Capítulo 4: Tonto sapo enamorado

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Samantha sabía que cualquier cosa que hiciera podía ser usada en su contra. Grabaciones, fotos de cualquier arranque podían perjudicarla. Aún era la princesa, no podía olvidar eso. Una princesa que ansiaba volver a su hogar. Los exclusivos Gucci, Channel, su perrita Daphne, su familia y el personal de casa a quienes les había agarrado cariño. Todo eso parecía muy lejano.

Debía cuidar su comportamiento. Lo sabía mejor que nadie. Pero esa bruja le estaba tocando la casi nula paciencia que le quedaba.

—Alumnos, ¿el sinónimo de fácil?—lanzó el profesor de Lengua.

—Samantha—respondió una Jessica con sonrisa triunfal y mirada felina.

La clase emitió su característico "Uhhh". Se venía lo bueno.

"Perra loca" y, ¿a qué profesor se le ocurría hacer tal pregunta? No estaban en primaria.

—Por lo menos no soy el sinónimo de bruja en celo como ciertas personas que apestan a urgida.—Eso había salido mejor de lo que esperaba.

La cara de Jessica pasó por todas las tonalidades de rojo mientras los alumnos aullaban ante tal muestra de valentía o estupidez por parte de la princesa. Nadie nunca había ido contra Jessica "la reina indiscutible".

—¡Silencio todos!—gritó el profesor. Sus venas marcaban un cuello rojo y su rostro congestionado parecía estar a un solo paso de explotar. El salón quedó en un silencio divino.— ¿Se merecen el nombre de humanos? Salvajes, eso es lo que son. Pero, ¿saben qué? Me dieron una gran idea. 

Oh, no. No se atreva.

—Para la siguiente clase todos me traerán un ensayo de 8 000 palabras.

Lo hizo. Por un demonio, lo hizo.

El salón entero empezó a quejarse, hacer muecas y todo lo que estuviera a su alcance para mostrar su inconformidad. "Profesor", "No es justo", "¿Cree qué es el único que deja trabajos?", "No sea malo". 

Pero el profesor les dio la misma importancia que le daba a su esposa cuando le hablaba de algún nuevo set de maquillaje. Nada.

—Por sus gritos de euforia me parece que están deseando que suba a 10 000—continuó el profesor con una sonrisa de suficiencia.

Ahora sí podía oírse el vuelo de una mosca por el salón. ¿Quién necesitaba respirar?

Samantha alzó la mano con valentía e hizo la pregunta que nadie se había preocupado por formular: 

—¿Cuál es el tema?

El profesor la miró con una ligera sorpresa que cambió por indiferencia en menos de un segundo.

—Señor profesor—le respondió.

— ¿Qué?— La había agarrado con la guardia baja.

—No le está hablando a un perro, alumna Braconi. ¿O acaso lo cree de esa forma?—él estaba observando su reacción.

¿Pero estaba loco? Nunca había sido su intención faltarle el respeto. Su actitud era la que la hacía rabiar. No quería responder ante eso, sería lo mismo que sucumbir ante su prepotencia.

—Bueno, creo que quieren sus 10 000 pala...

Samantha golpeó su mesa con la palma de la mano y logró captar la atención de todos.

—¿Cuál es el tema... Sr. Profesor?—preguntó dirigiéndose al docente con una voz dulce más falsa que las extensiones de las modelos y una sonrisa en extremo fingida.

Educando a la princesaWhere stories live. Discover now