Capítulo 7- Un nuevo despertar

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Abrió los ojos muy lentamente como si le pesaran y cada parpadeo fuera un esfuerzo fatigoso e insoportable. No sabía bien donde se encontraba y apenas sí recordaba algo. Examinó el lugar y pronto se descubrió tumbada en la cama de su cuarto.

La habitación estaba vacía, miró por la ventana con la esperanza de saber que parte del día era. Estaba desorientada y dolorida, sobretodo dolorida. Le dolían las piernas y los brazos, la cabeza parecía que le fuera a explotar en cualquier momento y no dejaba de notar pequeños espasmos en el pecho que le dificultaban la respiración volviéndola irregular y cansada.

 Por la ventana entraba el sol en su máximo esplendor, era mediodía. No podía pedirle explicaciones a nadie porque todos debían estar en clase o comiendo. Intentó, en un esfuerzo de concentración sobrehumano, comprender el porqué de su estado, cómo había llegado ahí y quién la había traído.

Recordó las pruebas de natación, el agua prácticamente helada, la plataforma, los doscientos metros que recorrió a nado. Recordó que alguien la sacó del agua con los brazos y la sentó en el suelo. Recordó que la taparon con toallas y la sujetaron en brazos. Recordó a Edward.

 Edward era quién la había salvado, él la gritó por arriesgarse de ese modo y la llevó hasta su cuarto. Recordó también las voces de Theo y Robert en algún momento, la discusión de este último con Edward y la sorpresa de Cristina por verla en tal estado. Recordaba todo eso muy vagamente, como si una cortina blanca le impidiera ver con claridad los sucesos anteriores, tampoco muy segura de si realmente habían pasado como imaginaba.

-Buenos días dormilona.- la dulce voz de Sophia irrumpió el silencio de la habitación. Llevaba en las manos una bandeja con comida, agua y dos tubos de pastillas.- Tal vez, debería empezar a decir buenas tardes.- le sonrió muy amigablemente, con ternura. Se acercó a Elizabeth, dejó la comida en el escritorio y  la ayudó a incorporarse y apoyarse en la cabecera de la cama.

-Hola.- murmuró ella sin mucho entusiasmo.

-¿Cómo te encuentras? Llevas dormida desde ayer a las siete. La enfermera te subministró antitérmicos y luego te dio algo para que descansases. ¿Te acuerdas?

Negó con la cabeza y cerró los ojos intentando calmar el dolor de su cuerpo por el reciente esfuerzo de moverse.

-Ella dijo que seguramente no lo harías así que no te preocupes. Hemos estado muy angustiados por ti, Theo ha venido esta mañana y Robert se quedó anoche hasta tarde contigo. Cristina y yo hemos hecho turnos para vigilarte durante la noche para ver si despertabas o necesitabas algo.

-No tendríais que haberos molestado, estoy bien. Con algunas molestias pero bien.- hizo una larga pausa, Sophia se acercó a la bandeja y la puso encima de la cama.- No tengo hambre, en realidad solo quiero dormir.

-De eso nada, la enferma nos dijo que cuando despertaras comieras y te tomaras las pastillas.- Sophia la miró detenidamente como si quisiera examinarla y saber que escondía la melancolía de su mirada.- Ves comiendo que mientras yo voy a por ella para que te examine, no tardaré.

Sin más demora de la estrictamente necesaria se fue por la puerta y la cerró detrás de ella dejando a Elizabeth otra vez sola. Iba a beber agua cuando un recuerdo repentino y nuevo provocó que tirara el vaso en la cama y se empapara toda ella. La nota. Antes de desmayarse ella cogió una nota que estaba encima de la almohada. Una nota con solo dos líneas escritas y un mensaje claro. Alguien la había visto con Edward y la estaba amenazando.

"Sé con quién estuviste anoche. Este es solo el principio del juego" decía el trozo de papel perfectamente recortado que a duras penas leyó.

La busco frenéticamente entre las sábanas, en las almohadas, en las mantas e incluso debajo de la cama, pero nada. No había rastro o señal alguna de la misteriosa nota. Era como si se hubiera evaporizado  en el aire y hubiera dejado de existir. Volvió a mirar, abrió los dos cajones de la mesa de noche, retiró la lámpara y hojeó los libros que más a mano tenía por si se le había ocurrido ponerla ahí aunque estaba segura de que no. La nota debería estar allí, aún podía sentirla entre las yemas de los dedos. Estaba absolutamente segura.

ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora