Capítulo X

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Eran los últimos días de enero de 1934. Los Kaufmann y las hermanas Alvarado Montes habían pasado navidad y año nuevo en una estancia fuera de la ciudad con la familia de Bauer y su esposa. Una vez que regresaron a la casa, las mujeres se dedicaron a esperar y preparar la llegada del bebé de Caterina, el cual llegaría en menos de un mes.

Luján no había vuelto a saber de Burke, ni siquiera de Emile Becker o Jack Neumann, no habían regresado a la casa. En el fondo una inmensa tristeza la embargaba, no podía quitarse de la cabeza al teniente, ni podía convivir con la idea de que él le guardara rencor. Se pasaba los días leyendo para huir del tormento que le causaba pensar en los ojos celestes de su amado y recordar cómo la besó aquella noche antes de hacerle el amor sobre el mueble. Al parecer, él no regresaría a su vida.

Caterina no había recibido respuesta de Dante, pero tampoco supo de su llegada a Alemania. Esperaba que hubiera entendido y obedecido a su petición. Sin embargo, la ausencia del padre de su hijo se vio solapada por la presencia, aunque fuera epistolar, del comprensivo y adorable Emile Becker. A menudo recibía cartas de él. Hablaban del embarazo, de las anécdotas de Emile, de trivialidades que les parecían interesantes. Cati no se sentía sola, después de mucho tiempo. En Emile encontraba un apoyo que creía incondicional y eso la reconfortaba.

Esa noche Irene y Warren habían asistido a casa de Lady Milderton, por lo que a las hermanas las tomó por sorpresa cuando Svetlana les anunció que habían llegado visitas. Luján, mucho más ágil que su hermana embarazada de 8 meses, bajó las escaleras de inmediato. Se sorprendió al encontrarse con Emile Becker y Jack Neumann en la sala, hacía tiempo no los veía.


—Buenas noches —saludó sonriendo, por un momento anheló que Burke apareciera.

—Buenas noches, señorita Luján —respondió Jack—. No sabíamos que el coronel Kaufmann no estaría —se disculpó de ante mano.

—Buenas noches, Luján —saludó Becker con un poco más de confianza. Caterina le hablaba de su hermana en las cartas.

—No será problema si quieren quedarse a cenar de todas formas —ofreció Luján sonriendo—. Estoy convencida de que mis tíos regresarán temprano por si desean verlos.

—Me temo que aceptaremos —se adelantó Emile, Luján apostó a que él deseaba ver a Caterina.

—Permítanme invitarlos a pasar la noche si lo desean —añadió a la oferta—. Iré a hablar con Svetlana, están en su casa.

—Gracias —murmuró Jack, quien encontró más exquisita que antes a Luján, estar al mando de la casa le sentaba magnífico.


La mayor de las hermanas organizó la cena y antes de lo previsto los cuatro cenaban en el comedor. Emile y Cati estaban inmersos en una charla un poco íntima por lo que la pelirroja decidió quitarse sus dudas interrogando sutilmente a Neumann.


—¿Qué tal van las cosas en Berlín? —habló la muchacha, Jack le sonrió.

—Nada de lo que preocuparse —respondió ampliamente con su grave voz—. Algunas medidas contras los judíos, pero las cosas marchan bien.

—Sí, oí sobre ello —murmuró Luján—. Es importante mantener el orden en el país.

—Así es.

—¿El teniente Locbocki? —soltó con una liviandad casi inconcebible.

—Algo increíble pasó con Burke ¿no, Emile? —al oír eso el estómago de Luján se retorció.

Amor TempestadWhere stories live. Discover now