IX

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Si el límpido lago —a ojos silvestres en el mapa no emergerá— que refleja lo que soy: psique, no vestiduras; de lo que fui construida: quimeras y fe, no carne; lo que raudamente corre dentro de mí: esperanzas, no sangre. Si el límpido lago, a través del armonioso coro de miles de abejas, me murmura cuales son mis raíces —de curiosos ramajes y corteza afable— y las atrocidades que el humano labra: él zarpa, y él corta, y él desflora, y él desarraiga cada cepa de la fuente en medio de mi tronco y mi espíritu. Si el límpido lago y yo sabemos lo que realmente son aquellos seres, de qué están hechos, para qué están hechos: por qué está mi corazón, creado del polvo de los sueños que la mente nunca alcanzará, añorando el amor terrenal que es fruto de lo perecedero y secular, entre los primogénitos y su odio. Por qué está mi corazón añorando su creación, deseando ser lesionado por la dulzura de su naturaleza destructiva, por las manos ásperas bañadas en la sangre fría de su propia progenie. Por qué está mi pertinaz corazón, de lo celestial, cayendo antes los arcabuces.

— Para el alma empírea: la Tierra es el Inframundo.

A LAS ARBOLEDASWhere stories live. Discover now