Capítulo 8

2.4K 260 4
                                    

Con el ánimo por las nubes, después de ese acercamiento con Jae, volví a casa. Había sido genial ver su expresión de desconcierto, cuando me separe de él y aún más cuando salí corriendo. Al llegar mi madre me miro molesta y termine dándole una excusa boba, sobre la ropa. Aunque al principio se mostró irritada, le prometí regresar por ella después de la hora de la comida, y al final se relajó y lo dejo pasar.

No podía creer que hubiera dejado ahí a Jae, semi desnudo y prendido. Jajaja... porque estaba segura que eso, de que lo había dejado con su "amigo" muy entusiasmado. Era un poco cruel, pero tenía que darle algo en que pensar. Aunque me había resultado tan difícil de resistir la tentación de terminar lo que había comenzado, por el momento era mejor así. Después de que me utilizara para darle celos a esa tipa, me había propuesto hacerle pasar un mal rato y vaya que lo estaba logrando. Algo que me había dejado completamente claro, después de sentir su mano acariciar mis pechos, era que él sentía el mismo deseo que yo. O tal vez sentía más de lo que yo sentía, lo que no entendía era porque se hacia el difícil. Pues había bastado con acercarme y tocar un poco su cuerpo, para despertar en él la pasión. Aun sentía el contacto de sus manos sobre mi piel, era una deliciosa sensación que sin duda me había dejado con ganas de más.

― ¿Adónde fuiste? ¿Por qué olvidaste la ropa? ―pregunto Suk, mirándome con los ojos entreabiertos. Claro él me conocía lo bastante bien para saber que algo había pasado. Me encogí de hombros.

―No sé de qué hablas. Ya te lo dije, no estaba el encargado.

―Puedes engañarla a ella, pero no a mí ―Dijo mirando a mi madre, quien terminaba de preparar la comida.

―Es la verdad, el señor no estaba y me canse de esperar ―Hice un gesto de sufrimiento― Gracias a alguien no pude desayunar como dios manda, así que muero de hambre ―Analizo mis palabras por unos segundos, después vi cómo se relajaba su expresión.

―No tengo que recordarte que tienes que portarte bien ―Puse los ojos en blanco.

―Sí, ya me lo sé de memoria. Y para tu información me estoy portando bien, muy bien hermanito. No sé porque tienes que pensar mal de mí.

― ¿Sera porque te conozco?

―Chicos la comida esta lista ―Me levante del sofá donde estaba sentada y entre en la cocina. Debía tener más cuidado con Suk, tal como había dicho podía engañar a mi madre pero no a él. Que sabía muchas de mis fechorías, así como podría ser el mejor aliado, en estas circunstancias, él era mi peor rival.

Salí de la casa, poco después de comer. Había pasado bastante tiempo por lo que era poco probable encontrarme con él. Entre a la lavandería y recogí el pedido sin demoras. Caminaba de regreso, cuando de pronto alguien me tomo del brazo, haciéndome entrar dentro de un callejón, con un golpe seco me pego a la pared. No necesitaba ver su cara para saber quién era. "El amante de los callejones".

― ¿Qué quieres? ―pregunte tratando de zafarme de su mano. Levante la vista y descubrí que me miraba furioso. Pero esa misma furia lo hacía ver aún más salvaje, más sensual, más apetecible― ¿Ya salió de la lavadora tu camisa? ―pregunte al ver que ya la llevaba puesta. No contesto, continuaba mirándome con expresión molesta. Yo en cambio reía internamente― ¿Ves? ―Dije señalando su pecho― Quedo más blanca ¿No es eso genial?

―Hannia. No te hagas la chistosa.

― ¿Cuál chistosa? Hablo en serio ―Pase mi mano por su pecho y sentí como se estremeció― Mira está más suave ¿No lo sientes? ―Sujeto mi mano evitando que continuara tocando su pecho.

―No estoy jugando ―Advirtió aun molesto.

―Vaya, yo si tenía ganas de jugar un poco contigo ―Conteste con tono jocoso. Él mantenía una expresión fiera, me encantaba verlo perder la cordura.

La Horma de tus ZapatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora