Sangre

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Era ya más de medianoche cuando un hombre ya adulto estaba regresando a su hogar. Este estaba demasiado relajado hasta que sintió una presencia pasar detrás de él. En un rápido movimiento se dio la vuelta, para atónito comprobar que no había nadie allí.

—Sería mi imaginación...

Le comentó, a lo que él creía, la nada. Prosiguió con su camino a su hogar sin volver a voltearse. La oscuridad era tal, que pensó que esa sensación de que alguien le observaba era por el miedo que sentía. Pero en este caso no era así... ignorar a nuestros sentidos no siempre es bueno.

—Te encontré...—comentó una ronca voz desde una esquina de una calle.

El hombre escuchó aquella voz que ni siquiera se había tomado la molestia de ocultarse. Se volteó lentamente temeroso de lo que la oscuridad escondía. Al no ver nada pensó que había sido una jugarreta de su mente.

Sin embargo su corazón latía a un ritmo anormal. Demasiado rápido. Todos sus instintos estaban en alerta, y listos para un posible ataque. El hombre, ahora devorado por el miedo, trataba de respirar con normalidad.

Entre jadeos comenzó a huir de la nada. Hasta que algo atravesó su gemelo izquierdo. Perdió el equilibrio y acabó por desplomarse.

—¡Argh!—sus jadeos aumentaron al descubrir el objeto con el que había sido atravesado. Era un cuchillo de bordes dentados.

Miró por encima de su hombro para averiguar si había alguien, pero al no ver a nadie, en vez de relajarse se tensó aún más.

Quien quiera que hubiese sido seguía allí, de eso era lo único de lo que estaba seguro. Debía estar oculto entre las sombras de la noche.

Pensar en ello hizo que un enorme flujo de adrenalina atravesase su cuerpo. Acto seguido sacó el cuchillo, importándole poco la herida que se había formado.

Gracias a la adrenalina logró correr a través de las vacías calles en poco tiempo sin sentir dolor alguno mientras dejaba un rastro de sangre tras de si.

Se sentía indefenso, por ello necesitaba llegar a su hogar y coger algún arma para defenderse. Al poco tiempo logró llegar a su destino. Abrió la puerta y se adentró en su hogar cerrando la puerta de un fuerte portazo.

Una vez dentro perdió todas sus fuerzas y aun jadeando se desplomó en mitad del pasillo. Aunque ya no sentía esa presencia, sus instintos le indicaban que no debía relajarse por el momento. Por ello se levantó y apoyándose en las paredes del pasillo logró legar hasta la cocina.

Cuando, caminando a rastras, intentó alcanzar un cuchillo que se hallaba en el fregadero, escuchó el chirrido que producía la puerta de aquel lugar producía al ser cerrada.

Su corazón latía a mil por hora, sus jadeos eran demasiado rápidos y desordenados. Con sus ojos bien abiertos se volteó. Perplejo comprobó que no había nadie allí con él. Su instinto le pedía a gritos que huyera y que pidiera ayuda, sin embargo él lo ignoró. Sin haber tomado ningún cuchillo del fregadero, se dirigió hacia la puerta que ahora se hallaba cerrada. Dudoso la abrió lentamente, produciendo así un horrible chirrido.

Cojeando se mantuvo en pie mientras revisaba si estaba solo en su casa. Su error fue centrar toda su atención a una única dirección: el final del pasillo. Se encaminó hacia esa dirección y entró en la sala de estar una vez que llegó al final del oscuro pasillo. Hasta ese momento no había recordado que él no era el único que vivía allí. Él vivía con su mujer.

A la cual encontró tendida en el suelo con una gran herida en la espalda. No se movía, sabía que estaba muerta al comprobar que no respiraba.

Otra vez su instinto gritaba de miedo. No le dio importancia ya que seguía paralizado observando el cadáver de su mujer. No era porque sintiera pena por ella. Ya que él no se casó con ella por gusto, no sentía amor hacia aquella mujer que a diario maltrataba y culpaba de su vida. Simplemente estaba paralizado por el miedo.

Alguien, probablemente el que la había estado siguiendo, había entrado en su casa antes siquiera de que él llegara. Pero ¿por qué le siguió en la calle en vez de esperar allí a su llegada?

Si ya había silenciado a su mujer no tendría ningún inconveniente en esconderse y esperar por su llegada y matarle sin más. Entonces un siniestro pensamiento pasó por la mente del hombre.

—Todo esto... ha sido un juego...

—... y tú mi juguete...

El miedo nubló su vista. Sentía la respiración de aquella siniestra presencia en su nuca. Estaba demasiado cerca. En ese momento sintió un mordisco en su cuello. Unos colmillos perforaron su yugular. En ese momento reaccionó y logró alejar a aquella presencia de su cuello.

—¡Maldito monstruo! ¡Eres un maldito sádico!

—...—el silencio de aquella presencia, que lucía como un escuálido chico de no más de dieciocho años, hizo que el hombre se tensara más.

—¿¡Te crees un vampiro o algo para hacer eso!?

—...—seguía en silencio en la misma posición.

Lentamente levantó su cabeza, dejando a la vista un semblante ensombrecido que asustó aún más al hombre. Su boca estaba llena de sangre fresca que lentamente relamió con su lengua. Su cabello celeste parecía ser del mismo color que la luz de luna que se colaba por la ventana, alzó su vista intimidando al hombre.

Su mirada verde aqua era tan afilada que parecía que podría despedazarlo allí mismo con la dureza de esta. El hombre comenzó a respirar de forma entrecortada mientras retrocedía ante el avance de aquel chico.

—Soy un monstruo... en eso tienes razón... pero no soy un vampiro... eso ni siquiera existe...—el más mayor tropezó con el cuerpo de su mujer y acabó cayendo sobre su herida abierta de su pierna—... soy un sicario... eso si que existe...

—¡No te acerques! ¡A-aléjate!—gritó tratando de levantarse.

En cuanto logró levantarse pasó corriendo al lado del sicario tratando de huir. Sin embargo ya era demasiado tarde.

Justo en el momento en que sus dedos rozaron el pomo de la puerta de la entrada, comenzó a tambalearse. Inmediatamente después un líquido escarlata comenzó salir a borbotones de la profunda herida de su cuello. Con un movimiento rápido el sicario clavó un cuchillo en su nuca. En ese momento la rapidez en que el líquido escarlata salía se intensificó.

El hombre siquiera pudo decir sus últimas palabras antes de caer muerto al suelo.

El único que quedó en pie, se limpió el resto de la sangre que tenía alrededor de la boca.

En verdad la verdadera intención del peliceleste había sido desconcertar al hombre por completo, y que no prestara atención a la sangre que estaba perdiendo por la herida que le causó en la yugular. Él sabía que tarde o temprano su presión arterial descendería drásticamente y que acabaría tendido en el suelo. Esa herida era letal de por sí pero quería rematarlo de una forma más fácil. En verdad si que era un monstruo ya que jugaba con sus víctimas hasta el final.

Un móvil resonó en el silencio que se había formado en el lugar. El único en pie, comprobó el mensaje que acababa de llegar a su móvil.

—"Eso es todo por hoy..."—leyó en voz alta.

Sin más el peliceleste abrió la puerta y se fue de aquella casa. Al salir la luz de la luna se reflejaba en su cabello celeste.

—Supongo que esta vez tampoco dormiré mucho...— comentó mirando hacia la luna la cual cada vez se alejaba más indicando que pronto se haría de día.

Crazy To Love YouWhere stories live. Discover now