Capítulo 13. Punto de contacto.

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La morena soltó una carcajada de esas que estallaba en mil flores y confetis en el pecho de Alba. Su risa es como el carnaval

- Deja de reírte de mí -le dio un golpe en el hombro y volvió la mirada hacia el tráfico. 


El perfil de la rubia con aquella sonrisa avergonzada hizo que Natalia tuviera unas ganas casi irresistibles de abrazarle. Afortunadamente fueron casi irresistibles y se conformó con admirarla mientras sentía un calor en su interior que nada tenía que ver con que fuera finales de mayo. 


- Eres la persona más mona del mundo, Alba Reche. Imagino que ya te lo han dicho alguna vez -Natalia era incapaz de salir de la nube de adorabilidad en que le había sumido la chica. 

- Alguna que otra, sí -comentó distraidamente, sin mirarle y renovando el sonrojo de antes-. Vamos -agregó cogiéndola de la mano y metiéndose en un taxi. 


Ese roce de manos produjo que sus corazones se saltaran un latido, por lo que decidieron sentarse cada una en una punta del vehículo. Ni aunque el coche hubiera dado tres vueltas de campana se habrían tocado. Distancia de seguridad, pensaron ambas. La morena por su general incomodidad ante el contacto físico; la rubia, que aunque fuera muy cariñosa en sus relaciones interpersonales, porque imaginaba lo poco que le gustaba a la otra. 

Alba dio una dirección a la taxista y se sumió en sus pensamientos mientras miraba a Natalia de reojo, que estaba absorta viendo la ciudad pasar. No se le ocurría qué decir para llenar el silencio y se agobió, sabedora de que si esperaba que fuera su acompañante quien tomara la iniciativa podrían fácilmente no dirigirse la palabra en toda la tarde. No le importaba cargar con el peso de la conversación, pero en presencia de Natalia Lacunza se quedaba en blanco. No quería hacer el ridículo. 


- Pensé que me llevarías al Retiro -comentó la morena sin apartar la mirada de la ventanilla. 

- Demasiado típico, Lacunza -Alba sí que la observaba, y se aplacaron un poco sus nervios cuando la cantante se giró hacia ella, divertida. 

- Alba Reche, huyendo de tópicos. 

- Esa soy yo -y le guiñó un ojo tras bajarse las gafas hasta la punta de la nariz. 


Natalia sonrió fascinada. Tiene la cara más bonita que he visto en mi puta vida y ni siquiera parece saberlo. Su naturalidad le asombraba y la dejaba a cuadros, con un cierto sentimiento de envidia sana. Le encantaría ser así y tenía la esperanza de ir soltándose a medida que avanzara la tarde. 

Llegaron a su destino y descendieron del automóvil. Alba pagó la carrera y, al ver su cara de fastidio, le instó a que se acostumbrara. Esa tarde era su invitada. Caminaron un corto trayecto hasta un bar bastante normal que tenía una terraza maravillosa rodeada de setos. Cuando llegaron se quitaron las gafas y el camarero se acercó a ellas con una gran sonrisa. 


- ¡Pero Alba, cuánto tiempo sin verte por aquí! -dijo en voz alta dándole un fuerte abrazo y dos besos. Era un hombre de unos cincuenta años con el pelo medio cano. Vestía un pantalón vaquero, deportivas desgastadas y una camiseta de Boikot. 

- Pues hará un par de meses que no paso por el barrio, he tenido mucho lío. Ya sabes que siempre que vengo me acerco a saludar -Alba sonreía con todo su cuerpo. Se notaba que se alegraba de verlo y que en aquel lugar se sentía como en casa. Natalia la miraba con ternura. 

La sala de los menesteresWhere stories live. Discover now