3. Me llamo Mónica

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Realmente se quedó estupefacto al verla frente a él de nuevo.

Tenía la seguridad de que todavía se acordaría de él. Aún así, en ese momento Patrick se sintió muy pequeño, como si estuviera entre elefantes y él fuera una pequeña hormiguita.

Seguramente no era el único que pensaba que era preciosa. Seguramente otro chico más avispado que él conseguiría pedirle salir y ésta aceptaría sin que él casi se enterara. En un abrir y cerrar de ojos.

J.K.T. Robinson le señaló a la chica nueva un sitio para sentarse que casualmente estaba detrás del de Patrick.

Lo malo, es que a su lado, estaba Dyan, uno de los chicos más populares de la clase. Y, por tanto, le entraría a la chica mucho antes que él.

Al ver como se aceraba hacia él, pudo oler su perfume y comprobó que era el mismo que usaba en verano. Ya que un día pasó delante de él, y notó la misma fragancia mezclada con el olor del mar.

Tenía la seguridad de que le reconocería.

¿Pero cómo le recordaría? ¿Tal vez como el pescador solitario de la playa o como algo más?

Al sentir la presencia de la chica al sentarse detrás de él, un cosquilleo le recorrió la espalda.

No creía en el destino, pero, ¿qué otra cosa habría conseguido traer a esa preciosidad de nuevo a su lado? Solo podía tratarse del destino.

- Espero que la tratéis bien hasta que se adapte al centro. ¿Queda claro?

-Sí - afirmó todo el mundo mientras observaban curiosos a la nueva alumna.

Ésta se sonrojó por un momento y a Patrick le resultó algo muy dulce. Le encantaba verla sonrojada. Quería decir que era tímida, al igual que él.

¡Riiing! Sonó el timbre que daba por terminada la clase, y, cada alumno se dispersó hacia una dirección diferente. Este año había muchos más alumnos de los que Patrick recordaba el año pasado. Al parecer, muchos alumnos eran nuevos, al igual que su amor platónico y venían de otros centros para prepararse la Selectividad de una forma muy distinta.

Patrick caminaba silencioso por el pasillo, recibiendo empujones de otros compañeros sin oponer resistencia. Hasta que, de pronto, un fuerte empujón hizo que cayera al suelo por segunda vez en la mañana.

Pero al levantarse vio que no se trataba de Buster, ni de ningún otro alumno insoportable de la escuela. Esta vez, ni siquiera se trataba de un chico, si no de la misma chica preciosa de ojos verdes que acababa de entrar a su clase hace unos minutos.

- Perdón- se disculpó avergonzada, ayudándole a Patrick a recoger los libros y apuntes que se le habían caído al suelo, mientras éste se incorporaba.

- Estás perdonada, tranquila- dijo Patrick y notó que una sonrisa bobalicona se dibujaba en su cara.

Patrick pensó que era esa la única conversación que tendría con esa chica. O, mejor dicho, las únicas palabras que intercambiaría con ella en todo el curso.

En cambio, comprobó que estaba muy equivocado cuando ésta siguió hablándole.

- Me llamo Mónica. ¿Tú cómo te llamas?

"Mónica. Un nombre precioso para una chica preciosa."

Eso es lo que Patrick pensó al escuchar pronunciar a la chica su nombre con una voz dulce y llena de musicalidad. Por supuesto que le gustaría decírselo a la cara. Pero, ¿para qué se iba a engañar? Él jamás había sido tan lanzado y no lo iba a ser ahora...

- Yo... Mi nombre es Patrick- le contestó y le dio la mano como gesto de saludo.

Mónica no paraba de sonreír.

- Soy nueva y estoy un poco perdidilla por este colegio. ¿Te importaría enseñarme dónde está cada clase como si fueras mi guía turístico?

Patrick estaba alucinando en colores. Mónica quería que la acompañara por todo el colegio. ¡Quería que fuera su guía turístico! ¿Sería verdad que se acordaba de él después de todo el verano y por eso le hablaba con la misma normalidad que si fueran amigos de antes?

- Sí, claro. ¡Cómo no!- se limitó a responder.

© Siempre recordaré tu estrellaWhere stories live. Discover now