¡¡¡¡George Washington!!!! |IV|

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Otra vez 5am de la mañana. Otra vez, tratar de verse presentable. Hamilton estaba esperando con impaciencia la hora de irse a su probable nuevo y primer traba oficial. Llegadas la 6am el caribeño ya avía tomado un baño, ce había peinado y ce había tomado su café de la mañana.

Se sentía imparable.

Después de decirle adiós a su ''jefa'', Alexander salió a paso seguro del lugar. Se encamino a la parada de autobuses y se fue dirección a RevModa.

Una vez allí fue recibido por el secretario quien, después de sonreírle amablemente, lo llevo hasta la sala de presidencia. Una vez allí, delante de la puerta, a punto de tocar... Se apendejo. Alexander Hamilton, el de las 1001 entrevistas de trabajo, el que nunca le temió a nadie ni a casi nada, se acobardó. El joven temía que, después de tantas esperanzas, decidieran de no contratarlo. Sin embargo, por más que le temblaran las manos, decidió tomar al caballo las riendas de una vez.

''¡A la puta! ¡Si me contratan me contratan y si no pues, Marco le va a tener que devolver a Hiyotomi-san sus 20$!''

El joven empujo la puerta y se encontró con su futuro jefe. ¡George Washington! El cual estaba manteniendo una conversación con...

- Aaron Burrr, señor.

- ¡Hamilton!

- ¿Ustedes ce conocen?

- Si. El señor Burr me recibió el día de la entrevista.

- Yo ya me voy, señor, estaré esperando ver como resolverá este problema.

- Gracias y Burr... Cierra la puerta cuando salgas.

Solo con su jefe, Hamilton ce estaba muriendo por dentro.

- Hamilton, tu hoja de vida es un diamante en bruto, literalmente. Lo único que le falta es más experiencia de trabajo. ¿Cómo es que nadie te ha contratado aun?

- Bueno vera hay algo que no puse en mi hoja de vida. Yo... soy... inmigrante.

A este punto Hamilton estaba mirando hacia abajo. Tragándose las ganas de gritar todo lo que tenía en mente y de repente, todo paro. LA respuesta que Washington le dio sería algo que lo marcaria de por vida.

-Mhn. ¿Y qué?

Así es, cuatro letras le hicieron el día a Hamilton. Esas cuatro letras que había estado esperando por tanto tiempo poder escuchar. Había llegado el día en el que a alguien, por primera vez en su vida, le valía la proveniencia de Hamilton y lo aceptaba como un ser humano. Hamilton no se lo creía.

- ¿Huh?

Pregunto el caribeño sin creérselo.

- Dije ''¿Y qué?''. Tu hoja de vida demuestra que has trabajado duro para conseguir lo que deseas. No solo por lo que dice si no por la redacción, los detalles, las explicaciones, las referencias, todo. Esa hoja de muestra lo tanto que te has esmerado para conseguir trabajo. No me importa de dónde vengas, que te gusta o que religión prácticas. Yo quiero que trabajes para mi Alexander Hamilton. La pregunta ahora es... ¿Estás tú, dispuesto a ser mi empleado?

A Hamilton se le iluminaron los ojos en una fracción de segundo y, sin poder resistirse a la ola de alegría que lo ataco en ese instante, afirmo su respuesta alto y claro.

- ¡Si! Huh... Digo... ¡Sí! Estaría honrado de trabajar con usted.

-Muy bien vallamos con el señor Adams, con el cual tuvo ''la suerte'' de encontrarse ayer.

- Entendido señor. Aunque tengo una última pregunta. ¿Qué paso con la señorita que me acompañó?

Pregunto Hamilton curioso por saber que le ocurrió a la chica que tan buena competencia le hacía.

¿Por qué no? ||Jamilton|| (Cancelado y puesto en adopción)Where stories live. Discover now