Capítulo 4.-Un bastardo y un anónimo.

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Capítulo 4.- Un bastardo y un anónimo.

Tenía ojeras inmensamente grandes, incluso a distancia parecía ser pariente de algún mapache. No era para menos, no durmió en gran parte de la noche y esa parte que sí durmió, solo tuvo pesadillas, así que definitivamente no estaba bien. Bueno, al menos ya lloraste lo suficiente. ¿No crees? Pensó sarcásticamente y bajó de la limosina despidiéndose del amable chofer que siempre la apoyaba llevándole al colegio.

Jiro apareció automáticamente en la entrada del colegio y Momo lo agradeció en un suspiro. Al parecer tanto Kirishima como Uraraka ya habían llegado, eso si es que pensaban asistir a clases, pues a ellos siempre los encontraba directamente en su salón. Kirishima perdido por ahí sin decir con quién y Uraraka fugada en el club de Teatro.

En cuanto estuvo frente a su mejor amiga, ambas se sonrieron ocasionalmente justo antes de que Jiro rompiera el hielo.

—¿Cómo estás?—preguntó preocupada. Jiro ya estaba enterada de todo, Momo siempre le telefoneaba en las noches para contarle sus penas.

—Un poco mejor, llena de ojeras, con mucho sueño y los ojos secos, pero de ahí en fuera, un poco mejor—bromeó con una sonrisa que parecía autentica y llena de brillo.

La joven Kyoka giró los ojos sin dejar de caminar a pesar del barullo matutino que les rodeaba.

—Incluso en este tipo de situaciones eres capaz de usar el sarcasmo.

—Dicen que el sarcasmo es la cura para los males.

Y la aspirante al equipo de fútbol tenía un punto, pero la conocía perfectamente, tanto que estaba consciente de lo mucho que se flagelaba por nimiedades como Bakugou Katsuki. Sin embargo, estaba feliz por ella, porque al fin había abierto los ojos y eso era lo único que importaba. Por tal razón ya no dijo nada y solamente abrazó a su amiga tratando de apoyarla.

Momo y Jiro eran así, siempre se apoyaban la una a la otra cuando estaban en aprietos, sonreían juntas, lloraban juntas, se enojaban juntas y hasta se enfermaban juntas. Era un extraño caso de amistad que sufrían ambas y estaban felices por ello. Era bueno que Momo contara con personas así todo el tiempo, era bueno para que sanara. Pero a veces, ni siquiera las personas que más amas, pueden ayudarte, en esos casos, es necesaria la ayuda externa. Pero ... ¿De dónde iba a sacar la ayuda externa?

Por fin llegaron a su salón y al entrar lo primero que Yaoyorozu vio fue a Bakugou Katsuki sentado en su pupitre completamente serio y concentrado en una hoja que parecía un formulario. Ni siquiera después de lo ocurrido era capaz de quitarle la vista de encima. Qué tonta se sentía, en definitiva, lo era.

Bakugou levantó la mirada y se dio cuenta de su presencia. Sus ojos se posaron sobre los suyos por escasos cinco segundos y después desvió la mirada con incomodidad. Era obvio que estaba molesto. Bueno, nada puedes hacer, años de amistad se han perdido. No, no era lo que quería, su deseo era dejar de amarlo, no perderlo como amigo. Supongo que no hay dos glorias, o tienes una o la otra. Suspiró tristemente y pasó a sentarse.

La clase aún no comenzaba, al parecer la profesora de inglés nuevamente llegaría a tiempo. Sí que era frustrante pensar que pudo intentar dormir una hora más de haber sabido que esa profesora no iba a llegar. Pero... ¿A quién engañaba? Era obvio que aún con más tiempo, ella no iba poder dormir bien en lo que restaba de la semana.

—¡Yaoyorozu-san!

El grito la despertó de sus cavilaciones y miró en la dirección del mismo. Midoriya Izuku estaba en la entrada de su salón esperando aprobación para poder entrar. ¿Qué hacía ahí el chico? Momo giró los ojos ante esa actitud tan tímida considerando que el día anterior no tuvo reparos en defenderla y patear a Katsuki. Con una sonrisa condescendiente le indicó que entrara y el jovencito obedeció lleno de entusiasmo yendo de lleno a su lado. Jiro aún estaba junto a su amiga, por lo que también saludó al menor.

Maldito bastardoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora