[Capitulo 9]

375 23 0
                                    


Hacía ya ocho meses, ocho larguísimos y desesperantes meses, que Simón había desaparecido de su vida y le echaba tanto de menos como el primer día.

Después de recoger las cosas que Luna había tirado por la ventana del apartamento, con la ayuda de algún que otro transeúnte, había ido a vivir con Jazmin, quien a pesar de las discusiones que habían tenido, la había ayudado más de lo que nunca hubiera imaginado. Lo que no sabía era que Jazmin se sentía tremendamente culpable por lo que había ocurrido hacía ya ocho meses. Por lo que había hecho y por haberle mentido.
- ¿Sales con Delfina y conmigo esta noche? - dijo Jazmin, al tiempo que salía del dormitorio. Ámbar estaba en el sofá, en pijama, comiendo bombones.
- No me apetece, gracias.
- Pero llevas varios días sin salir de casa, comiendo todo lo que encuentras por el piso.
- ¿Y cuál es el problema? - exclamó, irritada, mirando a su amiga
- ¿Has engordado?
- Si. ¿Pasa algo? ¿Acaso te doy asco?
- No digas tonterías, Ámbar. Solo me preocupo por ti. - dijo, sentándose al lado de su amiga, apartándole un grasiento mechón de pelo de la frente. - No te veo bien y eso no me gusta.
- Echo de menos a Simón. - suspiró, reconociéndolo en voz alta. - Y a Luna y Nicolás.
- Me tienes a mí.
- Lo sé, lo sé. - dijo, acariciando la mano de su amiga. - Y te quiero mucho.
- Yo también.
- Venga, va. Ve con Delfina. Salid y pasadlo muy bien. - dijo, intentando usar un tono de voz más animado, aunque le estaba resultando muy difícil.
- Gracias. Hasta mañana.
- Hasta mañana, cariño. - Jazmin dejó a su amiga atrás y se marchó con Delfina, que la estaba esperando en el coche.
- ¿Cómo está hoy?
- Va por la segunda caja de bombones.
- Tenemos que hacer algo.
- Creo que ya hemos hecho más que suficiente.
- ¿A qué te refieres? - dijo Delfina, mirando a su arrepentida amiga.
- Bastante bien que lo sabes.
...
- Vamos, Simón. Otra serie más de veinte y acabamos por hoy.
- Dieciocho, diecinueve y veinte! - Nicolás cogió las pesas de las manos de Simón y las dejó en su sitio. - Terminamos. Vayamos a la báscula.
- ¿Ya ha llegado el día?
- Si. Hoy es el día de la fecha límite que pusimos.
Simón se secó el sudor con la toalla y siguió a Nicolás. Subió a la báscula y cerró los ojos. Suspiró cuando Nicolás le golpeó en el hombro con afecto.
- Lo conseguimos! . Exclamó Simón, bajándose de la báscula de un salto. - Gracias, Nicolás.
- Vos lo has conseguido. Yo lo conseguí en un año y medio y vos... esto es increíble.
- Todo ha sido gracias a tí, Nicolás.
- Veinte quilos, Simón. Has perdido veinte quilos en ocho meses. - Nicolás abrazó a Simón. Le encantaba verle tan bien. - Son casi cuarenta quilos en un año.
- Aun no me lo puedo creer. - dijo Simón, emocionado. - Y he conseguido muscularme un poco.
- ¿Un poco? No sé cómo no te revientan las camisetas. - bromeó Nicolás, haciendo que Simón se sonrojara. - En serio. Parece que no pueda ser posible, pero tú lo has conseguido. Vos y solo vos.
- Tú y Luna sois lo mejor que tengo en mi vida.
- ¡Vamos a celebrarlo!
Tras ducharse y vestirse, ambos salieron del gimnasio y fueron en busca de Luna, a la consulta en la que se había asociado al poco tiempo de llegar a Nueva Orleans.
Tras llegar a la ciudad e instalarse, Simón había ido a vivir con Nicolás. Necesitaba concentrarse en su nueva vida y en su entrenamiento. Aunque había hablado con Luna todos los días, pero no se habían visto en los últimos siete meses y medio y la había echado mucho de menos. Se moría de ganas de verla y abrazarla. Además, quería ver la cara que se le quedaría al verle tan cambiado.
Llamó a la puerta y esperó.
- ¿Tiene cita? - Simón no habló, solo negó con la cabeza. - Pues si no tiene cita previa, no puedo atenderle. - dijo Luna sin fijarse en el hombre que tenía delante.
- ¿Ahora tengo que pedir hora para ver a mi mejor amiga?
Luna miró mejor a Simón, que sonrió al ver a su amiga tan alucinada. Ésta gritó y saltó a sus brazos al reconocerle.
- Dios mío! ¿Eres tú?
- Depende de quién sea ese tú.
- Si! Eres tú! No sabes cuánto te he echado de menos! - exclamó, besando la mejilla de su amigo. - Estás hecho un bombón, Simón.
- Vaya, gracias.
- Si no lo veo no creería que fuera posible. Aun no me creo que lo hayas conseguido.
- ¿No me creías capaz?
- Claro que sí, tonto, pero es que ha sido mucho cambio en muy poco tiempo. Eres increíble.
- Gracias.
- Solo necesito saber una cosa. - dijo Luna, acariciando es rostro de su amigo, mirándole a los ojos. - ¿Eres feliz?
