Jugueteo con el último trago de aguamiel de mi vaso, dándole vueltas a la proposición de Farengar, sentada a la barra de La Yegua Abanderada. Hulda, la posadera, se acerca a mí secando un pichel con un trapo.

- ¿Quieres otro trago, Ahrin?

Niego.

- Aún no.

- Avísame si necesitas algo.

Asiento. Han pasado muchos días, muchos meses. Me pregunto si, durante su tiempo de meditación, Vilkas se habrá olvidado de mí y de los sentimientos que sentía hacia mí. Ha sido mucho tiempo, sin ningún mensaje, sin ninguna carta, sola con la incertidumbre y el recuerdo. Sola, con mi amor hacia él en medio del vacío.

Escucho cómo se abren de golpe las puertas de la posada. Unas pisadas apresuradas se acercan mí y noto una respiración acalorada.

- ¡Ahrin!

Me giro, aunque he reconocido perfectamente la voz de Njada.

- Son ellos. Han vuelto.

Mi corazón da un brinco. Dejo el vaso encima de la barra, me bajo del taburete y echo a correr hacia Jorrvaskr.

Atravieso las puertas del Salón del Aguamiel con el corazón en un puño y la respiración agitada. Los recién llegados están rodeados de gente, por lo que casi no puedo verlos, a pesar de su altura. Apenas distingo la rojiza cabellera de Aela entre los brazos de Telma. Incluso Eorlund ha abandonado la Forja de Cielo y se ha unido a la bienvenida. Estoy tan contenta, pero al mismo tiempo tan nerviosa, que ni siquiera me molesto en pedir permiso para hablar con ellos.

Pero tampoco necesito hacerlo, porque Njada habla por mí.

- Abrid paso al Heraldo.

La miro, al igual que hacen todos, y me pongo colorada. Casi hubiera preferido pasar desapercibida. Eorlund, Telma, Ría, Athis y Torvar se apartan, y entonces veo a los recién llegados. Lucen sucios y cansados. Aela es la primera en avanzar hacia mí.

- Me alegro de volver a verte, Heraldo – me saluda.

Después de tanto tiempo y de todo lo ocurrido entre nosotras, y aunque acordamos que no habría rencores, siento como si Aela fuera una desconocida para mí. Intentaré que eso cambie.

- Bienvenida, Aela. Espero que tu comunión en la tumba de Ysgramor te haya dado fuerzas para volver a la caza.

- Nunca me faltan las fuerzas – responde ella.

Sonrío y ella me sonríe de vuelta. Se aparta y veo un rostro de ojos grises avanzar hacia mí. Se me atasca un latido, pero entonces compruebo que es Farkas. Da dos grandes pasos hacia mí y, antes de que pueda hacer nada, me rodea con sus poderosos brazos y me alza casi medio metro en el aire.

- ¡Que ganas tenía de verte, Hermana de Escudo! - exclama.

- ¡Farkas! - lo riñe Njada. - Es el Heraldo. Bájala ahora mismo.

Me río y miro a Njada.

- No, no...

Pero es tarde. Farkas me baja y mira a Njada.

- Ahrin me dijo que podía abrazarla siempre que quisiera.

Njada me mira y yo asiento, sonriente. Ella se encoge de hombros y miro a Farkas.

Compañeros | Completaजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें