Epílogo

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Apagó las luces. La estancia quedó iluminada únicamente por la pequeña luz de emergencia que estaba sobre la puerta. Aspiró los resquicios del aroma a comida que se disipaba entre el aire dando paso al olor a limpio de los suelos recién fregados. Cogió su abrigo y subió las escaleras hasta la azotea. Era su ritual. Cada noche, cuando cerraba el restaurante y los empleados se marchaban el se relajaba allí arriba. Lloviera, nevara o hiciera un frío polar, no lo perdonaba. Se sentó sobre la banca de madera con las manos en los bolsillos. El vaho salía de su boca como pequeñas nubes. Seguramente estaba helando pero a él ese frío le ayudaba a despejarse y serenarse. Tenía que hacer una llamada que ya había pospuesto varios días así que tomó el teléfono y antes de marcar calculó el desfase horario.

-¡Hola Henry! - el corazón le dio un pequeño respingo y su cabeza con un gruñido le mando estarse quieto.

-¿Te piyo bien?- se aclaró un poco la voz.

-Si, estoy dando un paseo por la playa.

-Ah pues mejor imposible -se encogió dentro del abrigo-. No soportarías el frío que hace aquí.

- Tú lo llevas mejor, pero si te cansas ya sabes, mi padre te lo ha dicho mil veces, monta aquí un restaurante.

Henry rió. Sí lo había pensado. El restaurante iba tan bien que la idea de expandirse le rondaba cada vez más fuerte, pero de momento no era más que un vago pensamiento.

-¡Oye Abbi! Quería preguntarte una cosa-se centró en el motivo de la llamada -¿Has hablado con nuestra madre?
-Eeeeh no - titubeó resultando poco creible
-¿Seguro? - inquirió-. Nos ha llamado, interesada por como estábamos y como iban nuestros negocios. Además en ningún momento nos ha echado en cara abandonar la empresa como venía siendo costumbre.
- Eso está bien ¿no?
-Y me ha pedido venir mañana a ver el restaurante.
-Vaya, que sorpresa - notó que en su voz no había nada de asombro.
-Si la verdad es que nos hemos quedado un poco a cuadros. Primero llamó a Philip y cuando me lo contó le dije que quizá se estaba muriendo o algo -bromeó y Abbi le reprendió chistando.

-Seguro que simplemente se ha dado cuenta de que no se ha portado bien con vosotros.

- Puede ser, si pero pensaba que tu podrias tener algo que ver por que cuando me llamó me dijo que lamentaba lo nuestro, que le caias bien.

Abbi noto como Henry sonreía al otro lado del teléfono y al ser descubierta tuvo que confesarlo todo.

-¡Os dije que olvidaraís ese dinero!-replicó algo molesto tras escucharla.

-Vale si, pero teníamos que hacerlo, lo necesitabamos.

-¿Y lo acepto?

-Al principio se negó, pero le he dicho que lo donaba para una de sus ONG y le pareció buena idea.

-¿Hablasteis de algo más?

-La verdad es que si -dudo antes de continuar-. Pero creo que lo mejor es que te lo cuente ella.

Sentía mucha curiosidad sobre lo que podría haber dicho para que su madre cambiara de parecer. No iba a hacerse ilusiones, con esa mujer nunca se sabía pero jamás le había hablado tan cortésmente como lo hizo cuando le pidió quedar.

- Solo te digo que sabe los hijos tan increíbles que tiene -añadió.

Henry se lo agradeció. Abbi no solo le había dado la mejor familia del mundo si no que había logrado deshacer el hielo del corazón de su madre. Charlaron un poco más y se despidieron con la promesa de verse en navidad. Henry no estaba muy convencido por que volver allí, con Sang Jae, cuando ellos estaban juntos podría hacérsele cuesta arriba. Pero se lo prometió a Sara y Diego y sabía que era un trance por el que debía pasar tarde o temprano.

El ruido de alguien golpeando la puerta lo hizo reaccionar. Bajo y abrió. Era Aya, con su gorro de lana morado con un enorme pom pom a juego.

-¡Menos mal que aun estas aquí!- se coló dentro empezó a encender todas las luces.

- ¿Que se te ha olvidado esta vez?

-¡Que estén aquí por favor, que esten!-rezaba mientras se movía de un lado a otro hasta que debajo de unos manteles saco algo y se lo enseño.

-¡Que alivio! -exhalo sonoramente.

-Siempre igual con las llaves y te has dado cuenta justo al llegar a casa ¿ no?

Ella asumió algo avergonzada. Aya era su mano derecha en la cocina y allí era la mejor sin duda, pero luego fuera era bastante caótica. A veces le desesperaba y otras le hacia bastante gracia, pero desde que la había conocido se sentía muy agusto con ella y eso para él, que no le gustaba mucho la gente, decía mucho a favor de la chica.

-¿Estabas en la azotea?

-Si, pero ya me iba-apagó las luces que ella había encendido-. Así que espero que no te hayas dejado nada más, hasta mañana no podrás recuperarlo.

Sonrió y sus hoyuelos la hicieron suspirar. Henry no sonreía muy a menudo, es más trabajando era algo gruñón e irritante, pero cuando lo hacía a ella se le iba la vida. Tenía que reconocer que estaba un poco colada por él. Pero era complicado y no solo por que fuera su jefe, aunque cuando trabajaban codo con codo lograba centrarse. También la cosa se complicaba por que este no salia con nadie. En los seis meses que llevaba allí le vió rechazar a bastantes mujeres. Al principio llegó a pensar que quizá sus gustos no tiraban hacia el mundo femenino. Pero una de las camareras se enteró de que el problema era que le habían roto el corazón. Cuando se enteró su primer pensamiento fué que encantada ella se lo curaría cachito a cachito.

-Bueno pues... - Aya quería invitarle a tomar algo pero se quedó con las ganas-. Mañana lo daremos todo.

Así se despedían siempre en el Segye.

-Mañana lo daremos todo -respondió él y la observó marchar sin borrar la sonrisa de sus labios.

Le hubiera gustado invitarla a tomar algo, pero se quedó con las ganas. Quizá otro día, quizá cuando al fín sintiera completamente que caminaba sobre su vida y no sobre recuerdos.

FIN

Recordé quien era.Where stories live. Discover now