Capítulo 25- Y entonces se miraron todos.

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Elizabeth durmió hasta mediodía por el efecto de la medicación. El equipo de limpieza y mantenimiento había retirado la puerta del armario y las enfermeras prefirieron que se quedara todo el tiempo en la habitación, opinaban que un traslado podría ser negativo para su estado. Cristina había procurado mantenerse despierta toda la noche para vigilar que no sufría cambios y su presión era estable, una auxiliar de enfermería también había estado con ellas.

A Sophia la obligaron a trasladarse a otra habitación aquella noche ya que dos personas pendientes de ella eran más que suficiente y su presencia podía ser demasiado en una habitación no muy grande.

Theo y Robert habían insistido que ante cualquier variación los avisaran. Emma y Ben tuvieron que volver a su residencia tras pasar el toque de queda, igual que Edward y Gale.

Por discreción, Theo no había contado a nadie lo del beso y jamás hubiera sospechado que Edward lo había presenciado y que Gale lo suponía.

Por primera vez sintió esperanza. Esperanza de victoria, de creer que podría conseguirla y tener la oportunidad de hacerla feliz. La adrenalina aún le recorría cada de centímetro de piel y el dulce tacto de labios carnosos y suaves parecían ser fruto de un sueño. Fruto de la eterna primavera, fruto del universo. Fruto de la eternidad. Así era Elizabeth para Theo. Así la quería y así la sentía.

No pudo dormir, tampoco quiso. Temía que si se dormía despertaría y se daría cuenta de que no había sido tan real como él imaginaba, como él lo deseaba. Horas y horas de insomnio humedeciéndose la boca y pasándose los dedos por la cara, el cuello y las manos. Por todos aquellos lugares en que ella le había tocado. No se podía sentir más dichoso, no se podía sentir de ningún modo y a la vez de todos. En algún momento de la madrugada, mientras desde la cama miraba al cielo, recordó una frase de su película favorita. El héroe estaba a punto de morir, le habían herido con una flecha, por salvar a su amada y ésta de rodillas ante él no cesaba de llorar, el protagonista le acarició el pelo y le susurró la frase más hermosa que Theo hasta entonces había escuchado: "Me has dado paz en una vida de guerra", luego, murió hundido en un beso. Un beso como el que se dieron. Corto, intenso, deleitoso, suave, lento.

Elizabeth despertó entre lágrimas y sudor, estaba sobresaltada. Cristina, que estaba medio dormido en una silla al lado de la cama, se reincorporó veloz.

-¿Te encuentras bien? ¿Necesitas algo?- preguntó sosteniéndole la mano.

Negó con la cabeza. Secándose las lágrimas y apretando el edredón con las manos.

-He soñado con algo muy triste pero no recuerdo que es.- le dijo a su amiga.

-Hablabas en sueños, incluso has gritado un par de veces. No quería despertarte. Casi no se te entendía, parecías discutir contigo misma. Pero había dos nombres que no cesabas de repetir, una y otra vez durante horas: Edward y Theo.

Ahogó un suspiro. Cerró los ojos y deseo morirse.

-Cristina...-susurró- He de contarte algo, por favor no te enfades conmigo.

Ella le miró interrogante.

-Anoche, cuando estaba tumbada besé a Theo. No fue algo que tuviera planeado, nunca me lo planteé pero ocurrió.

Los ojos de Cristina se iluminaron y su rostro palideció. Se mostró totalmente sorprendida y algo decepcionada. Cristina sabía que él nunca le había prestado atención y que su historia de amor eran meras fantasías y con Gale habían habido ciertos acercamientos. A pesar de eso, no se quedó indiferente.

-Justo antes de eso, Edward se me declaró.- se escondió la cara entre las manos.- Soy una estúpida. Me siento culpable y avergonzada pero...

-¿Pero qué?- le instó.- Probablemente estarías bajo los efectos de los medicamentos, no fue tu culpa. Estabas muy ida.

ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora