XXII

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Esa noche cenaron en la terraza, con vistas a los campos de cultivo de maíz, creando la sensación de un lago dorado. En la distancia, montañas majestuosas de contornos suavizados por la luz del sol poniente. La vista quitaba la respiración.

–Es como una pintura de los maestros clásicos –comentó Karol, que estaba sentada con la barbilla apoyada en una mano mientras absorbía la belleza del paisaje–. ¿Cómo es que no vives aquí? Yo no podría soportar marcharme de este lugar.

–Me gusta Londres, tengo trabajo y una vida social activa, pero debo admitir que echo de menos la tranquilidad de Casa di Colombe –Ruggero bebió un sorbo de vino tinto, un vino hecho con la uva de su propiedad–. Algún día me trasladaré aquí y aprenderé a hacer vino y aceite –sonrió–. Puede que hasta aprenda a cocinar tan bien como tú. Por cierto, la cena ha sido maravillosa.

–Me alegro de que te haya gustado –Karol lanzó un suspiro de satisfacción antes de vaciar el vaso de zumo.

A pesar de la discusión de antes por la ropa, el ambiente entre los dos era relajado. Durante la cena, Ruggero se había mostrado atento y amable, y la había hecho reír. Le había hablado de la historia de la casa, de cuando era un monasterio cientos de años atrás.

–El norte de Gales, de donde yo vengo, también es muy bonito y también tenemos montañas. Desde la granja de mis padres se ve Snowdon –le informó ella–. En mi opinión, el hogar se encuentra donde está la gente a la que se quiere, ¿No te parece?

–Supongo –concedió Ruggero.

Su abuela había vivido ahí, en la Toscana, y quizá fuera por eso por lo que le tenía tanto cariño a esa casa. Pero a Martina no le había gustado, tanta tranquilidad le había aburrido y, en las pocas ocasiones en las que le había acompañado a visitar a su abuela, no había podido disimular su impaciencia y las ganas de volver a la ciudad. Miró a Karol, cuyo cabello había adquirido un extraordinario brillo con los últimos rayos de sol, y sintió algo extraño, algo como... añoranza.

–Háblame de tu familia. ¿Cuántos hermanos me dijiste que tenías?

–Siete. Jorge, Luis, Pedro, Mario, Emilio, Morgan y Luca, el pequeño, que tiene veinte años. Mi madre viene también de una familia numerosa y yo soy la séptima hija de una séptima hija; que, según mi abuela, significa que tengo un sexto sentido. Pero no creo en las supersticiones. Si poseyera un sexto sentido, habría evitado a Lionel a toda costa –confesó Karol sin pensar.

Entonces, se ruborizó al ver la penetrante mirada de Ruggero.

–Supongo que Lionel es tu exnovio galés, ¿No? ¿Qué te hizo?

Por extraño que pareciese, Karol descubrió que quería contarle lo que había pasado.

–Se estaba acostando con mi mejor amiga y la que iba a ser mi dama de honor en la boda.

–¿Se iban a casar? –Ruggero no sabía por qué estaba tan sorprendido.

Se suponía que, si Karol había estado a punto de casarse con su novio, era porque había estado enamorada de él. ¿Seguía enamorada de él?

–Sí. Fuimos novios durante cinco años, pero habíamos empezado a salir juntos antes de hacernos novios. Íbamos juntos al colegio, Lionel vivía en la granja de al lado de la nuestra y nos conocíamos de toda la vida. Es decir, creía que le conocía. Creía que íbamos a vivir siempre juntos y que íbamos a estar felizmente casados como mis padres, pero... –Karol tragó saliva–. Pero resultó que, realmente, no le conocía en absoluto.

–Debió ser terrible para ti cuando te enteraste de que tu prometido te era infiel –comentó Ruggero con el ceño fruncido.

¿Acaso Karol se había sentido tan traicionada y humillada como él cuando Martina le confesó que tenía relaciones con otro hombre? Eso creía, a juzgar por el dolor que había notado en su voz. Y por irracional que fuera, pensó que le gustaría encontrarse cara a cara con ese galés y darle su merecido.

–¿Qué pasó? ¿Cómo te enteraste? –quiso saber Ruggero.

–Dos semanas antes de que se celebrara la boda me confesó que no quería casarse conmigo.

Karol no quiso contarle el doloroso episodio que hizo que Lionel admitiera que no la quería. Por lo que suspiró y añadió:

–A mí no se me había pasado por la cabeza que Lionel llevara meses teniendo relaciones con Ana. Ahora, cuando lo pienso, reconozco que las cosas no iban bien entre los dos; pero entonces estaba tan ocupada con los preparativos de la boda que... en fin, suponía que las cosas volverían a su cauce normal después de la ceremonia. Me costó mucho creer que él y Ana estuvieran teniendo relaciones. Pero eso explicó muchas cosas.

–¿Qué quieres decir?

Karol se encogió de hombros.

–Lionel llevaba ya algún tiempo sin que le interesara... –se ruborizó–. Bueno, sin apetecerle acostarse conmigo. Como yo había engordado un par de kilos, lo atribuí a eso. Pasarse el día cocinando no es lo mejor para mantenerse delgada.

Karol recordó lo confusa y humillada que se había sentido en tantas ocasiones cuando Lionel se había quedado dormido viendo la televisión.

–Debería haberme dado cuenta de que no quería acostarse conmigo porque se estaba acostando con otra –añadió Karol.

Vio asentir a Ruggero y le pareció que él la comprendía, lo que era extraño, ya que no creía que le hubiera rechazado nadie en toda su vida. No era algo que pudiera ocurrirle a un atractivo millonario.

–La infidelidad y la traición es algo horrible –dijo él con voz seca.

Karol se lo quedó mirando, sorprendida por la amargura que había notado en su voz. ¿Cómo podía un playboy comprender el sufrimiento de una traición de amor?

–¿Hablas por experiencia? –preguntó ella.

Ruggero tardó unos segundos en responder:

–Digamos que me resultó duro aprender que las relaciones entre hombre y mujer, a pesar de que la sociedad se empeñe en llamarlo amor, son unas relaciones puramente físicas, sexuales.

–¿No crees en el amor como concepto?

–¿Y tú, crees en el amor después de que el hombre con el que esperabas casarte te mintiera y te engañara con otra?

Karol volvió la cabeza y clavó los ojos en un horizonte que los últimos rayos de sol tornaba rosado, morado y naranja. Era un espectáculo que le llegó al corazón y que le produjo una punzada de dolor al hacerla recordar que su hijo nunca había visto un atardecer.

Había sido una revelación enterarse de que a Ruggero debían haberle hecho daño en el pasado. Hasta ese momento, ella le había considerado un mujeriego sin ningún interés en una relación seria, una imagen que él mismo se esforzaba en proyectar porque era lo que quería que la gente creyera, pensó ella. Y sintió curiosidad por saber quién era la mujer que tanto daño le había hecho, y también se preguntó si seguía amándola. Lo que le produjo una punzada de dolor.

Deseos Saciados {Adaptación/Ruggarol}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora