Capítulo 5. Reglas.

Start from the beginning
                                    


- Bueno, pues dime, ¿qué te trae por aquí? 

- Esto -de nuevo levantó el brazo escayolado y volvió a poner una mueca. Tenía una cara muy expresiva y a Alba le hizo gracia. Era evidente que no estaba muy contenta con su yeso. 

- Eso me lo podía imaginar -sonrió. Natalia parecía, de repente, muy pequeña-. Cuéntame. 

- ¿Qué clase de fan eres que no estás al tanto de las últimas noticias? -comentó la morena cabeceando de un lado al otro fingiendo decepción. 

- De la clase a la que no le interesa tu vida privada -soltó Alba apurando su café. Le dio cierta vergüenza que Lacunza asumiera que era fan, porque eso solo podía significar que su cara había sido un poema al verla. Mierda

- Esas son mis favoritas -sonrió Natalia. Parecía relajarse de nuevo. Alba comprendió lo que necesitaba y continuó. 

- ¿Qué te ha pasado? 

- He traído una carpeta con toda la información médica, toma -se la alcanzó, Alba la cogió y la dejó sobre la mesa delante de ella, sin abrirla. Natalia la miró sin entender. 

- Ahora la leo. Pero primero cuéntame tú qué ha pasado. 


Cuando Natalia había buscado referencias sobre Alba Reche había ciertos comentarios de la gente que no alcanzaba a comprender, hasta ese instante. Sus pacientes solían decir que tenía métodos especiales, y aunque Natalia no adivinaba en qué podría beneficiar a su tratamiento que ella contara de viva voz su dolencia, no pensaba llevarle la contraria a la fisio. 


- No sé si sabrás que me dedico a la música y que hace poco saqué disco -comentó con ironía. Alba se recostó en la silla y sonrió. Tiene sentido del humor, bien-. Por lo visto el lanzamiento fue genial y el grupo estaba contento. Me mantearon, alguien me sujetó mal y el suelo se precipitó contra mi mano. Me rompí la muñeca, me operaron, y aquí estoy, para programar la rehabilitación. Puedes imaginar que tengo muchas ganas de volver a trabajar -puso una cara de no haber roto un plato que no se la creía nadie. 

- Así que el suelo se precipitó contra tu mano... -comentó la fisio con seriedad. 

- Como te lo cuento. 


Alba abrió la carpeta sonriendo. Si algo había tenido claro hasta ese día era que Lacunza debía tener un carácter taciturno, teniendo en cuenta las canciones que hacía, y ahora resultaba que tenía ante sí a una graciosilla. Al medio minuto la volvió a cerrar y miró fijamente a Natalia, que volvía a poner su cara de inocencia. ¿Cómo podía ser tan guapa? La rubia necesitaba de toda su concentración para no perderse en las líneas de su cara. Esa chica no podía ser real. 


- ¿Y ya está? -preguntó acusadoramente. 

- Bueno... -la cantante apartó la mirada buscando la manera de explicarse-. También tengo una pequeña tendinitis en la mano. Nada importante, cosas de músicos. 

- Tienes una tendinitis de campeonato -comentó Alba volviendo a abrir la carpeta. Le enseñó una resonancia y le señaló una mancha-. ¿Lo ves? Debería tener la mitad de ese tamaño. ¿Cuánto tiempo llevabas con dolor? 

- Nada, unas semanas -Alba la miró alzando una ceja. Mierda, a ella no la puedo engañar-. Unos meses.  

- Madre mía. 


Alba se llevó una mano a la frente. No quería ni imaginar cuánto le debía haber dolido y le dolería aún. No podía entender el motivo por el que había llevado tan lejos una lesión de la que se hubiera recuperado con reposo y unas cuantas sesiones. Estaba montada en el dólar, tenía reconocimiento nacional e internacional y sus discos se vendían como churros. No era necesario ese dolor.

La sala de los menesteresWhere stories live. Discover now