11. Hogar, dulce hogar.

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Me quedé observando a Gary, esperando pacientemente su reacción. No podía evitar alegrarme del golpe que había recibido al enterarse que Chase era mi novio, aquel que le había mencionado aquella noche en la fiesta en casa de Caleb y Lena.

Me acomodé más en mi taburete y aumenté mi fuerza en la mano que mantenía entrelazada con Chase. Él había vuelto a adoptar ese aire sumiso que mantenía ante su Alfa mientras que Gary se lamía el labio inferior con un gesto pensativo.

Un segundo después, la sonrisa había vuelto a su rostro y me miraba con cierta malicia en esos ojos verdes.

-¿Te importaría prestarme un momento a tu novia, Chase? –le preguntó, pero claramente sonó a orden-. Me gustaría conocerla mejor.

Noté el titubeo de Chase. El dilema de cumplir con las órdenes impuestas por su Alfa y desobedecerlas era una batalla en su cabeza en esos momentos; en otras circunstancias habría aceptado sin dudar, pero no en temas referidos a mí.

Así de sobreprotector era conmigo. Y, en aquella ocasión, lo agradecí ciegamente.

Sin embargo, la batalla estaba perdida ya desde un principio: Chase no quería arriesgarse a contrariar a su Alfa porque, de hacerlo, supondría un desafío para Gary. Y conocía lo suficiente de los licántropos para saber lo que sucedía a continuación: ambos empezarían a pelear hasta que uno de los dos no pudiera continuar.

Le di un apretón, esperando que captara mi mensaje. «Tranquilo, no me importa. Piensa en tu futuro dentro de la manada», me hubiera gustado decirle.

Sus dedos fueron soltándose de los míos con lentitud hasta que nuestras manos se separaron y Chase dejó la suya sobre su regazo. Vi que la sonrisa de Gary brillaba de satisfacción y su mano se había alzado, una invitación silenciosa para irme con él.

Fulminé con la mirada la mano que me tendía Gary y me crucé de brazos.

-¿Un baile? –preguntó él.

Tras unos instantes de vacilación, acompañé a Gary hasta la concurrida pista de baile. Al contrario que cuando había tenido que cruzarla yo, la gente se apartaba a nuestro paso; la simple cercanía de Gary era más que suficiente para que la gente pusiera distancia entre ellos y él. Nos quedamos enfrentados, estudiándonos con cuidado; las manos de Gary se alzaron hacia mis cinturas y yo interpuse las mías, como si fueran un escudo. Que hubiera aceptado su invitación no quería decir que fuera tan tonta como para permitir que se tomara demasiadas libertades. Como ésa, por ejemplo.

La sonrisa que Gary me regaló estaba cargada de socarronería.

-No puedo creerme que haya tenido que enterarme de este modo de tu nombre, pequeña cazadora –comentó, intentando romper un inmenso y duro bloque de hielo.

-Y yo no puedo creerme que alguien como tú sea un Alfa –respondí, irónica.

Él se encogió de hombros, sin dejar de sonreír.

-Te sorprenderías de las cosas que puedo hacer, aparte de liderar una de las manadas más numerosas dentro de Manhattan.

Vaya, no perdía oportunidad de lanzar sus frases con doble sentido a pesar de saber que no estaba interesada en él. En absoluto.

Entrecerré los ojos y me crucé de brazos. Ambos estábamos parados en medio de la pista de baile, mientras la gente de nuestro alrededor no dejaba de moverse al ritmo de la música.

-Tu novio es un licántropo interesante –prosiguió Gary, intentando enfadarme-. ¿Qué lugar ocupaba en su otra manada?

«Ésta es su otra manada», quise replicarle, pero su pregunta me había distraído. ¿Para qué querría Gary conocer cosas sobre la manada de Chase? No pude evitar mirarlo con cierto recelo. Presentía que no auguraba buenas intenciones.

Huntress. (Saga Wolf #3.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora