9. Tensión

4.6K 441 35
                                    

Capítulo nueve

Tensión

Pasaron la noche allí, en la tumba de Aslan, bajo tierra. Julia tuvo escalofríos cuando Lucy y Edmund le explicaron bien dónde estaban y cuál era la historia del lugar. La Bruja Blanca, anteriormente reina tirana de Narnia que la había mantenido durante cien años en un invierno eterno, había matado a Aslan sobre esa mesa. Pero por la magia insondable, Aslan pudo resucitar, ya que era inocente y había sido matado para salvar a alguien. Ese alguien era Edmund, quien miró hacia otro lado cuando Lucy contó rápidamente aquella parte de la historia.

En realidad, Julia no entendió mucho; solamente tuvo una idea general de lo importante que era aquel sitio. Estaba inquieta, ahora, al saber todo lo que había sucedido en esa mesa. Pero también había otra cosa que la inquietaba. La presencia de Edmund ahora la ponía un poco incómoda, ya que sospechaba que habían compartido el sueño. Si era así, el chicoprácticamente había entrado a sus fantasías, y ahora le daba vergüenza que él supiera qué pasaba dentro de su cabeza. Pero ni siquiera estaba segura de aquello, y no quería arriesgarse a abrir la boca por nada.

Así que así pasó varias horas, ensimismada, metida en sus pensamientos. Nadie reparó mucho en ella, de todos modos, y no solamente porque seguía sentada en una esquina. Todos tenían muchas cosas para hacer, y todas las cosas eran más importantes que Julia, así que pasó desapercibida durante mucho tiempo. A la mañana siguiente apenas podía caminar por los dolores en la espalda por la cabalgata y por dormir en el piso o contra la pared. Los músculos de las piernas le reprochaban cada movimiento. Cuando Caspian llamó a todos al exterior, Julia juntó fuerzas y se levantó de un salto sin prestarles atención a los músculos que se quejaban y salió de la tumba junto al resto. Aún le parecía terrorífico permanecer en una tumba, pero ya se estaba haciendo un poco a la idea. Eso era mejor que quedarse a la intemperie, a merced de lo que rondara afuera por las noches.

Caminó tras Lucy hacia fuera, a través del túnel, tan oscuro como siempre, y luego por la rampa de piedra. El ascenso le costó, pero vio a todos subiendo con tanta facilidad y naturalidad que trató de imitarlos y que no se notara la diferencia de estado físico.

—¿Quieren dedicar la mañana a practicar? —ofreció Caspian.

Edmund y Peter se miraron.

—¿Duelo?

—Sí, por ejemplo —dijo el príncipe y se acomodó el cinturón en el que llevaba la espada—. No sé lo que piensen ustedes, pero yo quiero estar lo más preparado posible para los enfrentamientos. —Julia se retorció en su lugar al oír esto—. Sé usar bien la espada —Peter rodó los ojos—, pero me gustaría poder manejar todas las armas. Por ejemplo, Susan es la experta en el arco aquí...

Esta vez Peter dio un paso al frente y Edmund lo tomó por el brazo para frenarlo, riendo por lo bajo. Caspian enarcó una ceja, aunque no les prestó más atención y se volvió hacia Susan.

—Si no te molesta, me gustaría que me enseñaras algunos trucos de arquería. Sería muy útil si pudiéramos manejar habilidades básicas en todas las formas de defensa.

—Más le vale aprender defensa —murmuró Peter, cerrando sus manos en puños.

—Ya basta —le dijo Lucy.

—Yo creo que es una muy buena idea —dijo Julia, sorprendiendo a todos, incluso a ella misma, con su intervención—. Digo, creo que todos deberíamos aprender.

Caspian la observó, y se ahorró el comentario. Su mirada fue suficiente para hacerla bajar la cabeza.

—Si nadie más va a interrumpirme, creo que es momento de que vaya a practicar.

—Me parece una muy buena idea —dijo Susan, usando casi las mismas palabras de Julia, solo que esta vez Caspian sonrió al oírlas—. Vamos.

Una vez que se estuvieron lejos, Edmund se acercó a Julia.

—No te preocupes por eso, es solo un tonto enamorado.

En lugar de ayudarla, eso la hizo sentirse peor. ¿Es eso lo que opina Edmund del amor, entonces?, pensó Julia. ¿Yo también soy solo una tonta enamorada?

—Enamorado o no —dijo Peter—, no voy a permitir que nadie me trate así. Ni a Susan.

—Creo que todos nos merecemos un buen trato —dijo Edmund.

—Sí. Fuimos reyes de Narnia. ¿Quién se cree él? Llegamos aquí mucho antes que ese tonto. Parece una niña.

—Lo dices como si ser niña fuera algo malo —le dijo Julia, dolorida. Se dio la media vuelta y comenzó a marchar con paso firme de regreso hacia la tumba de Aslan. Pronto se perdió de vista.

—Gracias, hermano —le dijo Edmund—. De verdad que sabes animar a la gente

—No trabajo de animador, Ed. El problema lo creó Caspian.

—¿Qué dices? Tú eres el celoso que tratas a todos de mal modo.

—Claro, porque tú eres un ángel caído del cielo. Aunque, por algo te dejaron caer, ¿no?

Edmund entornó los ojos, y Peter se sacudió.

—¡Por favor! —dijo Lucy—. No debemos pelear entre nosotros, sólo nos haremos más débiles. Debemos estar unidos para no dejar que el tirano rey Miraz nos gane —dijo sabiamente y salió a buscar a Julia.

Ambos hermanos quedaron solos en el silencio del aire libre. Podían ver a lo lejos cómo se preparaba el ejército que había reunido Caspian. En verdad había hecho un buen trabajo para conseguir una buena armada, ya que quedaban muy pocos narnianos vivos. Estaban bien preparados.

Durante unos momentos, lo único que se movía cerca de los dos muchachos era la brisa que agitaba el césped. El ruido de las espadas chocando en práctica ya no los distraía. Había asuntos pendientes entre ambos.

Edmund fue el primero en hablar.

—Lucy tiene razón, no debemos pelear.

—¿Y me lo dices a mí?

—Tú empezaste —se defendió Edmund. ¿No podía tener una conversación tranquila con su hermano? ¿Peter siempre iba a atacarlo, aunque tan solo fuera con palabras? No sabía qué le había pasado, pero de algo estaba seguro: Narnia lo estaba cambiando. Y no para bien.

Infiltrada en NarniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora