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Todas las semanas se movía por toda Corea, realizando variadas misiones de distinta dificultad, en donde siempre lograba volver a Busan, donde encontraba bastante paz entre las alegres misas del padre Seokmin y el hermoso canto de Jeonghan y su hijo.


En ese tiempo, se perforo la oreja en donde destacaba ahora una cruz de plata, además de que el padre de la iglesia luego de varias confesiones, logro reconocerlo en medio de la misa, pero aun a pesar de saber que era un asesino, se acercaba a hablarle con una amable sonrisa.


Ese domingo se encontraba ya en el parque, tranquilo en una banca apreciando las nubes esponjosas y blancas que había en el cielo, esperando a escuchar la guitarra que ese niño cada día tocaba con mayor naturalidad.


- Papá, ¿Puedo invitarlo a estar con nosotros? – Mantuvo la misma expresión, conteniendo una sonrisa, como si no hubiera escuchado eso a unos metros.


- Si, angelito – Fingió quedarse dormido al escuchar los suaves pasos del pequeño, quien al llegar a su lado le toco con cautela el hombro.


- Señor Joshua, disculpe – Abrió los ojos con lentitud para finalmente dejarlos caer en la tímida expresión del niño.


- Oh, pequeño Jihoon, hola – Se sentó derecho y le sonrió al niño, quien se mostró feliz al adulto recordar su nombre - ¿Necesitas algo? –


- Buenos días, me preguntaba si quería cantar con nosotros, o solo sentarse al lado nuestro. Todos los domingos lo he visto a lo lejos, solo en algún lugar... – Le sorprendió que el infante se haya dado cuenta de él, quizás le causo bastante impacto el día en que tumbo a su padre en el suelo.


- Es que me gusta escucharlos, cantan muy bien – Explico, algo extrañado de que el niño frunció su ceño.


- Pero puedes escucharnos desde más cerca – Era raro para Joshua que alguien le insistiera para pasar más tiempo con él, aparte de su familia.


- Cierto – Se puso de pie, dejando satisfecho a Jihoon – Vamos, demuéstrame que tan bien cantas – Por un extraño impulso, acerco su mano al niño, quien la tomo sin dudar para arrastrarlo junto a Jeonghan, quien observaba la escena con diversión y ternura, sorprendido también por como su usual poco sociable hijo, había invitado a ese atractivo hombre a unírseles.


- Lo siento, realmente le agradas a mi hijo. Espero que no te moleste escucharnos practicar – El rubio se acomodo el estuche de guitarra en su espalda para darle la mano a su hijo, quien se encontraba en medio de los adultos sosteniendo una mano a cada uno.


- No te preocupes, la razón por la que vengo a este parque es porque me gusta escucharlos cantar, como si de ángeles se tratara – Confeso el pelinegro, haciendo sonrojar a Jeonghan.


Tomaron asiento en el lugar donde Joshua siempre los veía cantar, sintiéndose un poco intruso. No habría pensado que luego de haber aceptado esa vez, todos los domingos siguientes el niño le encontrara e invitara a estar con ellos. En un inicio solo se quedaba en silencio escuchándolos, pero de a poco se sentía más confiado y se les unía al canto, siendo halagado por su suave voz. Cuanto pequeño quería aprender a tocar la guitarra, pero ese sueño fue frustrado por verse obligado a aprender a usar armas y defenderse, así que le alegraba ver a ese niño que no tuvo obstáculos.

Una mala persona (JIHAN)Where stories live. Discover now