Capítulo 5: Túmulo del Hombre Polvoriento

121 13 2
                                    


Cuando le conocí, Farkas me dijo que no era buen conversador, y ahora veo por qué. El camino transcurre en silencio, a excepción de unas pocas explicaciones por parte de mi hermano de escudo. Me dice que nos dirigimos a un lugar llamado "Túmulo del Hombro Polvoriento". Como su propio nombre indica, se trata de una antigua tumba nórdica, y me advierte que probablemente esté llena de esqueletos y draugrs. He luchado contra esqueletos antes, en mi viaje a Alto Hrothgar, pero nunca he visto a un draugr, aunque he oído hablar de ellos: muertos vivientes, cadáveres andantes. Peligrosos y letales. Agradezco a los Ocho que Farkas esté conmigo. En ocasiones, cuando le miro de soslayo, tengo la sensación de ver a Vilkas, solo que con el pelo más largo y otra armadura. Pero sé que no es él. Lo sé, porque la sensación que tengo cuando le miro no es la misma.

El túmulo no está muy lejos de Carrera Blanca, apenas a medio día de camino. Únicamente nos paramos a comer un poco, pero ni siquiera encendemos un fuego. Aprovecho el momento para intentar entablar una conversación con Farkas.

- Farkas...

- ¿Mm? - Él sigue comiendo.

- ¿Por qué te uniste a los Compañeros?

Farkas sigue comiendo. Por un instante, temo que no me vaya a contestar, y estoy a punto de volver a centrarme en mi comida cuando su respuesta me detiene.

- Vilkas y yo hemos vivido en el Llano desde pequeños. Nuestro padre, Jergen, nos crió como guerreros. Partió a luchar en la Gran Guerra. Nunca volvió. Kodlak nos acogió. Entramos en el Círculo siendo muy jóvenes. Los Compañeros son mi familia. Me preguntas por qué me uní. Para luchar, y que otros no tengan que hacerlo por mí.

Miro a Farkas. Alguna vez he oído decir por Jorrvaskr que Farkas no es muy inteligente, pero sus palabras sí me lo parecen. Es alguien honorable, sincero y bueno. Me gusta y me siento cómoda con él. Más cómoda que con Ría. Siento una presión en el pecho al acordarme de ella.

Farkas se pone de pie.

- Debemos continuar.

Me apresuro a terminarme mi bocadillo, me sacudo las migas y yo también me pongo en marcha.

Cuando llegamos al túmulo, apenas hay luz. El sol ya se ha puesto, y el cielo tiene la tonalidad ambarina previa a la noche. La tumba es subterránea. Una cavidad redonda excavada en la tierra y una pequeña escalera de caracol llevan a una puerta de hierro.

- Entremos – dice Farkas, bajando por la escalera.

Sin decir nada, le sigo, y ambos atravesamos las puertas.

Nada más entrar, me doy cuenta de que algo no va bien. Farkas se pone en tensión, y se lleva la mano a la empuñadura de su mandoble, aunque no lo desenvaina.

- ¿Qué ocurre? - pregunto.

- Alguien se nos ha adelantado.

Miro la estancia. Es amplia, con paredes de piedra y una mesa de madera en el centro con varios platos de madera. Un par de urnas de oro a los lados de un arco que da a un oscuro pasillo iluminado por antorchas. Nada da a entender que haya gente dentro, pero supongo que el instinto de batalla de alguien como Farkas es bastante más agudo que el mío.

- Mantente alerta – me aconseja.

Asiento y ambos avanzamos por el túmulo. Sorprendentemente, no nos sale al paso ningún esqueleto ni ningún draugr. Todas las lápidas están cerradas, y en las que están abiertas descansan los esqueletos inertes de quienes las ocupaban. Los miro con desconfianza, temerosa de que vayan a levantarse. Seguimos caminando por un par de estancias más, pero solo encontramos herramientas de embalsamar, libros viejos y estropeados y alguna que otra urna vacía.

Compañeros | CompletaUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum