Capítulo 1: Carrera Blanca

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Han pasado dos días desde que dejé Cauce Boscoso. Sigo llevando la sucia armadura de hierro que me dio el herrero. Es pesada, pero es mejor que los harapos de prisionera que llevaba cuando su sobrino, Hadvar, me ayudó a escapar de Helgen durante el ataque del dragón. Todavía no me lo creo, haber sobrevivido a mi propia -e injusta- ejecución y al ataque de un dragón en el mismo día. Todo gracias a Hadvar, un soldado imperial. Me acompañó hasta Cauce Boscoso, a casa de su tío, el herrero, donde pude descansar y reunir provisiones para mi viaje. Me pidió que fuera a Carrera Blanca para hablar con su gobernador, el Jarl Balgruuf, ya que el dragón parecía dirigirse hacia allí. Él partió hacia Soledad, capital de Skyrim y sede del Imperio. Y aquí me encuentro, sola, sucia y cansada, siguiendo las indicaciones de unos caminos desconocidos, enfrentándome a lobos y saqueadores, a los cuales puedo derrotar gracias al martillo de guerra que me dio Hadvar, aunque no sin cierta dificultad, rumbo a la ciudad comercial de Skyrim.

Cuando ya empieza a atardecer, distingo la ciudad a los lejos, que se construye a lo largo de la ladera de una montaña. Carrera Blanca. Apresuro mi paso. No quisiera que se hiciera de noche, cerraran las puertas y tuviera que hacer noche a los pies de sus murallas. Pero el cansancio y la pesadez de la armadura no me deja ir muy rápido y, cuando llego a las puertas de la ciudad, prácticamente ya ha anochecido.

Un grupo de mercaderes khajiitas acampa a las puertas. Tienen armaduras más ligeras a la venta, pero no tengo suficiente oro como para pagarles. Me acerco al portón de la ciudad, custodiado por un par de guardas que portan antorchas, sin muchas esperanzas. Ambos visten la armadura de Carrera Blanca, con escudos de color dorado con el dibujo de un león de perfil y cascos que ocultan su rostro.

- Alto – dice uno de ellos cuando aún estoy a varios metros. - Las puertas de la ciudad no se abrirán hasta el alba.

- Necesito entrar, es urgente – respondo.

- Si fuera tan urgente, te habrías dado más prisa en llegar – responde a su vez el guardia.

Aprieto los puños.

- ¡Un dragón ha atacado Helgen y se dirige hacia aquí! - exclamo.

No sé si esa información era confidencial o específica para el Jarl, pero no se me ocurre otra forma de que me abran la puerta. Los guardias se miran a través de sus cascos un instante.

- Está bien, pasa – me dice el guardia, abriendo el portón. - Avisa al Jarl Balgruuf, en el castillo de Cuenca del Dragón. Sigue el camino pasando por el Distrito de las Llanuras, sube las escaleras, cruza el Distrito del Viento y sigue subiendo pasados los pozos hasta el Distrito de las Nubes.

No me queda muy clara la distribución de los lugares que me ha dicho, solo sé que tengo que subir escaleras y buscar un castillo. Cuando las puertas se abren, me encuentro ante una ciudad bonita, de pequeñas casas de madera de tejados bajos. Varios guardias patrullan con antorchas. Algo me dice que, de día, la ciudad estará de lo más viva. Avanzo por el camino al trote hasta llegar a lo que parece la plaza del mercado. Hay varios establecimientos y puestos, aunque están cerrados y vacíos. El único edificio abierto es la posada, La Yegua Abanderada. Es bueno tenerla ubicada ya que deduzco que tendré que alquilar una habitación esta noche.

Encuentro las escaleras que deben llevar al llamado Distrito del Viento. Ahí me encuentro con otra plaza, con un gran árbol en el centro. A mi izquierda hay un templo y, a la derecha, unas escaleras que llevan a un gran edificio alargado con forma ovalada. Debe de ser Cuenca del Dragón. Empiezo a subir las escaleras, pero un guardia me llama la atención.

- ¿Adónde vas?

- Tengo que ver al Jarl – respondo.

- Entonces vas por mal camino. Eso es Jorrvaskr, la sede de Los Compañeros.

Compañeros | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora