Prólogo

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Dedicado a todas esas lindas personas que aman leer ...

Aquella pequeña belleza rubia gritó:

—¡Seco, seco, seco! ¡Vamos, de un solo tragooooo!

Su acompañante, un guapo y engreído niño rico se tomó el vaso de licor de golpe.

—Te toca bombón- le dijo guiñándole un ojo.

Ella le dedicó una sonrisa sensual.

—Por supuesto chico sexy— Ni siquiera sabía de dónde había salido aquel semental, pero vaya que disfrutaba la vista. Agarró el vaso y la multitud gritó incitándola a tomar una gran cantidad de licor puro.

—¡No te atreves muñeca!— exclamó un chico entre el gentío.

—¡No me retes!—respondió la rubia con una sonrisa de suficiencia. Acto seguido agarró la botella de whisky y se paró encima de la mesa con las personas rodeándola.

—¡Salud!—gritó antes de empezar a beber del pico. A medida que se acababa la botella las personas iban bajando el volumen de sus gritos. Para cuando se terminó el contenido con un hilo de licor bajando por su barbilla, la gente se había quedado en completo silencio.

—¿Decías?—le dijo al muchacho que había dudado de su capacidad de buena bebedora.

Todo el mundo estalló en aplausos y gritos.

—¡Vikinga, vikinga, vikinga!— era toda su alabanza.

Estaba borracha casi por completo, empezó a sentir calor y se le ocurrió la brillante idea de sacarse la blusa quedando solo con un sostén de encaje de su marca favorita Victoria's Secret .

—¡Música Dj!— gritó a todo pulmón en dirección a Alan Walker.

Sí, ese Alan Walker. Estar en una disco de ricos tenía sus privilegios.

La música sonó más fuerte que nunca y todos empezaron a saltar como animales en un circo. Fabuloso. Hasta que perdió el conocimiento.

***
Se levantó con una terrible resaca y pocos recuerdos de su noche alocada. Estaba en su suave cama tamaño matrimonial cuando escuchó gritos provenientes del pasillo.

—¡Samantha! ¡Samantha Braconi!

Se estaba acercando muy rápido.

Su querida y correcta madre abrió la puerta como un huracán y ella aún no entendía el por qué.

—¡Samantha Braconi, hija del demonio!—oh no, estaba hecha una furia. Pero...¿qué había pasado ayer?

—Pensé que era hija tuya mami—respondió, risueña, intentando aligerar el ambiente.

Su mamá la fulminó con la mirada.

—Dijiste que ya no lo harías, ¡lo prometiste! Tú quieres verme muerta, me matas del disgusto ¡Mala hija, no tienes corazón!—la pobre señora se encontraba muy alterada ante la vida alocada de su única hija mujer.

El rey hizo su entrada ante los gritos cada vez más fuertes de su esposa, llegó junto con él su adorado hermano mayor.

—¿Pero qué pasa aquí?—preguntó el rey intentando imponer la calma.

—¡Que tu hija lo volvió a hacer!—respondió su madre.

—Vamos, no puede ser tan malo—contraatacó su papá.

—Míralo con tus propios ojos—finalizó la reina.

En ese momento la pequeña rubia se dio cuenta de que su rabiosa progenitora tenía un periódico en la mano, el cual le abrió a su papá en la cara. En ese mismo instante la cara del rey cambió. Solo pudo ver seriedad en su rostro, hasta su hermano que también había visto el contenido tenía cara de pena.

—No toleraremos más esto, tus arrebatos, tus locuras, todo se acabó. Ya no habrá dinero ni coches o fiestas por seis meses—Su papá hablaba en serio.

—No puedes hacerlo—exclamó Samantha desesperada—¡Ni siquiera sé lo que hice!

—¡Esto es lo que hiciste!—grita su padre molesto lanzándole el periódico.

Ella lo agarra  y lee la primera plana:

"La princesa real Samantha Braconi choca contra un poste y se da a la fuga. Se presume estado de ebriedad"

Su cara palideció. Nunca la habían sacado con un escándalo de tal magnitud ¡Y en primera plana! Sus padres siempre se encargaban de que no saliera a la luz, gastaban una fortuna en eso.

—Por favor papá, mamá, seré buena de ahora en adelante, no me hagan esto, se los ruego—Puso cara de niña buena y arrepentida.

Notó la duda en el rostro de los reyes, estaba por ganar, "¡muy buena actuación Samantha!", se felicitó a sí misma.

Hasta que el desastre ocurrió.

De su baño personal salió un hombre muy bien dotado en todos los sentidos con una pequeña toalla amarrada a su cadera.

—Cariño, el baño está listo—dijo dirigiéndose a Samantha, luego volteó hacia sus padres— Ustedes deben ser mis suegros, buenos días, un placer.

¿Y este de dónde salió?

No importaba quién era. La había llamado cariño y a sus padres suegros. Estaba perdida.

—¡Samantha!—gritaron rey y reina al unísono.

—Yo lo mato—siseó enfurecido el hermano mayor.

Aquella había sido la peor de sus mañanas y acabó con el pobre idiota desconocido en el hospital y ella frente a una puerta con sus maletas a cuestas. La habían echado del castillo y ahora tendría que vivir con quién sabe que lunático.

Rezó para que no le tocara un loco asesino y, por fin, reunió el valor necesario para presionar el timbre. Apenas pasaron unos segundos y la puerta abierta le dio la bienvenida.

Realmente no se esperaba esa imagen. Poco le faltó para botar baba de su boca abierta.

—Hola, tu debes ser Samantha Braconi.

Santa mierda.

Educando a la princesaWhere stories live. Discover now