-Hola Noe, te abro.

Oigo los pasos de Noe al subir a mi casa y a los pocos minutos aparece con una sonrisa como nunca la había visto antes.

La doy dos besos mientras la pregunto qué tal la va todo.

-Bien.- responde con una gran sonrisa.

-Vaya, creo que hay algo que tienes que contarme.

-Alex, está mucho mejor.

La noticia me pilla un poco por sorpresa, quizás debería haberle ido a ver antes, pero mis últimos días habían sido bastante ajetreados.

-Me alegro mucho, pero todavía estará guardando reposo, ¿no?

Noe suspira.

-Ya sabes lo cabezota que es. Ha vuelto a entrenar con el ejército.

Claro que sé lo cabezota que es pero pensé que ella no le conocía lo suficientemente bien para hablar con tanta familiaridad de Alex.

-Vaya, ¡qué gran noticia! Tendré que ir a verle cuanto antes.

La invito a tomar un café y seguimos hablando un rato sobre Alex.

-Cambiando de tema,- dice con una gran sonrisa.- Carla me ha dicho que sus padres van a esperar un par de meses para irse a Francia.

-Eso es una gran noticia

-Sí, tenemos que quedar un día todas y ponernos al día.

Yo asiento mientras tomo un sorbo de mi café.

-Seguro que nos tienes que contar algo de Gavan.- comenta en voz baja pero aún así la oigo y sin poder evitarlo mi ruborizo al pensar en el beso de hace unas pocas horas.

Al no contestar Noe me mira y se da cuenta de que pasa algo.

-¿Por qué te has puesto tan roja?

-Por nada.- respondo intentando calmarme.

No sé por qué me pongo así sí para él está claro que no ha significado nada.

-Algo pasa, y sabes que odio las mentiras.- replica Noe mirándome fijamente.

-Nos besamos.- susurro casi sin querer.

Noe se atraganta con el café y en ese momento sé que debería haber mantenido mi boca cerrada.

-¿En serio? ¿Cómo fue? ¿Le besaste tú a él? –Noe me bombardea a preguntas y con cada una de ellas su voz se va elevando. -¡Sabía que esto iba a pasar!

-Relájate Noe. Mis hermanos están en casa.

-Vale vale, pero cuéntamelo.

-No hay nada que contar. Fue un simple beso.

-No me puedo creer que después de besarle todavía sigas escondiendo tus sentimientos, Annie.

-¡Pero es que no sé lo que siento!- grito alterada sin controlarme.

Noe se queda callada un rato y luego susurra:

-Yo creo que sí que lo sabes, lo que pasa que no te gusta lo que sientes.

Noe tiene más razón de la que me gustaría pero mis sentimientos dan igual. Él me dijo que iba a parar esta locura, es decir, sus sentimientos hacia mí.

-Annie, tengo que irme. Pero antes te voy a dar un consejo como amiga. Deberías hablar con él y decirle lo que sientes.

No digo nada más sobre el tema, sé que es inútil y que Noe jamás pensará como yo. Para ella en cuanto al amor, no hay fronteras que valgan. Ni la edad, ni la política, ni la religión, ni la nacionalidad.

A veces desearía pensar como ella.

Esa noche apenas duermo. No puedo de parar de pensar en Gavan. Mi corazón me está traicionando, no puedo quererle. Simplemente tengo que pensar más con la cabeza y dejar los impulsos de mi corazón a un lado.

Por la mañana me levanto temprano. No desayuno ya que queda poca comida y quizás pasen varios días hasta que pueda comprar algo más.

Está amaneciendo cuando me dirijo a casa de Alfonso, y rezo para que no haya vendido el diamante.

Llamo a la puerta, pero nadie contesta. Que yo sepa Alfonso siempre está en su casa así que vuelvo a llamar, sigue sin suceder nada.

Me doy la vuelta y comienzo a caminar. Pero entonces se oye el sonido de la puerta.

Alfonso está en la puerta con muy mal aspecto y apoyado en la puerta ya que dudo que pueda sostenerse él solo en su estado.

-Ah,- dice sin ocultar su decepción.- eres tú.

-Sí, soy yo. Necesito tu ayuda.

-No voy a ver a ningún enfermo más. –noto que le cuesta hablar pero se las apaña para que su voz tenga un tono de desprecio.-Te lo dije.

-Lo sé. No he venido por eso. Necesito que me devuelvas el diamante. Me da igual lo que me pidas.

Suelta una carcajada que acaba en una tos seca.

-Niña, no hay nada que te pueda pedir de mayor valor que un diamante.

-Quizás deberías pensar más en tu salud y menos en el dinero. ¿Dónde está tu nieto?

-Eso no te importa.- responde acompañado de la tos.

-Seguramente te abandono y por eso estás así. Necesitas ayuda y por mucho que quieras el diamante no te va a ayudar en esto.

-Puedo conseguir dinero y que alguien trabaje para mí.

-Estoy bastante segura que se aprovecharían de ti. ¿Sabes? He venido porque necesito tu ayuda. Pero creo que tú también necesitas la mía.

-Eso es una gran mentira.

De repente su cuerpo se dobla y pierde el equilibrio aunque antes de caerse consigue agarrarse a una mesilla.

-Déjame ayudarte.

Empiezo a acercarme a él, aunque no me mira tampoco me dice que me vaya así que le ayudo a incorporarse y entrando en la casa le ayudo a sentarse en su sofá.

-Gracias.- susurra con una profunda carraspera. Sé que esa palabra viniendo de él significa mucho.

Con mucho esfuerzo lleva la mano al bolsillo de su camisa y saca el pequeño diamante.

-Supongo que no me sirve de nada el diamante si me muero igualmente.

Extiende la mano hacia mí y noto que una carga en mi cuerpo se libera.

Me guardo el diamante en un bolsillo mientras se lo agradezco.

-Pero a cambio del diamante necesito que trabajes para mí. Prometo pagarte algo de dinero.

-Está bien.

*Nota de la autora: Hola de nuevo! Sinceramente creo que mi inspiración se fue de vacaciones por eso me ha costado tanto escribir este capítulo. Además ya he empezado las clases con lo que voy a estar muy liada. Me espera un curso duro pero aún así espero poder sacar algo de tiempo para escribir. Muchas gracias por vuestra paciencia.

Cada vez veo a más gente leyendo la historia lo que me alegra enormemente, gracias por todos los comentarios y los votos :)

Besos xx

El Soldado Del VientoWhere stories live. Discover now