Hoy, mañana y siempre

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Subir a un avión no era nada nuevo para Natalie, pero esta vez se sentía distinto, tal vez sería porque estaban casados e iban a su luna de miel, que iba a ser una especie de tour, ya que conocerían toda Europa. Miró a través de la ventanilla del avión y se encontró mirando un extenso bosque y a un lago, todo se veía tan mágico.

En ese momento sintió la cálida mano de Kyle en la suya, él comenzó a acariciar su dorso con el pulgar y de pronto, lo escuchó tararear una melodía, ella cerró los ojos y se dejó llevar por la magia de su voz. De pronto Kyle dejó de tararear y sintió su otra mano tomar su barbilla y hacerla voltear hacia su lado.

—Nena, ¿eres feliz? —pudo escuchar inseguridad y curiosidad en su ronca voz.

Natalie abrió los ojos y miró aquellos profundos ojos azules oscuros, que parecían ver lo más profundo de su ser. —Mucho, cuando estoy junto a ti me siento ligera, en paz, como si nada fuese imposible —extendió una mano y la colocó en la mejilla de Kyle.

—Nada es imposible, amor —le dijo Kyle mirándola con profundo amor—, y menos si estamos juntos.

Se acercó, depositando un beso en la pálida mejilla pecosa de Natalie, ella amaba sentir esos suaves y tibios labios rozar su piel, podía sentir la ternura y el amor en ese dulce beso. A los minutos, Natalie apoyó la cabeza en el hombro de Kyle y se quedó dormida.

Pero Kyle no tardó mucho en también quedarse dormido. Se despertaron cuando las azafatas les avisaron que debían acomodarse, porque estaban por aterrizar. Kyle se fijó en esos hermosos y soñolientos ojos azul bebé, que siempre le quitaban el aliento y parecían poseer el universo dentro de ellos.

—Lie, estamos por aterrizar —acarició con el pulgar la mejilla de Natalie.

—Hey, guapo —le sonrió y se desperezó, mientras comenzaba a peinarse el cabello con los dedos.

A los minutos desembarcar, ellos tomaron sus maletas de mano y bajaron, los guardaespaldas los estaban esperando y ya estaban metiendo las maletas en el auto, una camioneta plateada. Les abrieron las puertas, al entrar se colocaron los cinturones.

—Bienvenida a Moscú, preciosa —susurró Kyle a su oído.

—Tú ya has conocido casi todos los países, para ti no hay diferencia —musitó Natalie arrugando los labios.

—Claro que si la hay, porque nunca he podido salir a conocer cada país —le contó, con una triste sonrisa, que luego cambio a una feliz—. Así que los conoceremos juntos, Lie.

— ¿En serio? Te creeré, cariño, solo espero poder hacer nuestros propios recuerdos, y que sean felices. Algo que le contemos a nuestros hijos o nietos —ella le sonrió tímidamente.

Recorrer toda Europa con el amor de su vida, fue toda una experiencia para Natalie, quien no se limitó a nada y Kyle tampoco, en cada país la sorprendió de mil maneras distintas, con paseos, regalos, deportes, cenas, y mucho más. Recordando todo, le llegó a la mente uno de los dos países que amó visitar durante su luna de miel, uno de ellos fue Escocia, al principio pensó en que serían puros días lluviosos y grises, pero se llevó la sorpresa de que historia, magia, leyendas, inundaban al hermoso país europeo.

Recordó levantarse al día siguiente, y encontrarse con una mesa llena de todo para desayunar, y un ramo de tulipanes, con uno de cada color. Que Kyle recordara cuanto amaba ella, los tulipanes, le sacó una sonrisa. De repente lo vio entrar, con una caja en las manos. Se veía guapísimo, con jeans, botas de excursión marrones, camisa mangas y chaqueta de cuero marrón. El cabello se lo había peinado hacia atrás en estilo copete y ver esa media sonrisa, que curvaba más un lado de su boca.

Una extraña bailarinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora