1. ¡Bienvenidos a Nueva York!

18.3K 1K 36
                                    

Me pareció que habían pasado unos minutos desde que me había desplomado en mi cama, con la ropa que llevaba, y había cerrado los ojos. Avril irrumpió en mi habitación dando voces, advirtiéndome que mamá se había dado cuenta que me había retrasado y que, si no bajaba a desayunar, se encargaría personalmente de sacarme de la cama.

Entreabrí los ojos y vi a mi hermana pululando por mi habitación, comprobando las cajas y esperando a que me levantara. Me froté con insistencia los ojos, intentando despejarme y Avril saltó sobre mi cama, provocando que rebotara sobre el colchón y terminara de despertarme.

-¡Por Dios, Avril! –gemí cuando ella, dedicándome una sonrisa malvada, abrió de golpe las cortinas, provocando que toda la luz me diera de lleno-. Cierra eso, por favor.

-Mamá me ha pedido que viniera a despertarte –me respondió en tono obediente. Había pasado un buen tiempo antes de que mi hermana se convirtiera en la chica normal que era ahora y dejara a un lado todas las locuras que hacía.

-Ya estoy despierta –gruñí, poniéndome en pie y saliendo de la cama.

La sonrisa de Avril se volvió pícara y tiró de mí con insistencia.

-Ahora puedes contarme mientras te cambias cómo te fue anoche –me propuso, usando un tono de inocencia que no pegaba nada con su sonrisa-. Y por qué llegaste tarde a casa.

Me encogí de hombros mientras rebuscaba entre las cajas, intentando encontrar una muda que ponerme. Avril revoloteaba a mi alrededor, ávida por conocer más detalles sobre qué había pasado anoche. Nuestra relación había mejorado en los últimos tiempos y las discusiones entre nosotras prácticamente habían desaparecido; sin embargo, aún temía que pudiera contarle a mi madre algunos detalles sobre lo que hacía o no con Chase, que era el interés fundamental de mi hermana.

-Estuvimos en el lago –respondí, cogiendo unos vaqueros y una camisa que encontré en una de las cajas que había sobre mi tocador-. Estuvimos hablando y bebiendo, nada más.

Las cejas de Avril se elevaron, sabedora que aquello, ni de lejos, es lo que había sucedido en realidad. Mi hermana me conocía lo suficiente para adivinar que había algo más y su imaginación haría el resto para completar mi relato.

-¿Estás nerviosa por irte de aquí? –me sorprendió que cambiara de tema; al mirarla, vi que se había puesto seria-. Yo creo que no vas a volver más a Blackstone, que este sitio… te agobia.

En parte tenía razón, había que concedérselo; el pueblo me recordaba demasiado a cosas que me hubiera gustado borrar de mi mente pero que, lamentablemente, no podía. Cuando Chase se marchó sin avisarme, estaba tan destrozada que me decanté por irme lo más lejos posible de allí. Y es lo que iba a hacer: irme de Blackstone.

La reflexión de Avril fue lo que más me llamó la atención.

-Por supuesto que voy a volver –la contradije-. Lo que pasa es que no va a poder ser tan a menudo como querría, pero volveré. Blackstone es mi hogar y vosotros mi familia, jamás os abandonaría –aquello era cierto.

Avril se cruzó de brazos, pensativa.

-¿Qué vas a hacer con el Consejo? –inquirió de golpe-. Ahora tú eres la que debe ocupar el puesto, al haber alcanzado la mayoría de edad…

Fruncí las cejas. Mi hermana había averiguado, incluso antes que yo, el secreto de nuestra familia; estaba al tanto de todo lo que sucedía con ese mundo del que mi padre nos había querido mantener al margen y, cuando mamá y Percy no estaban delante, hablábamos sobre ello. Mi madre era consciente de que, al cumplir los dieciocho, tendría que ocupar el hueco que había dejado mi padre en el Consejo, puesto del que se había encargado ella misma; sin embargo, y debido a mi marcha inminente a Nueva York, había conseguido llegar a un trato con ella.

Huntress. (Saga Wolf #3.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora