Capítulo 34

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Tenía que permanecer dos semanas en la clínica, sin poder moverme más que para lo básico. El médico me lo había dejado muy especificado. ¡Joder! Eso era ¡Horrible! Lo que me hacía recordar, por qué mi aberración a los hospitales y porque siempre trataba de evitar caer en esos lugares. Aunque hacia miles de locuras, procuraba cuidar integra mi salud física. Los hospitales me enfermaban en lugar de ayudarme. Pues los sonidos de personas enfermas, el llanto de niños, el ir y venir de enfermeras y médicos, sumado al olor tan característico de ese tipo de sitios, me abrumaba. Sin embargo, esta vez no me podía salvar, tendría que aguantarme. Pensar en ese periodo me agotaba, dos largas semanas, dos.

La primera de ellas, Febe y Ji hicieron de mis tardes algo divertido y ameno. Ji era un tipo tan alegre y que tenía cada puntada, que me hacía reír como nunca. Razón por la cual Febe, siempre lo reprendía, pues entre las indicaciones que me habían dado, estaba el hecho de no reír ni agitarme. Pero eso resultaba demasiado complicado cuando Ji estaba por ahí. Sin duda era de los míos, juntos hacíamos rabiar a la pobre de Febe. Quien siempre se quejaba de las locuras de ambos.

― ¿Pero es que ustedes no tienen consciencia? ―Pregunto furiosa― ¿Cómo se les ocurre hacer algo así?

―Solo tratábamos de ayudar ―Conteste con expresión angelical. Ella rodo los ojos y soltó un bufido.

                            

― ¿Ayudar?

―Si ―Apoyo Ji.

―Le robaron su postre a ese señor.

―Por eso, le queríamos ayudar a terminar su comida ―Explico Ji.

― ¿Ayudar? Eso se llama robar.

―Hannia tenía hambre ―Contesto Ji.

― ¿Qué? ¿Yo?

―Sí, tu ―Respondió con una sonrisa de oreja a oreja. Era un traidor.

―Pero si el que se la comió fuiste tú.

― ¿Yo?

―Sí, tú.

― ¡Cállense los dos! Son unos descarados.

―Febe no te enojes ―Suplico Ji. Mientras intentaba abrazarla.

―Déjame. No me tienes nada contenta.

―Febe.

Al final, Ji siempre calmaba la furia de mi amiga. Cosa que agradecía, por que verla molesta era cosa de cuidado.

Otra furia que había esperado recibir, era la de mis padres. Sin embargo, ninguno dijo nada al respecto, sobre mi accidente. Nada, ni preguntas, ni comentarios, nada. Eso era extraño. Mi madre llegaba todas las mañanas y se quedaba conmigo hasta Febe y Ji, venían a reemplazarla. Mi padre también venia, aunque con menor frecuencia. Aunque tenía mi teoría, tal vez Suk había hablado con ellos.

La Horma de tus ZapatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora