Capitulo 16

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Simón y Ámbar estuvieron abrazados un buen rato, hasta que oyeron una puerta cerrarse. Ambos miraron hacia la puerta.

- ¿Luna? ¿Eres tú? - dijo Simón, volviéndose hacia la puerta, pero no vio a nadie.
- Tranquilos, ya nos hemos ido. - dijo la voz de Luna al otro lado de la puerta.
- No lo puedo creer. - murmuró Simón. Ámbar se puso a reír a carcajadas.
- ¡No hemos oído ni visto nada!
- Como he echado de menos a Luna. - dijo Ámbar, poniéndose en pie. - Siempre me he reído mucho con sus ocurrencias.
- Si. Es genial.
- Simón... Te he echado de menos. - dijo Ámbar, cuando este se puso en pie. - Eras mi mejor amigo. El único con el que podía hablar de todo. El único que me comprendía.
- Yo también te he echado de menos. - se sentó en el sofá y Ámbar hizo lo mismo a su lado.
- ¿Cómo es que... has cambiado tanto? - dijo, señalando su pecho desnudo.
- Tuve que cuidarme.
- Me gustan tus gafas nuevas. - dijo, intentando no mirar el cuerpo de Simón. Se estaba sonrojando.
- Gracias. Las otras se me rompieron cuando me caí por las escaleras.
- Son muy bonitas.
- También me gusta tu pelo. - dijo Simón, tocando un mechón. - Te favorece mucho.
- Gracias.
- No quiero decir que tu color de pelo no te quedara bien, es solo que este también te queda bien. - dijo Simón, poniéndose nervioso. Hacía tanto tiempo que no estaba junto a Ámbar que parecía un idiota. - Es decir... Ambos peinados te quedan bien. Diablos, ya no sé ni lo que digo...
- Tranquilo. Te he entendido.
- He visto que ya te hablas con tu hermana. - dijo Simón, intentando cambiar de tiempo.
- Matteo jugó con las dos.
Ámbar le contó todo lo sucedido con su hermana y todo lo que había hecho aquel año. Él le correspondió contándole también como había sido su año, pero se detuvo antes de hablarle de Jim. "Oh, me había olvidado. Tendré que hablar con ella."
- Tienes novia. - dijo Ámbar, recordando el momento en que había visto a Simón y aquella chica besarse.
- No.
- ¿Y la chica del callejón?
- Ah, bue... bueno... Jim es una... ejem... una nueva amiga.
- Es muy guapa.
- Es muy simpática. - dijo Simón, sintiéndose muy incómodo al hablar de aquello con Ámbar. - ¿Tú tienes novio?
- Sigo sola.
- ¿Y Laurent?
- ¿Quién es ese?
- Jazmin y Delfina me dijeron... Me dijeron que tenías novio.
- Todo mentira... Si hubiera conocido a alguien, hubieras sido el primero en saberlo. - dijo, haciendo sonreír a Simón.
- Vaya... gracias.
- ¿Acaso lo dudabas?
- Lo hice, en algunos momentos.
- ¿Podemos ir a dar un paseo? - dijo Ámbar, poniéndose en pie, cambiando de tema al ver a Simón tan triste al recordar aquellos momentos. - Podrías enseñarme la ciudad.
- Claro. Pero antes... ¿puedo hacerte una pregunta?
- Claro.
- ¿Desde cuando llevas vaqueros?
Ámbar se puso a reír y golpeó a Simón en el hombro. Cuanto había echado de menos el sonido de su risa y aquellos gestos. Notó como le daba un vuelco el corazón. Hacía tiempo que no sentía aquella sensación. Lo que había sentido por Ámbar, aquello que nunca había desaparecido del todo, volvía a hacerse un hueco en su corazón.
- ¡Me encanta! ¡Me encanta! - exclamaba Ámbar ante todo lo que iba viendo. - Me encanta esta ciudad!
- Quédate unos días. - dijo Simón, haciendo que Ámbar se volviera hacia él. - Es decir... Podríamos... Hay muchas cosas en esta ciudad...
- Me encantaría que fueras mi guía turístico. - dijo Ámbar, golpeando el brazo de Simón, con aquel gesto tan suyo. - Dios, estás como una piedra.
- Vaya...
- Es decir... antes... tu brazo...
- Antes estaba muy blandito. - dijo Simón, sonriendo. - Ahora estoy mejor.
- Diferente. - dijo Ámbar. A ella le había gustado Simón siempre, su cuerpo le había dado igual. - Estás distinto, pero me alegra ver que sigues siendo el mismo.
- ¿Por qué no iba a serlo?
- Ya sabes... Cuerpo nuevo, idiotez instalada en los músculos. - dijo Ámbar, haciendo reír a Simón. Ella y sus ocurrencias. "Dios, cuanto te he echado de menos, Simón." - ¿Nos sentamos? - dijo, señalando hacia una zona con césped. Habían llegado a un parque.
- Claro.
- Quiero decirte algo muy importante.
- Me estás asustando. - dijo Simón, sentándose al lado de Ámbar. - ¿Es algo malo?
- Bueno... Depende... - Ámbar estaba nerviosa. Llevaba mucho tiempo guardando aquellos sentimientos y era hora de dejarlos salir. Había oído decir a Simón que había estado enamorado de ella y esperaba y deseaba que continuara siendo así. - Me cuesta mucho decirlo.
- Tranquila. Sabes que me puedes contar cualquier cosa. - dijo, tomando la mano de su amiga, que estaba temblando.
- Lo sé... Verás... Quiero contarte el por qué Jazmin y Delfina hicieron lo que hicieron en el pasado.
- Porque estaba gordo.
- Ese no es el único motivo. - dijo Ámbar, sorprendiendo a Simón, que la miró con los ojos bien abiertos. - Tenían envidia de nuestra relación. Pasábamos mucho tiempo juntos y a ellas no le gustaba nada. No lo entendían. - cogió aire y se preparó para soltar la bomba. - Jazmin se dio cuenta de que, tras unos meses, ya no solo sentía por ti amistad.
- No te entiendo.
- Jazmin se dio cuenta de que me había enamorado de ti.
Simón no dijo nada. No podía. Ni siquiera podía moverse.
- ¿Simón? ¿Simón? - posó su mano sobre su mejilla al ver que su amigo no reaccionaba. Al notar el tacto de su piel, reaccionó y la miró. - Simón, ¿estás bien?
- Si, si. - dijo, notando la garganta reseca.
- ¿Te doy un bofetón para ver si estás bien? - dijo Ámbar, haciendo sonreír a Simón.
- No es necesario. Pero... ¿por qué no me lo dijiste?
- Nunca te lo dije porque no quería que me rechazaras. - dijo Ámbar, retomando la historia.
Simón no se lo podía creer. Ámbar le estaba diciendo que se había enamorado de él cuando estaba gordo. Pero... ¿Aquellos sentimientos seguirían presentes en su corazón?
- No he podido olvidarte, Simón. - dijo, acariciando su mejilla. - Lo he intentado... Bueno, en realidad no mucho, me dediqué a pensar en ti todos los días que estuvimos separados.
Simón cada vez estaba más sorprendido. Quería abrazarla y besarla, pero no se podía mover.
- Simón.
- Si.
- Te quiero.
Esas palabras fueron suficiente para que Simón pudiera reaccionar. Se acercó lentamente a Ámbar, llevó las manos a sus mejillas y posó los labios que tanto había ansiado besar.
Ahora fue Ámbar la que se quedó paralizada. Simón la había besado y no podía ni moverse. Quería corresponderle al beso, pero no podía articular movimiento.
- Perdona. - dijo Simón, separando sus labios de los de Ámbar. - Me he dejado llevar por el momento.
- No te disculpes. - susurró, rodeando el cuello de Simón con sus brazos. - No dejes de besarme.
Simón sonrió y volvió a besar a Ámbar, que ahora sí que le recibió dispuesta a que aquel beso no terminase nunca.
...
Luna y Jazmin habían ido al gimnasio a ver a Nicolás. Se morían de ganas de contarle que habían dejado a Ámbar y Simón abrazados en el apartamento. Bueno, eso es lo que quería Luna, Jazmin se moría de ganas de verle. Había estado pensando y quería pedirle ayuda.
- Ahí lo tenemos. - dijo Luna, al ver a su primo en la recepción del gimnasio. - Que raro. - murmuró.
- ¿Qué pasa? - dijo Jazmin, nerviosa. Desde que Nicolás le había besado no había podido olvidarle.
- Nicolás no está ligando con la recepcionista. - dijo Luna, en tono preocupado. - ¿Se habrá vuelto gay?
- ¡Pero qué dices! - exclamó Jazmin, riendo. - ¿Es que siempre está ligando o qué?
- Habitualmente si. Desde los dieciséis, que empezó a entrenarse.
- Vaya... Entonces es un Don Juan. - murmuró Jazmin, entristeciéndose. Le gustaba Nicolás.
- Oi oi oi! Lo que acabo de ver! - gritó Luna, comenzando a brincar. - Dios! No me lo puedo creer!
- ¿Qué pasa? - dijo Jazmin, asustándose, mirando a su alrededor. - ¿Qué pasa? ¿Qué es lo que has visto?
- ¡A ti te gusta mi primo!
- Sht. - gritó, mirando a Nicolás, que les estaba mirando. Éste le guiñó un ojo y ella sintió como estaba a punto de desmayarse. - Mierda, creo que te ha oído. Dios!
- Y que más da! - siguió diciendo, sin molestarse en bajar la voz. - Os vi comiéndoos la boca.
- Pero no es lo mismo. A lo mejor él no siente lo mismo que yo. Tal vez solo se dejó llevar por la música y el alcohol. - dijo, hablando en voz baja.
- No digas tonterías. Mi primo sabe muy bien lo que hace en todo momento.
- oh, ya viene. Callate o te va a oír. - dijo, poniéndose cada vez más nerviosa.
