Epilogo

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Seis años después

El tiempo era oro para Natalie y  valoraba cada segundo de la vida, por lo que estudió danza y así pudo ejercer de manera profesional como coreógrafa. Desde hace meses trabajaba como coreógrafa para cantantes, películas o series.

También compuso varias canciones, pero ser cantante no era importante, al menos no como el baile. En ese momento, le tocaron el hombro y ella se sobresaltó, estaba muy metida en sus pensamientos. Así que se dio la vuelta y sonrió avergonzada de no haber estado prestando atención.

—Hey —musitó algo nerviosa—. Estoy algo distraída hoy.

—No te preocupes, Lie —le dijo Nathan, la miraba con perspicacia—. Sin embargo, quiero saber qué te pasa.

Aun les gustaba trabajar juntos, no siempre, claro, pero si de vez en cuando. Para los gemelos, era importante pasar tiempo juntos.

—No puedo contarte, al menos no aun —se mordió el labio e hizo una mueca—. En la cena lo sabrás.

—Está bien, Lie, esperaré —hizo una mueca, porque no era muy paciente. No era uno de sus fuertes.

—Gracias, Nathan —le dio un rápido abrazo y se fue hacia donde la esperaban sus alumnos.

El día mejoró un poco, pero seguía igual de pensativa, cuando se hicieron las cinco de la tarde, se dio una ducha y se cambió en el vestidor y salió a esperar que la recogieran. Cuando sale, se encuentra a Kyle esperándola, verlo le acelera los latidos del corazón, nunca deja de emocionarse de verlo. Verlo sonriéndole, es lo mas hermoso de su día.

—Hola nena —la saludó, abrazándola. Ella se derritió contra él, su calidez, su aroma, la seguridad que siempre ha sentido en sus brazos.

—Mi amor —ella apoyó la cabeza en su pecho—. Te extrañé.

—Yo también, Lie —depositó un beso en la coronilla de ella—. Vamos a casa.

—Sí, por favor —se separó de Kyle, él le abre la puerta de la camioneta, la cierra detrás de ella y luego rodea el auto para subirse.

En el camino, ella va pensando como se tomará la noticia, pero se termina relajando, o el sospechará. Ella lucha contra una sonrisa.

—¿Qué pasa por tu cabeza, amor? —quiso saber Kyle.

—Solo una idea para una coreografía —se encogió de hombros.

El viaje a casa fue rápido, ella solo dio cuenta cuando la camioneta se detuvo y Kyle le tocó la mejilla. Estaba en un estado de letargo, casi quedándose dormida.

—Llegamos, nena —le dijo con dulzura, mientras ponía un mechón cobrizo detrás de su oreja.

Natalie bajó de la camioneta, y caminó a la puerta principal de la casa, nunca dejaba de amar su casa. Cuando entró, se quitó los zapatos y fue a la cocina a servirse un vaso de jugo. Kyle de pronto la abrazó por detrás y empezó una especie de balanceo.
Al tiempo que extendía una mano y encendía un estéreo, así que se adaptaron a la melodía de How deep is your Love de los Bee Gees.
Ella se volteó, le rodeó el cuello con los brazos y lo miró a los ojos. —Te amo, Ky —murmuró con lágrimas en los ojos.

—Yo también te amo, mi Lie, con todo mi ser —bajó su rostro y depositó un beso en la frente de ella—. No llores, mi vida.

En ese momento sonó el timbre, y la magia se rompió. —Llegaron todos —ella suspiró. Se separó de Kyle y fue a abrir la puerta, allí estaba su familia, la de Kyle y sus amigos. Todos sonrieron ampliamente y traían bandejas o envases con comida.

Una extraña bailarinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora