Décimo Primer Encuentro

6K 325 181
                                    


Décimo Primer Encuentro

El Jolly Rogers se tambaleaba entre las olas sin parar. Emma se mecía abrazándose a su abrigo y tratando de serenar sus nervios. Esto de estar en un mundo ligado a la magia nunca otorgaba un minuto de paz. En menos de una semana habían estado en peligro más veces de las que pudiera contar. Extrañaba muchísimo la época en la que todos eran simples humanos. Puede que no fueran felices, pero los problemas se reducían a un par muy sencillos de resolver. Incluso, a veces, placenteros de resolver.

Se había dejado engañar por Greg y Tamara, y ahora era Henry quién estaba pagando las consecuencias de su error. Había permitido que se lo arrebataran en su cara. El marchito mar embravecido alrededor del navío la indisponía más. Se sentía atravesada por aquel aire oscurecido. No dejaba de darle vueltas a las mismas dos cosas: el destino de su hijo y ella fallándole una vez más a su madre adoptiva. No habían cruzado palabra y, aunque Regina era una mujer resuelta, Emma sabía lo angustiada que se encontraba. Henry era su mundo y ese mundo estaba oscilando. El mundo de todos temblaba ante la incertidumbre de no saber la razón por la que se lo habían llevado. Cruzar aquel portal solo era el comienzo, todos se derrumbaron a la vista de aquel sitio tan lúgubre. Incluso Hook, que ya lo conocía y hubiera deseado no tener que volver a pisarlo otra vez. O eso dijo.

Regina se había retirado al camarote que le habían destinado sin decir una palabra. Parecía no tener ni siquiera ánimos para reñir con sus padres, estaba tan taciturna como ella. Snow y David también se marcharon a descansar, pero Emma no quiso, quiso quedarse en la cubierta. Dejarse arrastrar por la poca luz y por la tristeza. ¿Qué es lo que le pasaba? ¿Por qué no conseguía hacer nada bien? Regina casi muere a manos de Greg y Tamara, y, luego, para salvarlos. Y ella lo había aceptado, ese era el peor de los asuntos que tenía para resolver. ¿Qué pasaría si Regina supiera que había querido tomar la salida fácil y marcharse dejándola morir para salvar a todos los demás? ¿Dónde había quedado esa supuesta bondad que le había sido legada? Sus padres tuvieron que enseñarle la verdadera magnitud de esa palabra cuando decidieron que Regina no podía morir, que nadie debía quedarse atrás.

¿Qué era el bien y el mal después de todo? Era mucho más que conceptos y los cuentos siempre contaban las razones con medias tintas. Se suponía que Snow era buena, pero había sucumbido y provocado la muerte de Cora. Se suponía que Regina era la mala, pero había estado dispuesta a sacrificar su vida por salvar la de todos aquellos que quiso condenar al peor destino. "Déjame morir como Regina", le había pedido con una sonrisa suplicante en los labios. Emma sabía bien que había querido detenerla, que se había girado para evitarlo, para razonar, pero la morena estaba determinada a salvar a su Henry, a evitar que se quedará solo. En cambio, ella se había lanzado por el camino más sencillo de tomar sin pensar en nada más. Como si no se hubiera arrepentido desde el primer instante si la ex alcaldesa moría.

Como cuando le dijo a Neal que lo amaba mintiéndole vilmente. Ese hombre había sido el amor de su vida y era el padre de su hijo. Lo necesitaba porque Henry lo necesitaba, pero no lo amaba. Sin embargo, le pareció apropiado mentir para que no la soltará. Si le decía que lo amaba quizás él hiciera el esfuerzo necesario, pero se equivocó una vez más. No se esforzó. Le correspondió y se soltó de sus manos porque él si la amaba, la quería de verdad. Algo que ella no hacía. No de esa manera desde hacía mucho tiempo. Y él, un hábil mentiroso, lo sabía perfectamente cuando se hundió en el portal. ¿Qué hubiera sido más rastrero? ¿Callar o mal mentir? Emma conocía su propia respuesta a esa pregunta y la atormentaba.

Bufó cínicamente cuando su mente vagó de nuevo hacia aquellos ojos chocolate que hoy lucían apagados. Tragó saliva y se abrazó más helada que nunca. Quería consolar a Regina, quería encontrar consuelo en ella. Las dos eran madres preocupadas por su pequeño en peligro, pero, aunque se negará a confiarse a sí misma esa verdad, había mucho más que empatía materna. Quería verla sonreír porque esa acción, por sencilla que pareciera, la dejaría respirar mejor. No tenía una certeza pragmática, pero estaba más convencida que nunca.

"Si te gusta algo, lo tomas"Where stories live. Discover now