- Hola chicas, ¿qué tal? - dijo Nicolás, llegando a su lado. Besó a su prima en la mejilla y, cuando se acercó a Jazmin, la besó en los labios. - Hola, preciosa.
- Ho-hola. - dijo Jazmin, sintiendo como le temblaban las rodillas.
- ¿Qué hacen aquí dos de las cuatro mujeres más guapas? - dijo, logrando que Jazmin se sonrojara.
- Veníamos a verte. - dijo Luna, sonriendo, al ver a Jazmin en aquella tesitura.
- ¿Y la parejita?
- Les hemos dejado en casa. - dijo Luna, abrazando a su primo. - Estaban abrazados.
- Perfecto. - dijo, orgulloso de que al fin se hubieran encontrado.
- Y creo que Jazmin tiene algo que decirte. Yo me voy. - Luna comenzó a dar brincos y se marchó en dirección al despacho. Se moría de ganas de ver a Ruggero y sabía que ya le encontraría allí.
- ¿A qué se refiere la pequeñaja? - dijo Nicolás, mirando a Jazmin. - ¿Te encuentras bien?
- Me has besado. - murmuró, aun sin ponérselo creer.
- ¿No querías que lo hiciera? - preguntó Nicolás, que no sabía si había hecho bien al ser tan impulsivo.
- No, no. Es decir, si, claro. Me ha gustado.
- Me alegro, porque estaba pensando que podríamos salir algún día. - dijo Nicolás, fingiendo seguridad. En su interior estaba de lo más nervioso. Sabía que Jazmin era altiva, pero lo que había visto los últimos días le había gustado.
- Me encantaría.
- Genial.
- Pero con una condición. - dijo Jazmin, sorprendiendo a Nicolás, lo cual le gustó. - Necesito que me ayudes en algo.
- Dime.
- Quiero ponerme en forma. - dijo, decidida. - Quiero volver a ser yo. Quiero ganar, al menos, quince quilos.
- ¿Por qué?
- Por que no estoy bien. - dijo, emocionándose. - No quiero que la gente me quiera por estar delgada, quiero que me quieran por mi misma.
- Por mi como si pesas cien quilos. - dijo Nicolás, abrazándola por la cintura. - Seguirías gustándome igual.
- Nicolás... - no pudo reprimir las lágrimas. Nicolás besó sus mejillas, notando el sabor salado de las lágrimas de la persona que le había conquistado en una sola noche. - Con pesar cincuenta y cinco quilos me conformo.
- Lo haremos, si es lo que deseas. - Jazmin sonrió y se lanzó a sus brazos, besándolo como nunca había hecho con ningún otro hombre.
...
Luna entró en el edificio y fue directa al despacho de Ruggero. Llamó a la puerta y esperó, impaciente por verle. Se quedó sorprendida cuando abrió la puerta y vio a la hermana de Ámbar, en el despacho. Se les veía muy serios a ambos.
- Perdona, no sabía que estabas ocupado.
- No lo estoy, ella ya se iba. - dijo, mirando a la chica, echándola del despacho con la mirada.
- Sabes que odio que me corras. - dijo al pasar por su lado.
- Por eso lo hago.
La chica le sacó la lengua y se marchó sin siquiera mirar a Luna, que no sabía como reaccionar a lo que estaba viendo. Luna, que tenía un séptimo sentido (el sexto era el sexto sentido que toda mujer tiene) vio que aquellos dos habían sido algo más que amigos.
- ¿Estás casado? - dijo Luna, antes de que Ruggero pudiera decir nada.
Ruggero no respondió.
- Dios, no me lo puedo creer.
- Espera, Luna. - dijo Ruggero, sujetando a Luna por el brazo.
- No.
- No estoy casado, pero tampoco estoy divorciado. - añadió al ver la cara de incredulidad de Luna. - Me separé de Bella hace poco más de dos años. - Luna suspiró y se calmó. - Me quedé muy sorprendido al verla aquí, con mi prima. Ven. Quiero enseñarte una cosa. - Luna se dejó llevar por Ruggero hacia su escritorio. - Cuando llegué a casa, tras nuestra primera cita, le mandé un mensaje a mi abogado. Tenía que mandárselos, pero aprovechando que estaba aquí, la he llamado para liquidarlo cuanto antes.
Luna miró los papeles que había encima del escritorio y sonrió levemente.
- Los papeles del divorcio.
- Si... Quiero estar totalmente libre. - dijo, abrazándola por la espalda, apoyando la barbilla sobre su hombro. - Quiero que lo nuestro funcione, sin que haya nadie por en medio.
- ¿Quieres que sigamos saliendo?
- Quiero que seas oficialmente mi novia.
- Me encantaría serlo. - dijo, sonriendo, acariciando las manos que Ruggero tenía sobre su tripa.
- ¿Salimos a celebrar mi futuro divorcio?
- Salimos a celebrar nuestro noviazgo y el divorcio lo celebramos cuando tu abogado lo dé por hecho. - dijo, volviéndose, deshaciéndose ante la sonrisa que Ruggero le dedicaba.

No Todo Es Lo Que Parece TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora