Capitulo 14

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- Me va a matar. - dijo Jazmin, que comenzaba a estar de los nervios. - Llamen a la policía. Y a una ambulancia. Necesitaré atención médica después de esta noche.

- Deja de decir tonterías. - dijo Ámbar, acariciando el brazo de su amiga. - Luna nunca haría algo así.
- No deberíamos descartar el tener esos números a mano. - dijo Nicolás, asustando a Ámbar. - Luna tiene mucho carácter y temperamento, sobre todo cuando se trata de defender a sus amigos.
- Oh Dios. - sollozó Jazmin. - Me va a clavar uno de esos taconazos que lleva ella.
- Creo que los dos estáis exagerando. - dijo la hermana de Ámbar, que no conocía a Luna. - ¿Tan mala es?
- Sobre-protectora. - dijeron Nicolás y Ámbar al mismo tiempo.
- Bueno, tranquilas. Si ella defiende a los suyos, yo defiendo a los míos. - dijo la hermana de Ambar. De golpe miró a la rubia, sorprendida. - ¿Estás llorando?
- Es que he sido tan mala contigo... Y tú me quieres tanto...
- Estabas dolida, pero ahora al fin conoces la verdad. - dijo abrazando a su hermana pequeña. - Me has perdonado y eso es lo único que importa. Ahora todo vuelve a ser como antes.
- Eres tan buena... - sollozó, abrazándola.
- Bueno, venga, que tengo prisa. ¿Qué es lo que pasa? - Luna llegó a su lado y se quedó de pie al lado de su primo.
Ámbar la miró con añoranza, la hermana con desconfianza y Jazmin suspiró de alivio. Luna iba vestida con vaqueros, camiseta y zapatos deportivos. Al menos, si Luna le pegaba, no podría atacarle con los tacones.
- ¿Qué queréis de mi Simón, eh? - dijo, poniendo los brazos en jarras. - ¿A dónde tienes a tu amiga la traidora? - dijo, mirando a Jazmin.
- Supongo que te refieres a mí. - dijo Ámbar, poniéndose en pie.
- ¿Ámbar? ¿Qué diablos te ha pasado?
- Pero a ver, ¿quieren todos dejar de sorprenderse! ¿Es que no puedo engordar un poquito? También soy humana, diablos. - exclamó, harta de que todo el mundo se sorprendiera ante su cambio físico.
- Me molesta reconocerlo, pero estás guapa. - dijo Luna, haciendo sonreír a Ámbar.
- Me alegro de verte.
- Yo no me alegro de veros a ninguna de las tres. - dijo, mirando ahora a Nicolás. - Espero que valga la pena.
- Valdrá la pena. - dijo Jazmin, poniéndose también en pie. - Creo que deberíamos hablar a solas.
- ¿Por qué?
- Lo prefiero.
- Me da igual lo que tú prefieras.
- Relájate un poquito, pequeña. - dijo Nicolás, golpeando a Luna en el brazo. - Tú solo escúchale.
- Venga, vale. Vamos fuera.
Luna fue hacia la calle. Jazmin respiró hondo y siguió a Luna. Nicolás, Ámbar y su hermana fueron hacia la puerta. Quería ver lo que ocurría.
- Antes de todo, debo decirte que lamento mucho lo que hice en el pasado. - comenzó a decir Jazmin. Cruzó los brazos al notar que seguía temblando. - Como te traté con desprecio y como insultaba a Simón sin motivo alguno.
- Disculpas aceptadas.
- Soy una persona muy insegura y me dejo influenciar muy fácilmente.
- Deberías mejorar en ello. Tienes buenos amigos. - dijo, intentando calmar su tono, tal y como le había dicho su primo.
- Aun así es difícil, cuando te han insultado toda la vida. - murmuró, intentando no ponerse a llorar.
Jazmin siempre había sido la marginada de clase, y todo por pesar unos quilos de más al ser pequeña. Había dejado de comer, pero al contrario de Ámbar, ella no había hecho nada por recuperarse. Vio que la gente la trataba mejor estando delgada.
- Estabas gorda de pequeña.
- Y me trataban muy mal. Y no entendía como la única amiga que he tenido, prefería estar antes con un gordo que conmigo.
- Necesitas un psicólogo.
- Lo sé. - Jazmin cogió aire. Le estaba costando mucho contarle aquello a Luna, pero necesitaba hacerlo para que pudiera comprender lo que había hecho y por qué lo había hecho. - Ámbar nunca le ha hecho daño a Simón.
Luna entendió lo que daba a entender, no se contuvo y le dio una bofetada a Jazmin, que la aceptó sin rechistar. Ámbar estuvo a punto de salir a defender a su amiga, pero su hermana la sujetó por una mano y Nicolás por la otra.
- Necesitas ayuda. - dijo, conteniendo las ganas de darle otro bofetón.
- Si...
- ¿Sabes el daño que has causado?
- Si...
- Simón ya no siente nada por Ámbar.
- De acuerdo.
- Ahora está saliendo con alguien. - dijo, distorsionando un poco la realidad. - El ver a Ámbar aquí solo le hará sufrir.
- Lo entiendo.
- Creo que debéis marcharos las tres. Continuen con vuestras vidas. - se alejó de Jazmin y fue hacia la puerta del restaurante. Vio a su primo y a las primas Smith sentados a la mesa. - Y busca ayuda.
- Hablaré con mi primo para que me recomiendo un buen psicólogo. Gracias.
- ¿Por qué?
- Por no matarme. - Luna se volvió y soltó una risotada. - Tenía miedo.
- ¿Ta mala persona crees que soy?
- No, pero fui tan cruel que merecía lo peor.
- Tengo la capacidad de entender las cosas. Aunque no entienda como un ser humano es capaz de cometer tales atrocidades. - Luna se acercó a ella y posó las manos sobre sus hombros. La miró directamente a los ojos. - Veo el arrepentimiento en tus ojos. Te perdono.
- Gracias! - exclamó, abrazándola con fuerza. - Buscaré ayuda. Seré mejor persona. Lo prometo.
- De acuerdo. - dijo Luna, sonriendo de pura incredulidad. - Tengo que irme.
- Vale.
- Para ello necesito que me sueltes.
- Vale, vale. - Jazmin sonreía, secándose las lágrimas con las manos. - Gracias por todo.
- Vale. - Luna volvió de nuevo hacia la puerta del restaurante y les vio a los tres mirarle. Hizo un gesto con la mano, dándoles a entender que todo había ido bien.
- ¿Vas a hablar con Ámbar?
- Dile que venga a esta dirección. - dijo Luna y le dio una de sus tarjetas de visita. - Hablaremos con más calma. Y supongo que tenemos que ponernos al día. Al fin y al cabo, ha pasado un año.
Luna se marchó antes de que Ámbar la alcanzara. Ésta se quedó al lado de Jazmin, que no dejaba de sonreír.
- Me ha perdonado, Ámbar. Me ha dicho que me perdona. - dijo, aun sin poder creérselo. - Claro que también me ha dado tal hostia que todavía no sé como no me he caído.
- Ya lo he visto.
- Ten. Me ha dicho que vayas aquí. - dijo, dándole la tarjeta. - Supongo que quiere hablar contigo en privado. Por todo el tiempo pasado.
- Vale. - cogió la tarjeta y suspiró. - Bueno, voy hacia allí.
- ¿Ya sabes hacia donde debes ir?
- Pues no. - dijo Ámbar, deteniéndose. - ¿Queda lejos?
- No. Está a dos calles de aquí. Todo recto. - dijo, señalándola el camino.
Ámbar comenzó a caminar sin decir nada, nerviosa por lo que pudiera ocurrir.
...
Simón había quedado con Jim en un pequeño restaurante que había al lado del despacho de Luna.
- Eres muy divertido. - dijo Jim, acariciando la mano que Simón tenía encima de la mesa. - Me alegro de que me hayas llamado.
- Lamento haber tardado tanto.
- Más vale tarde que nunca. - dijo, sonriendo.
- Me caes muy bien. - dijo Simón, ganándose una espléndida sonrisa por parte de Jim. - Me alegro de haberte llamado al fin.
- Y yo de que lo hayas hecho. Además, me encanta la comida de este sitio.
- Y a mí. Barato y riquísimo.
- Si. Y el vino está potente. - exclamó, alzando la copa. - Uix, creo que estoy algo achispada.
- ¿Solo un poco?
- Vale. Voy borracha perdida. - exclamó, riendo a carcajadas. - Nunca bebo tanto, pero que narices. Un día es un día.
- Por supuesto. - Simón también alzó su copa, brindaron y bebieron el contenido de sus copas de un solo trago.
Esa noche Simón se lo pasó realmente bien. Nunca creyó que se pudiera divertir tanto junto a una chica que no fuera Ámbar.
Cuando salieron del restaurante, Jim iba abrazada a la cintura de Simón, riendo a carcajadas mientras Simón le contaba como fue su primera borrachera con Luna. Pasaron cerca de un callejón y Jim tiró de Simón. Le empujó contra la pared y pegó su cuerpo al de él.
- Me gustas, Simón.
- Apenas nos conocemos.
- Lo poco que conozco de ti, me encanta. - dijo, acercando su rostro al de Simón. - Me gustaría besarte.
- Yo... Yo no acostumbro...
- Lo sé. Eres un buen chico. No te pido sexo, aquí, en medio del callejón, solo te pido un beso.
- De acuerdo.
- ¿De verdad? - preguntó, sonriendo.
- Si, claro. - Simón puso las manos sobre la cintura de Jim y, poco a poco, fue acercando su rostro al de la chica, que le recibió encantada.
Al principio el beso fue lento y delicado, pero poco a poco se fue haciendo más brusco e intenso. La gente pasaba por su lado, pero no les importaba. Solo podían pensar en los labios que tanto placer les estaba dando.
Ámbar no encontraba el camino a la consulta Estaba segura de que se la había pasado de largo. Miró a su alrededor en busca de alguien que pudiera ayudarle, pero no vio a nadie. Solo oyó unas risas. Se dirigió a un estrecho callejón, pero se quedó paralizada antes de poder decir palabra.
Simón se detuvo cuando notó la presencia de alguien a su lado. Miró y se quedó paralizado.
Ámbar reconoció esos ojos aun a pesar de la oscuridad de la noche.
- Simón. - murmuró, sintiendo como el corazón se le resquebrajaba.
- ¿Quién es usted? - preguntó Jim, mirando a una desencajada Ámbar.
- Nadie. No soy nadie.
Ámbar echó a correr por las calles, sin saber hacia dónde se dirigía. No miró atrás.
...
- Estoy preocupada. - dijo Luna en cuanto Nicolás respondió al teléfono.
- ¿Qué te pasa? ¿Simón está bien?
- Si, pero Ámbar no ha venido a verme. Creí que vendría.
- Y lo ha hecho. Jazmin me ha dicho que se marchó en cuanto le dio tu tarjeta. - dijo Nicolás, que tampoco entendía nada. - ¿Crees que se ha perdido?
- Voy a salir a buscarla. - dijo Luna, cogiendo su chaqueta. - Podría haberme quedado a esperarla. Pero no, yo soy así de lista. Cojo y me largo.
- Ni se te ocurra sentirte culpable.
- Demasiado tarde. - dijo, saliendo del despacho. - Tengo que colgarte. Me están llamando. ¿Diga?
- La he visto. Luna, la he visto. - dijo Simón, sintiendo como le daba un ataque de nervios. - Yo... No he podido no moverme. Ni decirle nada. Dios...
- Tranquilo, Simón. Ve a casa, nos vemos en unos minutos.
- No puedo.
- ¿Por qué?
- Estoy con Jim. Bueno, la he dejado en el bar, yo he tenido que salir a tomar el aire. Dios, creo que me estoy asfixiando.
- Haz el favor de no hacer un drama de todo esto. Cuando acabes con Jim, mándame un mensaje y dime donde estás. Tengo que hablar contigo.
- Vale.
- Y tranquilízate un poco.
- Vale.
- Y emborráchate por mí.
- Luna, eres de lo que no hay.
- Pero al menos te he hecho reír.
Luna colgó el teléfono y comenzó a recorrer la ciudad a pie. Ámbar no podía estar muy lejos.

No Todo Es Lo Que Parece TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora