-Pictadura 5-

663 5 0
                                    

Fueron cinco minutos que se hicieron eternos.

Claudia no deseaba separarse del suelo, pero, ahora que estaba en el aire, deseaba más que nunca separarse de él. Cuando superasen la altura adecuada sabría que todo iba bien, que no habría turbulencias, que podría quitarse el cinturón de seguridad.

Finalmente pudo ver realizado su sueño y se liberó de la presión que tenía sobre el estómago.

–Es curioso ver cómo alguien como tú tiene miedo a volar –observó el joven piloto.

–¿Por qué dices que es curioso? La verdad es que me sorprende que a ti no te lo de.

–Vaya, efectivamente te está afectando –dijo el chico con rostro preocupado.

–¿Afectando? ¿el qué? –preguntó Claudia extrañada. El joven hablaba como si la conociera, como si tuviesen una confianza que ella desconocía–. Antes de nada quiero saber quién eres.

–No me recuerdas, pero tú y yo nos conocimos hace mucho tiempo. ¿Te dice algo el nombre de Carlos?

–¿Carlos? Para nada –Claudia hizo todo lo posible por recordar, pero en su mente no tenía ningún recuerdo asociado a dicho nombre.

–¿Y el nombre de Javier, y Adrián?

–Nada, en absoluto. No puedo recordar nada.

–Tranquila, tenemos una vida por delante para poder hacerlo.

–¿Una vida por delante?

De repente una pequeña corriente de aire alcanzó el avión. Claudia se sujetó con fuerza al asiento, y enseguida se arrepintió de haberse desabrochado el cinturón. La turbulencia duró apenas cinco segundos, pero para ella se hicieron eternos.

–Tardé en localizarte pero por fin te encontré. Jamás creí que esto fuera a suceder –empezó a explicar el joven piloto a Claudia, que por fin ya se había relajado. Lo cierto es que lo que más miedo le daba de los aviones era despegar, separarse del suelo.

–Pero... no entiendo una cosa. ¿Qué es todo esto? –preguntó Claudia palpando el asiento sobre el que se encontraba. Claramente no había hecho caso a lo que él acababa de decirle.

–Es difícil de explicar –dijo él, resignado–. Has de comprender que tú eres un proyecto, un ser creado con un objetivo. En realidad todos tenemos un objetivo en esta vida, pero al final siempre somos libres de modificarlo y buscar lo que de verdad nos hace felices.

–Pero a fin de cuentas todos somos libres, ¿no es así?

–Claudia, eres una chica muy extraña. Dices no comprender lo que te rodea, pero a la vez eres capaz de hablar de 'libertad', de 'sentimientos humanos'. Y además lo haces de una forma que sólo alguien que haya vivido mucho, tanto desgracias como alegrías, podría hacerlo.

–Lo que sucede es que me niego a creer que yo tenga un objetivo definido en esta vida –dijo ella molesta mientras se recostaba en su asiento, ya que unas pocas turbulencias empezaban a regresar al avión.

–Pues lo creas o no, todos lo tenemos. Como ya te he dicho, existe la opción de cambiarlo. Yo, sinceramente, no lo he hecho, porque siento que mi objetivo aún no ha sido definido del todo y tengo completa libertad para hacerlo.

–Pero tal vez esa libertad que mencionas es ficticia. Puede que tu objetivo te sea desconocido y algún ‘dios’ que te haya creado sí que lo sepa.

–Eso seria así si hubiera efectivamente un ‘dios’ creador, pero como eso no cabe en mi cabeza, esa realidad no es apta para mi.

–¿No crees que estamos hablando de una forma bastante extraña? Quizá haya alguien que no nos entienda.

–Tal vez, pero aquí nadie puede oírnos. Solo estamos tú y yo.

–No sé por qué, pero me siento un poco observada –Claudia se giró sobre su asiento y echó un vistazo al pasillo que quedaba detrás de ellos: dos hileras de asientos vacíos se presentaban a sus espaldas.

–No te preocupes. Al principio yo pensaba lo mismo, que alguien me estaba observando de continuo. Pero luego comprendes que todo es imaginación tuya.

–¿Por qué viniste a por mi? -dijo de repente ella. Deseaba formular esa pregunta desde hacía un rato, pero no había llegado el momento idóneo para hacerla.

–¿Quieres saberlo? –Claudia asintió–. Está bien. Como tú, hay millones de personas en el mundo, seres que creen tener libertad total sobre sus vidas pero que viven completamente engañados. Generalmente, todos se pierden en una vida de fantasia y sufrimiento, a merced de un ser que nos es desconocido. Por suerte a ti te encontramos antes de que fueras capturada por ‘él’.

–¿’Él’? ¿A quién te refieres?

–A un descerebrado, un egoísta, algo así como un demonio. Una persona malvada que hace atrocidades con los seres que le rodean. Vive aislado en su casa, inválido, medio ciego. Tienes suerte de que te encontrásemos.

–Eso es un poco ridículo. ¿Cómo me iba a capturar una persona ciega e inválida que vive recluída en su casa? Y además, ¿dónde se supone que vive?

–No puedes llegar a imaginar el poder mental que tiene ese chico. Y, como respuesta a tu segunda pregunta, sólo sé que vive en Madrid, capital de España. Nada más.

–Eso queda bastante lejos –observó Claudia.

–¿Y eso cómo lo sabes tú? –dijo el joven extrañado.

–Estamos en mitad del desierto, y yo que sepa el desierto más grande y cercano a España es el desierto del Sahara, ¿no es así?

–En fin… está visto que su poder va más allá de lo que imaginábamos –dijo él algo molesto–. Trata de no pensar mucho y de disfrutar del viaje. No queda tanto como tú crees para que lleguemos a nuestro destino. ¿Algo de beber?

–¿Cómo que no piense? ¿Acaso crees que me va a ser fácil? Sólo deseo conocer la 'verdad'.

–Tú, y millones de personas más en este mundo. Si no puedes disfrutar del viaje por lo menos relájate. Procura desechar los pensamientos incoherentes de tu mente.

–¿Y cómo hago eso? -preguntó Claudia.

–Fácil. Actúa con lógica. Si de verdad eres una chica que acaba de aparecer en un edificio blanco en mitad del desierto, no tendría lógica que supieras qué es España, ni siquiera dónde está situada.

–Así es.

–Pues eso mismo. Que actúas y piensas con poca lógica. Procura no hacerlo. Y ahora, ¿qué quieres de beber?

–Agua, por favor –dijo Claudia recostándose en el asiento. Cerró los ojos, creyendo que así lograría alejar los pensamientos supuestamente ilógicos, pero que extrañamente le mostraban un mundo que ella creía conocer...

Creía vislumbrar el origen del gran cubo blanco...

El lugar donde residía aquel chico medio ciego que controlaba a los que le rodeaban.. el sitio dónde dormía, el olor de su cuerpo...

Creía conocer cómo era el mundo antes de explorarlo...

Y allí, lejos, en el fondo de su mente, descansaba un pequeño recuerdo casi olvidado del origen de su propia vida...

-PICTADURA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora