—. Omar era mi amigo y deseo arreglar el conflicto con él.

Allí acabó la conversación.

LA TIERRA DE LOS RÉPTELSWhere stories live. Discover now