Capítulo 27: Milán Gallant.

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Max

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Max. 

Mis rodillas tocan el suelo.

Mis manos se reúnen en mi nuca.

Unas manos ajenas arrancan mi máscara violentamente.

Aprieto la mandíbula y retengo todos los insultos que quieren escapar de mi boca cuando siento el frío metal de las esposas rozar mi muñeca seguido de un click.

—¡Oye, eso está apretado! —me quejo pero no me hacen ni caso y comenzamos a descender por las escaleras.

Uno de ellos va diciéndome mis derechos, pero yo no le estoy prestando atención. Lo único que ocupa mi mente es en lo jodido que estoy.

Mi madre me matará.

Mi padre me despellejará.

Salimos del departamento y el viento de la noche me golpea el rostro. Yo mantengo mis ojos en el suelo en todo momento.

El oficial que me está guiando me baja la cabeza bruscamente cuando me sube al patrullero. Yo me quejo, aunque sé que no servirá de nada.

El portazo del coche me sobresalta. Sigo en una especie de estado de shock. ¿Y ahora?

Mi mente va a mil por hora, ¿qué hago?

Sé que tengo una llamada, ¿a quién debería llamar? ¿Quién puede ayudarme en esta situación?

Supongo que mis padres están descartados. No quiero que sepan que tuve las manos esposadas a no ser que sea mi última opción.

El coche arranca y yo sigo mirando la nada, mis ojos fijos en el suelo negro de la parte trasera.

Todo sucede en una neblina, rápido y automático, como si fuera una película y no soy yo el que está viviendo todo esto.

En lo que parece ser una hora o dos, me encuentro en una celda junto con otras personas. El lugar, apesar de estar bien iluminado con unos tubos fluorescentes, tiene un aura oscura y es frío. Me causa una sensación horrible en el interior. Y solo llevo unos minutos.

Aún no me han interrogado ni nada, y tampoco sabría que decir. "Mi amigo quería averiguar si el doctor de su novio es un psicópata."

El tal Asher debería estar tras las rejas.

Van y vienen oficiales uniformados durante varios minutos que parecen horas. Me he sentado en el suelo gris y sucio con mi mejilla pegada al barrote frío. Y perdí la noción del tiempo de esa manera.

Observo de reojo a las otras personas encerradas conmigo. Algunos caminan por el pequeño cuadrado de celda impacientes, tocándose las manos o agarrándose la cabeza; otros están sentados con las manos en las rodillas, algunos rezan. ¿Qué habrán hecho?

Me pregunto que estarán haciendo los demás. ¿Habrán ido directamente a contarle a Jackson lo que encontramos? Tal vez fueron directos a mis padres, a decirles que su hijo está preso.

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