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Mariposas saboreando el arrullo del cerezal, flotando entre brazos erguidos, poblados de esmeraldas que añoran tocar las nubes que visten ese mirífico cielo, que idolatramos, capaz de turbar el más colosal amor que el narcisista proclama ante cada reflejo. Pequeñas hadas migrando, rociando con sus alas de miel pura, cristalina, los seres tan inferiores a su alteza. Y las dríadas cantan; cerezas doradas caen y cubren el suelo de dulzura. La tierra ha sido consagrada, alardea otro año más de vida.

─ Alas melifluas. 

A LAS ARBOLEDASWhere stories live. Discover now