Capítulo 7: La Mano de Plata

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- ¿Adónde vamos?

- Hay un grupo de cazadores de hombres lobo acampado aquí cerca, en Roca del Cadalso – responde Aela, sin detenerse. - La Mano de Plata. Creo que ya tuviste el placer de conocerlos.

Asiento.

- Los aniquilaremos. A todos ellos.

Soy yo la que se detiene.

- ¿Por qué? - pregunto.

- ¿Por qué? - repite la Cazadora. - Porque intentan matarnos. Son nuestros enemigos acérrimos, y ahora podemos tenderles una emboscada. Considéralo un regalo por tu unión al Círculo. Tu propia cacería.

Recuerdo cómo los guerreros de La Mano de Plata rodearon a Farkas en el Túmulo del Hombre Polvoriento. Eran casi diez contra uno. No había clemencia en sus ojos, solo ansias de matar. Es cierto. Nos asesinarían sin miramientos si pudieran. No quiero que les pase nada a mis Hermanos.

- Skjor va por delante, explorando el camino – me informa Aela.

Asiento y ambas apretamos el paso.

El fuerte de Roca del Cadalso se alza ante nosotras a apenas unos metros más adelante. Varios puntos de luz se mueven de un lado para otro, antorchas portadas por nuestros enemigos. Aela saca su arco y yo la imito, y entre las dos nos deshacemos de los guardias limpiamente y en silencio. Luego, avanzamos sigilosamente hasta la puerta y entramos dentro de la fortaleza.

Lo primero que vemos es la cabeza de un hombre lobo clavada en una lanza. Ahogo un grito, pero Aela me calma poniéndome una mano en el hombro.

- Tranquila, no es Skjor.

- ¿Cómo lo sabes?

- Lo sé – dice solamente.

Pero la forma en que lo asegura me hace recordar las palabras de Njada la otra noche: "Dicen que entre Skjor y Aela hay algo". Me saco esos pensamientos de la cabeza y me concentro en la misión.

- Sigamos - apremia Aela. - No quiero dejar solo a Skjor mucho más tiempo.

Asiento y empezamos a bajar las escaleras hacia el interior de Roca del Cadalso. Avanzamos por varios pasillos, con algunos guerreros de La Mano de Plata que nos salen al paso, pero nos los quitamos de encima fácilmente. Al cabo de un par de esquinas, llegamos a lo que parece una mazmorra. Hay varias celdas, y la mayoría está ocupadas por hombres lobo. Algunos están muertos, y otros moribundos. Aela se lleva las manos a la boca, yo aprieto los puños. Corro a la primera celda, saco una ganzúa y fuerzo la cerradura. Sin embargo, aunque tiene la puerta abierta, el hombre lobo ni siquiera se mueve. No me doy por vencida y lo intento con la siguiente celda, y con el resto de celdas cuyos prisioneros todavía respiran, pero ninguno se mueve.

- No podemos hacer más por ellos... - murmura Aela, con tristeza.

No nos demoramos más en ver como nuestros camaradas hombres lobo sufren y mueren, y seguimos avanzando. Un par de guerreros más aparecen por los pasillos, pero no nos encontramos con mucha más resistencia. Es extraño.

- Nos acercamos – anuncia Aela, cuando bajamos otro tramo de escaleras. - Su líder está cerca. Lo llaman Krev el Desollador. No creo que tenga que explicarte por qué.

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