La Hamilsquad |V|

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El presidente y el caribeño se dirigieron por los pasillos y se detuvieron delante de una puerta en la que se podía leer claramente en nombre John Adams. George toco una vez y dos veces y tres y cuatro y...

- ¡Adams, ábreme la puerta o te bajo el sueldo!

- ¡Aaaah! ¡Señor Washington enseguida voy!

Adams se apresuró a abrirle la puerta a su jefe el que estaba impacientemente esperando del otro lado de la puerta.

- ¿Señor Washington que lo trae por aquí?

- Busco una oficina para el joven aquí presente.

- Hola...

- Ah...Eres tú. ¿Cuál era tu nombre de nuevo? ¿Jamón? ¿Jalea? ¿Jalapeño?

- Hamilton. Mi nombre es Hamilton.-Dijo el joven con cierta molestia en su tono.

- Así es, su nombre es Hamilton y necesito una oficina para mi secretario.

- Entendido déjeme ver cuáles son los sitios disponibles.

Los tres hombres penetraron en la sala y en lo que Adams buscaba el registro de salas disponibles George y Alexander esperaban. Adams revisaba papel por papel de todo el desordenado file que contenía todo el papeleo sobre las utilizaciones y la localización de las diferentes piezas del inmueble.

- Ni una.

- ¿Ni una?

- Ni una.

- Umm. Si me permite yo en cualquier lado estoy bien. Creo que hasta el baño me puede hacer de oficina.

- Ya lo escuchó. Algo debe haber. Mi padre no compro un edificio de 42 plantas para que no haya ni una mísera pieza para mi secretario.

- Bueno pues...

- ¿Pues?

- Existe esta pieza pero sería un poco ext...

- No se hable más. ¿Dónde queda?

- En su oficina señor.

- ¿En su oficina?-Pregunto el caribeño

- Si.

Adams emprendió su camino hasta la oficina del gerente. Una vez allí se dirigió a una puerta en la esquina del lugar. Hamilton y Washington miraban expectantes curiosos de saber a qué clase ''cuarto secreto'' los estaba guiando Adams. El más bajo saco un manojo de llaves y, después de buscar por un minuto, encontró, entre la gran masa metálica, una pequeña llave. Con esa pequeña y un poco oxidada llave se propuso a abrir la puerta. Esta le dio buena batalla al perezoso director de recursos humanos, no solo la muy condenada no quería ceder ante la llave que destinada a desbloquear su pestillo sino que también le hizo falta a Adams unos cinco buenos empujones para hacer visibles las entrañas de lo que parecía ser un depósito de cosas viejas.

- Eh aquí la cámara de los secretos.

La diminuta habitación estaba llena de afiches publicitarios, máquinas de coser, maniquíes y de todo lo que uno se podría imaginar encontrarse en una casa de modas en los 50's.

- ¿Estás seguro de que esto siquiera es habitable? ¡Por dios, Adams apenas y si tiene ventilación!

- Es esto o nada.

- ¿Hamilton está usted seguro de estar dispuesto a trabajar en estas condiciones?

''¿Que si estoy seguro de trabajar aquí? ¡Me estas ofreciendo trabajo! ¡Como si tengo que trabajar en la acera! ¡Yo de aquí no me voy!'' Pensó determinado Hamilton.

¿Por qué no? ||Jamilton|| (Cancelado y puesto en adopción)Where stories live. Discover now