La promesa sellada

Start from the beginning
                                    

—Qué rayos...—dijo Thorn notando el color que la piedra había adquirido.

—¿Escuchas eso?—susurró Hardy con un temblor en la voz que a Will no le pasó inadvertido.

Huracán Aguzó el oído pero no escuchó nada fuera de lo común. Entonces Hardy tomó su mano y la apoyó en el muro. Al principio Thorn pensó que a Hardy se le había terminado de esfumar la cordura, pero entonces sintió un movimiento extraño entre sus dedos. El muro de roca comenzó a vibrar cada vez más rápido, y antes de que Hardy pudiera adivinar que estaba pasando Huracán la levantó de un tirón y empezó a correr con ella de la mano como si no hubiese un mañana. Antes de que la sirena pudiera preguntar qué estaba ocurriendo, los muros bajo los que se habían sentado segundos antes se resquebrajaron y trozos enormes de roca empezaron a formar una tumba enorme entre los pasadizos estrechos por los que Thorn trataba de abrirse camino con cada vez más dificultad.

Corrieron desesperados, tropezando a causa del cansancio demasiadas veces, pero los túneles no paraban de colapsar, por lo que Thorn siguió arrastrando a Hardy sin llevar más la cuenta de donde se encontraban. Tras un rato de carrera dejó de ver polvareda y las luces de algunas flores rojizas comenzaron a iluminar el camino pero el capitán no se detuvo, demasiado ansioso pues aún escuchaba el sonido de las rocas cayendo y la tierra abriéndose ahí donde se habían encontrado hace muy poco. Pero las piernas de un hombre cansado tienen su propia mente y cedieron bajo el peso de su cuerpo, tirando a Hardy junto a él en el proceso.

Sirena y capitán se arrastraron como pudieron, aun sintiendo como los túneles se estremecían como las fauces de un dragón hambriento. Siguieron el brillo de las flores que danzaban blancas y rojas al final del camino. Thorn sudaba a montones, dejando un reguero de gotitas a su paso que escurrían por su mentón y se evaporaban al contacto con el suelo que pronto se le tornó demasiado caliente. Con la poca fuerza que le quedaba trató de levantarse y Hardy lo imitó de mala gana pero demasiado confundida para juzgar la situación.

Un rugido retumbó a lo lejos, removiendo más rocas y polvo en el proceso.

—¿Qué fue eso?—preguntó Thorn con la voz rasposa.

Hardy quiso decir que no tenía idea, pero su memoria decidió recordar que eso no era precisamente un rugido, más bien...

—Fuego.

—Por todos los mares—Thorn aceleró el paso de forma torpe, alcanzando la boca del túnel para encontrarse con una escena salida de sus peores pesadillas.

Columnas de roca negra se alzaban portentosas entre lo que solo podía ser descrito como un mar de fuego, con olas que bailaban amenazantes sobre sus cabezas. La cueva en sí parecía elevarse hasta el infinito, vacía de estrellas o cualquier cosa que les indicara a qué profundidad o altura se encontraban. Un aroma acre los agobiaba y Hardy avanzó fuera de la boca con paso vacilante, sin entender cómo era posible que el fuego escurriera como el agua.

Avanzó un poco más, sin atreverse a acercarse demasiado al fuego, cuando se percató que la roca en su mano vibraba. Pero antes de poder darle un vistazo, su mirada se posó en uno de los muros de la cueva, donde una figura no más grande que ella proyectaba sombras enormes y danzantes a causa del fuego.

La figura caminó con paso rápido y seguro hasta donde se encontraban, pero Hardy la había reconocido apenas sus ojos la encontraron.

Huracán tardó unos segundos en entender qué ocurría, cuando notó la figura que avanzaba hacia ellos. Era ella, y la seguridad de que llevar a Hardy ahí había sido una estupidez lo obligó a tratar de ocultarla tras su cuerpo, aunque sabía que no serviría de nada, pues ella ya los había visto.

Huracán Thornbird - Los Seis Reinos #2Where stories live. Discover now