15

152 20 3
                                    

NARRA SHAWN

Brian iba a dispararme, mi mejor amigo, con el que había compartido todos los momentos felices de mi niñez y adolescencia, en el que había confiado plenamente sin siquiera dudarlo. Él quería lo que yo tenía, siempre había sido así, desde chicos, pero hay algunas cosas que jamás, por más que intentes, se pueden cambiar. Él quería a mi hija y quería a Astrid, a las dos personas más importantes de mi vida, pero no se lo permitiría, lo hubiera matado con mis propias manos.

Unos milisegundos antes de que el arma se disparara sentí un peso sobre mi cuerpo, abrí mis ojos y vi a Giuliana con una sonrisa en el rostro. Grité para que parase, pero fue en vano. Las balas golpearon contra su cuerpo, pero antes que esto pasara ella susurró algo a mi oído — Yo te salvo, papi — Sus palabras fueron como un disparo contra mí. Quise que la bala me golpeara a mí, pero todo sucedió tan rápido que no logré hacer nada, no pude hacer nada para salvar a mi hija, ya era tarde.

Me quedé unos segundos sosteniéndola en mis brazos, quieto, sin moverme.

— No, no, no, no — Dijo Brian. Simplemente lo ignoré y me tiré al suelo sin soltar el cuerpo de mi hija. Sus ojos estaban cerrados, me había salvado, ella lo había hecho. Pero yo debí salvarla a ella, salvarlas a las dos, porque sabía que Astrid estaba sufriendo también.

Ella se acercó a mi con lágrimas en los ojos, sabía cuanto la amaba, era nuestra hija, era todo para nosotros. La respiración de Astrid era entrecortada y se le dificultaba para respirar. Yo abrazaba a Giuliana sin soltarla, sintiendo su sangre manchando mis manos, el suelo y la ropa.

Astrid tomó el arma y se levantó rápidamente, segundos después oí el sonido del disparo. Sin reacción alguna volvió a arrodillarse frente a mí. Mis ojos estaban cerrados, no los quería abrir, sabía que me sería inevitable mirar a Giuliana, pero lo hice, abrí mis ojos.

— Lo siento, Bichito chiquito — Sollocé abrazándola — Lo siento, lo siento, lo siento — Repetí varias veces — Te amo, mi amor. Papi te ama, papi y mami — Miré a Astrid, y sus lágrimas decoraban su rostro, estaba dolida, nuestra hija había muerto. La habían matado.

Tomó a Giuliana entre sus brazos y con una mano acomodó varios mechones de cabello que cubrían su pequeño rostro. Besó su frente — Te amo, bebé. No sabes cuanto — Luego de eso soltó el sollozo más doloroso que alguna vez había escuchado. Ella lloraba, y abrazaba el cuerpo sin vida de la pequeña Giuliana, no aguanté más verla así y tomé el cuerpito de nuestra hija y la ayudé a levantarse.

Me dirigí como pude a la habitación, la bala en mi pecho dolía, pero no era comparable con el dolor de ver a mi hija muerta sobre una cama y al amor de mi vida agonizando.

Me recosté a su lado y le dije a Astrid que lo hiciera. Si iba a morir lo haría junto a las personas que más amaba.

— Te amo, animal — Al decir esas palabras mi corazón se destrozó.

— Yo también te amo, bichito — Susurré — No te mueras, no lo hagas. Te necesito. — Tragué duro — Gracias... — Iba a seguir pero el aire en mis pulmones era escaso.

— ¿Gracias? — Preguntó entre sollozos.

— Por todo lo que me diste, por hacerme el hombre más feliz del mundo — Hice una pausa — Por no dejarme a pesar de todo. Pero yo lo siento, lo siento tanto — Solté un sollozo al recordar todo — Perdón por no poder darte la vida digna que te mereces, porque de veras, te mereces el mundo y todo lo hay en el universo — Tomé su mano y la besé. Sus manos estaban heladas — Perdón por no poderles dar lo que merecían, fueron lo mejor que me sucedió en la vida. Lo siento... — Se largó a llorar para luego hablar.

— Tú eres todo lo que merecía, Ustedes son lo mejor que me pasó. Los amo, los amo tanto — Sus lágrimas hacían eco en toda la habitación, me destrozaba verla así. — Te amo, desde aquí hasta la eternidad — Fue lo último que escuché salir de su boca.

— Te amo, cariño — Entrelacé nuestras manos, pero estas no dieron señal alguna de estar recibiendo mi contacto — ¿Astrid? — Pregunté alterado — Astrid contesta, por favor. Sigue hablándome, malditasea — Grité entre sollozos.

Comencé a llorar, ya no me quedaba nada, nada en lo absoluto, lo había perdido todo. Ellas eran mi todo.

Tomé el teléfono de línea que había sobre la mesa de noche y llamé a la policía.

— Hola, 911. ¿Cuál es su emergencia? — Preguntó una voz femenina tras el teléfono.

— Vengan por favor, mi hija... Mi esposa... — No podía seguir. Le dije las coordenadas de la manera que pude.

— Señor, respire. ¿Cuál es su nombre? — Preguntó.

— Shawn... Shawn Mendes — Fue lo último que dije.

— Ya mandamos una patrulla para allí, descuide — La voz femenina ahora sonaba un poco alterada.

Luego de eso colgué.

Me levanté de la cama, Astrid abrazaba a Giuliana. Estaban rodeadas en un charco de sangre. Comencé a sollozar y luego salí de la habitación. Me acerqué al cuerpo de Brian, quien se hacía llamar mi mejor amigo, y tomé la pistola que había a su lado. Volví a dispararle a su cuerpo ya muerto, esperaba verlo en el infierno.

Con el arma en mi mano me dirigí hasta la habitación y me volví a recostar junto a mis mujeres. Comencé a cantar una melodía dulce que yo había compuesto, mi voz era entrecortada, pero sabía que lo que más les gustaba a las dos era que les cantara antes de irse a dormir. Y a mí lo que más me gustaba era escucharlas cantar conmigo. Pero esa vez no tuve el privilegio de poder escucharlas cantar. Ahora cantaban solo en mi memoria, en mis recuerdos. Donde estábamos los tres, felices, juntos, viviendo una vida soñada.

Cuando terminé de cantar la última estrofa coloqué el arma en mi sien. No podía aguantar un segundo más ahí, junto a los cuerpos de mis dos tesoros. Ellas eran mis tesoros, eran todo para mí, eran el mejor regalo que la vida me había dado, pero al mismo tiempo el peor karma que me podría haber tocado.

— Las amo, mis princesas. Nos vemos en la eternidad — Dije antes de tirar del gatillo.

CRIME SCENE [SM]Where stories live. Discover now