Capítulo 31

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― ¿Qué haces aquí? ―Exploto Febe mirando con reproche a Ji, quien no sabía dónde meterse.

―Sabes que a donde vayas tú, voy yo ―Respondió con firmeza.

― ¿Qué? ―Pregunto ella molesta― Te dije que no vinieras.

― ¿Por qué no? Yo te dije que quería venir ―Debatió él, manteniendo su sonrisa, a pesar de la expresión molesta de mi amiga.

―Y yo te dije, que no podías venir.

―No puedo estar sin ti ―Admitió apenado mientras desviaba la vista. Febe soplo enojada.

―Pero podemos causar problemas ―Contesto.

― ¿Qué problemas? ―Pregunto con aire inocente, Ji.

―Eres un imprudente.

―Pero Febe… ―Ji parecía un niño siendo reprendido por su madre, la verdad no quería ser él. Me pregunte ¿Cómo le hacía para aguantar a mi amiga?

―Nada, Ji… ―Verlos discutir, trajo a mi mente a Jae.

Quien me había intentado llamar toda la noche y esa misma mañana, por lo que había optado por mantener apagado el móvil. Era demasiado infantil mi comportamiento, había prometido no enojarme y yo misma, lo había acuciado para que me contara las cosas. Pero decirlo y hacerlo eran dos cosas completamente distintas, no podía evitar que doliera. La sola idea de que el aun sintiera algo por ella me enfermaba, quería a Jae mucho más de lo que había imaginado y por lo mismo no estaba dispuesta a compartir su amor con nadie más, nadie.

Sentí envidia al ver la forma en la que reñían, de la manera en la que Ji miraba a Febe. Ahí no había dudas, y aun cuando Febe se mostraba huraña y molesta, la conocía tan bien, para saber que el gesto de que Ji, hubiera venido hasta aquí para verla, la había conmovido tanto, como a mí. ¿Era así como era el verdadero amor? ¿Eso era el amor? Durante años había creído que el amor era solo una carga, solo causante de problemas, lágrimas y dramas, que arruinaban la diversión de la vida. Que equivocada estaba. Ellos se veían tan felices, sentí envidia de ellos, de su relación, de la forma en la que se hablaban, como se miraban. Una lagrima rodo por mi mejilla y rápido me la limpie para que ninguno de los dos se diera cuanta, pero en ese instante me percaté de que Suk me miraba. Estaba de pie junto a la entrada de la sala y me había visto.

―Bueno Febe, ya está aquí no deberías de regañarlo ―Comente tratando de desviar la atención de Suk de mí.

― ¿Lo ves? ―Pregunto Ji a Febe. Mientras me guiñaba un ojo― Ella si sabe ―Ella negó con un movimiento de cabeza y entonces vio a Suk que continuaba solo mirándonos.

―Lo siento ―Se disculpó con él, Febe.

―Descuida ―Contesto Suk y avanzo dejando una jarra de limonada sobre la mesa de centro― Aquí tienen la limonada ―Anuncio mirándome acusadoramente. Me mordí nerviosamente el labio, aun teníamos una charla pendiente él y yo.

―Gracias ―Dijo Ji mientras se servía un vaso para darle un largo sorbo.

― ¿Qué tal esta? ―Pregunto mi madre, quien se unía a nosotros.

―Deliciosa señora, la mejor que haya probado ―Sin duda, él sabia como adular a una mujer.

―No es tan buena ―Contesto ruborizada mi madre.

―Por cierto ¿Dónde te estas quedando? ―Pregunto Suk.

―En la posada de la plaza.

―No deberías ―Contesto mi madre― ¿Por qué no te quedas con nosotros? ―Los tres, Suk, Febe y yo, miramos sorprendidos a mi madre. ¿Por qué lo estaba invitando? Note como Suk apretaba la mandíbula, pero desde luego no le llevaría la contraria a mi madre.

La Horma de tus ZapatosTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang