(28) ╋ Monstruo Revelado ╋

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La malicia se hizo pasó en mi mente. Quizás si quería conseguir más información sobre los Steins, debía comenzar por su casa, en vez de mantener mi distancia de ellos, debía acercarme más. Si existía la leve posibilidad de que ellos estuviera involucrados con los suicidios o la desaparición de Natalia, debía hacerlo y mi entrada a esa casa estaba justo frente a mí, ojeándome con anhelo.

No eres el único que puede utilizar a la gente, Stein.

—Okay— le dije, y liberé mi mano, —vamos a tu casa— le pasé por un lado para salir del lago y seguir el camino hasta la calle. El atardecer ya rodeaba el pueblo, pronto oscurecería, eso era lo que odiaba del invierno, las pocas horas de luz que teníamos.

Apenas entramos a su auto, Heist encendió la calefacción, y volví a sentir mis extremidades por completo, no me había dado cuenta de lo frío que estaba allá afuera hasta ese momento, es que estábamos locos por besarnos en ese lago congelado. Su auto olía a él y a su colonia, y estaba impecable, agradecí el hecho de que tuviera vidrios polarizados, no quería que me vieran con él en su carro de esta forma. Heist encendió la radio y música invadió el espacio, era rock alemán. Él lo murmuraba mientras giraba el volante para comenzar a manejar.

Vi el restaurante del pueblo desaparecer en la distancia, mi corazón se apretó al recordar a Rhett y a Kaia y lo bien que se veían juntos. No tenía derecho a sentirme mal, no tenía derecho a nada cuando yo había besado a Heist sin remordimientos hace unos minutos así que aparté esos pensamientos. Cuando termino la canción y nos acercamos a la casa, Heist me pasó su teléfono.

—Puedes escoger la música— le di al buscador para encontrar una canción que me recordaba a él. La puse y le devolví su celular.

Heist vio el nombre de la canción en la pantalla encima de su radio: Monster de Starset.

—¿Monster, eh?— él se rió abiertamente.

Él paró en un semáforo y pasó sus dedos por su cabello rubio antes de girarse hacia mí.

—¿Soy un monstruo, Leigh?— sus ojos atraparon los míos y en ese pequeño espacio, la tensión entre nosotros era aún más palpable.

—No lo sé, ¿lo eres?

—Si de verdad piensas que soy uno, ¿qué haces aquí conmigo, camino a mi casa?

—Tal vez se me haya pegado tu locura— me encogí de hombros, y sin tener ni idea de si lo pronunciaría bien o no, lo dije: —Fuchsteufelswild, Heist.

Las curvas de sus labios se estiraron en una sonrisa divertida antes de que los lamiera, se veía satisfecho.

—Fuchsteufelswild, Leigh.

El reflejo de la luz verde del semáforo invadió el auto y Heist se giró para seguir manejando. La canción llegó a una parte de su coro y Heist comenzó a cantar en un inglés perfecto que gracias a la clase estricta de la Sra. Ryson en la preparatoria entendí claramente.

—You're the love that I hate. You're the drug that I take. Will you cage me? Will you cage me?

Eres el amor que odio, eres la droga que consumo, ¿me encerrarás? ¿Me encerrarás?

—You're the pulse in my veins. You're the war that I wage. Can you change me? Can you change me? From the monster you made me? The monster you made me?

Eres el pulso en mis venas, eres la guerra que libro, ¿puedes cambiarme? ¿Puedes cambiarme? ¿Del monstruo en el que me convertiste? ¿Del monstruo en el que me convertiste?

Heist me echó varios vistazos mientras cantaba y por alguna razón, se me aceleró el corazón. Había cierta intimidad en la letra que nos encajaba de una forma que no quería indagar. Su casa no estaba lejos y llegamos cuando la canción llegaba a su final, Heist detuvo el auto y se quedó con la mano sobre el volante, sus ojos al frente.

Heist [Darks #1] [En librerías] ✔️Where stories live. Discover now