La ironía de la existencia

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Tomó un respiro, para gritar, desesperado, cuando la frustración y la angustia lo invadía sin piedad.

Tomó un rato para que se calmara, para tomar una decisión. Chasqueó los dedos. Desapareciendo tras abrir un agujero negro debajo de sus pies.

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Yugo despertó cuando los rayos del sol apenas se asomaban entre las ramas. Observó por un momento el campo, recordando. La nostalgia le hizo esbozar una suave sonrisa, dirigiéndose al castillo, donde le aguardaba las labores del día.

Ingresó por detrás, donde estaban los hornos y las cocineras, robando un poco de pan y carne. Una de las mujeres con su delantal y trapo en mano, le pegó a modo de recordarle que debía esperar. Ya era algo común y continuamente era un chiste hacerlo.

—Si sabes que disfruto de tus manjares ¿Para qué me detienes? –rió Yugo

—Porque no es hora de la comida, ya te lo he dicho mil veces –Colocó las manos en la cintura, a modo de verse amenazante –Te pondré a barrer de nuevo ¿Eh?

—Y aun así no aprenderá –Dijo Yuto entrando a la cocina. Con respeto, se inclinaron ante él y regresaron a sus labores. Yugo mordió el pan.

—Eres un aburrido –Mencionó cuando le entregó un pergamino —¿Acaso no...?

—Ya no eres un novato para que estés con juegos –Recriminó.

—Aburrido –Extendió el pergamino con una mano sacudiéndolo, se acercó a uno de los hornos para tener un poco de luz. Una de las jóvenes le dio un poco de pan y queso a Yuto para que comiera ahí, dándole las gracias secamente.

—¿Ya terminaste? –Mordió el pan sin más.

—¿Cuándo debemos partir?

—Esta misma tarde, la campaña nos estará esperando en la frontera con Mezenas, para dirigirnos hacia allá –Yuto salió de la cocina sin más.

Caminó por los pasillos hasta que llegó a su habitación, tomando el bolso de cuero con sus pertenencias, para ir a la armería, por su armadura.

Yugo terminó su último bocado. Se volteó al ver que todas le veían un tanto preocupadas, en especial la encargada de la cocina con quien solía pelear y bromear.

—No se preocupen, todo estará bien –Sonrió para animarlas.

—Ojalá regreses muchacho –Mencionó sonriendo con picardía –Aún no te salvas del castigo.

—Pero si ya iba a barrer, además –Tomó una manzana para morderla con ahínco –Debo regresar por los manjares –bromeó.

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Una guerra.

Dos guerras.

Más guerras era igual a sangre, que correría cruelmente el suelo sin pensar a quien pertenecía. Yuya caminaba por el bosque, pensando que volvería a ver la sangre correr. ¿Cuántos años llevaba ya en ese predicamento? ¿Cuántas veces vería a los seres humanos provocar su destrucción?

Pero ahora quería hacer algo más que lamentarse de su alma pecadora. Quería entender como ellos podían andar como si no pasara nada al matar, como si desollaran un becerro sin problemas. ¿Por qué tenía que ser tan débil?

Se ocultaría entre ellos, intentando de nuevo entenderles. O por lo menos eso era lo que quería por el momento. ¿Sería capaz de llegar a una conclusión que sanara su alma? No lo sabía, pero debía intentarlo si no quería terminar paranoico e intentar de nuevo perderse en esa ansiada oscuridad que los consumió hace mucho.

Magos del InfinitoWhere stories live. Discover now