- Mucho.
- Entonces yo también lo soy.
- ¿Puedo unirme a la fiesta? - dijo Nicolás, apareciendo a su lado.
- Gracias por lograr que sus ojos brillen de nuevo. - dijo Luna, abrazando bien fuerte a su primo. - Te quiero más de lo que nunca admitiré en voz alta.
- Pues ya lo has dicho.
- Por primera y última vez, así que no te acostumbres.
Todos rieron, felices por estar juntos de nuevo.
...
Simón se despertó con un tremendo dolor de cabeza. A penas recordaba nada de lo sucedido la noche anterior, solo sabía que le dolía la espalda de haber dormido en el suelo. Estaba en el salón del pequeño apartamento de Luna, a la que no veía por ninguna parte.
- Dios, que dolor de cabeza. - dijo Nicolás, levantándose con dificultad del sofá. - ¿Soy yo o están taladrando algo por aquí cerca?
- Eres tú, pero tranquilo. No eres el único con dolor de cabeza. - dijo Simón, hablando en voz baja. Si alzaba la voz, le dolería más la cabeza.
- ¿Cómo llegamos hasta aquí?
- No lo sé. No me acuerdo casi de nada.
- Yo solo recuerdo a una castaña buenísima
- Vaya. Gracias, supongo. - dijo una voz desconocida.
Ambos miraron hacia la puerta del baño. Allí había una chica vestida con un minúsculo juego de ropa interior negro.
- ¿Y vos quien sos? - dijo Nicolás, poniéndose una camiseta.
- Una amiga de Luna. Nos conocimos anoche. - dijo, al ver que ninguno de los chicos parecía recordarla. - En la discoteca.
- Yo recuero que... Oh Dios. - exclamó Simón. - Creo que Luna me besó.
- Mi primo le estaba coqueteando a mi amiga así que me aburría. - dijo Luna, saliendo del dormitorio en ropa interior. - Pero no te preocupes. Solo fue un beso de amigos.
- Claro. Tu lengua tocó la mía con mucho cariño. - bromeó Simón, haciendo reír a Luna, que se acercó y le acarició la mejilla.
- ¿A que Simón es muy guapo?
- Está muy bueno. - dijo la chica. - Además, eres muy simpático y agradable.
- Vaya, gracias. - dijo Simón, sonrojándose. No estaba acostumbrado a los halagos. - Poco a poco te voy recordando y tú también me caíste muy bien.
- Que simpático sos. - dijo, dándole un pellizco a Simón en la mejilla. – Tu también. - dijo la chica, acercáncose a Nicolás
- Tú también. - dijo Nicolás, comenzando a sentirse en su salsa, pero un poco incómodo por la presencia de su prima
- ¿Te importa, Luna? - dijo la chica, sin mirarla.
- Claro que no - dijo Luna, cogiendo a Simón del brazo y yendo hacia la cocina. - ¿Tienes hambre, Simón?
- Un poco. - reconoció, alucinado ante lo que estaba viendo.
Nicolás y la chica fueron hacia el dormitorio de Luna, mientras que ésta y Simón comenzaron a desayunar.
- Luna, no entiendo nada.
- ¿Qué es lo que no entiendes?
- Ya sabes el qué. - dijo, haciendo un gesto con la cabeza en dirección al dormitorio.
- Sigues siendo tan antiguo como siempre.
- Es que sigo siendo el mismo de siempre.
- Lo sé, por eso te quiero tanto. ¿Cómo estás? - preguntó, cambiando de tema.
- Muy bien.
- Simón, en serio. - dijo, tomando su mano con cariño. - Ya sabes a lo que me refiero.
- Estoy bien, Luna. - dijo Simón, intentando no pensar en Ámbar, a quien no había podido olvidar. - Nicolás me ha ayudado mucho, y no solo con la gimnasia.
- Nicolás es un amor.
- Es un gran amigo. Gracias a él puedo comenzar una nueva vida.
- Y va a ser espectacular.
- Claro.
- ¿vienes a vivir conmigo? - dijo de repente. Se moría de ganas de volver a vivir con los chicos de su vida.
- No sé lo que va a querer hacer Nicolás. Además, ¿este piso no es un poco pequeño?
- Pues vente tú.
- Yo encantado.
Simón sonrió. Había echado mucho de menos a su amiga, y con ella a su carácter alegre. Seguro que viviendo con ella de nuevo, pensaría menos en Ámbar, a la que echaba mucho de menos. Aunque no pensaba reconocerlo en voz alta. No pensaba admitir que echaba de menos a la persona que tanto daño le había hecho.
- Pues en cuanto Nicolás acabe, lo hablamos.
- Creo que nunca me acostumbraré a esto. - dijo Simón, dejando la taza de café encima de la mesa.
- No tienes otro remedio.
- No quiero que lo hagas.. - dijo, haciéndola sonreír. - ¿Qué tal va el trabajo?
- Genial. Lo único que no me ha gustado es vivir sola. - dijo, poniendo morritos de pena. - Pero el trabajo ha sido muy reconfortante. El trabajo y mis ligues.
Simón rió.
Ambos se vistieron y salieron del apartamento. Dieron un paseo por la ciudad, cogidos del brazo, disfrutando por primera vez de la ciudad en la que habían decidido comenzar una nueva vida.

No Todo Es Lo Que Parece TERMINADAWhere stories live. Discover now