Capítulo 35: Mis padres quieren conocerte.

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Max

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Max.

-... dejes de llorar!

-¡No puedo!

-Chester, va a estar bien.

-No, no. Max por favor, necesito que abras los ojos.

Voces y más voces. Gritos y llantos. Una mano fría apretando la mía. Unos besos calidos en mi mejilla.

No sé cuánto tiempo estoy así, solo reconociendo estas cosas de mi alrededor.

Cuando estoy lo suficientemente consciente me pregunto ¿cómo mierda estoy vivo? Porque lo estoy, ¿verdad? Si esto es el cielo, vaya decepción.

-¿Estás despierto, Gallant? -la voz de un enfermero es el que me trae a la realidad. La habitación de un hospital.

Abro los ojos y los cierro inmediatamente. Me duele cada extremidad del cuerpo.

Estamos solo él y yo. No es exactamente lo que quería ver por primera vez.

-Chester... -es todo lo que digo.

-Los chicos que estaban contigo han ido a desayunar, volverán en un rato, ¿cómo te sientes?

Observo sus ojos chocolate, inspeccionándome.

-Cómo la mierda. -digo sinceramente.

-La sinceridad es buena. -sonríe y luego de hacer mil exámenes más, sale de la habitación.

No pasan ni dos minutos y la puerta vuelve a abrirse, me preparo para una nueva ronda de exámenes o lo que sea que me hagan cuando vienen a verme los médicos y enfermeros.

El rostro decaído de Chester aparece en mi campo de visión. Sonrío y mis pómulos duelen.

Sus ojos se iluminan en cuanto ve que estoy despierto.

Corre a mis brazos, y no me importa el dolor que me atraviesa cuando nuestros cuerpos chocan. Lo vale. Chester vale cada segundo de vida.

Pasar por esta experiencia me deja una sensación extraña, no quiero perder tiempo con Chester, siento que ya hemos perdido el tiempo suficiente. Aún no hemos hecho todas las cosas que quiero que hagamos, aún no. Chester y yo tenemos que durar más que esto.

-Te amo, te amo. -su boca pegada a mi hombro hace que su voz salga amortiguada.

No deja de repetir esas dos palabras. Yo le beso la frente, las mejillas mojadas, los labios dulces y con sabor a café.

Él no se separa, apoya su frente en el hueco de mi hombro y mi cuello y allí se queda, respirando en mi piel causándome unas cosquillas placenteras.

Brett y todo el resto de la banda están por toda la habitación.

-¡Creíamos que te nos ibas para siempre, rojito! -bromea Dan, pero veo sus ojos rojos e hinchados. Sonrío.

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