Cristal

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Natalia

La próxima vez sería yo la que eligiese el punto de encuentro. Hasta las narices estaba de que fuésemos al mismo edificio cochambroso y oxidado de la zona pobre de la ciudad. Aunque, en fin, no había muchos más sitios que nos pudiésemos permitir además de un descampado lleno de barro y mesas de picnic en un bosque.

Me puse el cigarro encendido entre los labios y suspiré mientras el humo llenaba mis pulmones. Los bloques de ladrillo rojo llenos de suciedad y mugre saludaban a mi paso ligero. El cielo gris oscuro auguraba una lluvia torrencial en poco más de dos horas, significado de una vuelta a casa llena de agua.

Vivía en el barrio pobre de la ciudad, y el dinero siempre nos había ido justo. En casa éramos tres hermanos y dos padres, y era sinónimo de muchos gastos que no podíamos costear. Tenía que trabajar por las tardes en un bar, una tienda de ropa y los findes tocando en un pub para ayudar a mi familia. Mi hermano de 17 años servía de ayuda a colegios de infantil para conseguir algo de dinero y mi hermana pequeña no podía trabajar todavía porque tenía 14 años. Mis padres eran trabajadores de una empresa de producción tecnológica masiva llamada Martech Industries. Cobraban una miseria, pero el jefe de allí era muy imbécil y no daba más dinero a los empleados.

El único objeto de valor que yo poseía era una guitarra que antes fue de mi padre. Mi móvil era una mierda y se acercaba más a una pierda que a un móvil de verdad, pero tampoco podía quejarme. Sólo mis padres y yo teníamos teléfono. Puta vida.

Ese día llevaba unos vaqueros viejos negros, botas de montaña marrones, una camiseta roja, chaqueta negra de mi hermano y un abrigo de mi madre. Ni ropa podía permitirme, sólo los descuentos de la tienda donde trabajaba y lo que heredaba o tomaba prestado.

Un gato gris surgió de un montón de basura y se acercó a mí con prisa, sacándome de mis pensamientos. Parecía asustado de algo, y daba bastante pena la verdad. Noté cómo su pelo graso me rozaba los tobillos y se escondió detrás mía. Me paré para intentar saber por qué ese gato estaba tan asustado.

Del callejón de la basura surgió un perro callejero lleno de polvo negro por su pelaje gris. Se le veía furioso y parecía que tuviese la rabia. Gruñía enfurecido por algo. Algo dentro de mí hizo que me pusiese frente al gato y le tapase con mi cuerpo, no permitiría que el perro le hiciese daño.

El animal flexionó sus patas, listo para atacar. Yo ya me estaba agachando hacia al gato con una mano extendida dispuesta a cogerlo y llevármelo de allí lo más rápido posible cuando una voz me sorprendió:

—¡Rey, vuelve, nos vamos a casa!

Un hombre de mediana edad con una extensa barba negra se asomó a la calle. Vestía con ropa llena de agujeros y suciedad, y se podía ver y oler que hacía días que no se daba un baño. El perro reconoció a su amo y volvió con él sin apartar la mirada ni de mí ni del gato a mis pies. El pobre seguía temblando de miedo, por lo que lo cogí y me lo acerqué al pecho a pesar de lo frío y sucio que estaba. La ropa no era tan importante como el animalito.

—Dile a tu gato que como vuelva a estorbar donde no le llaman va a acabar siendo comida de mi perro —amenazó el hombre con un dedo acusador lleno de mugre.

—No es mi gato, pero usted podría dejarle en paz.

—Eres una puta entrometida —el hombre se acercó a mí con una mirada llena de odio —te voy a enseñar a tener modales niñata pobre malcriada. No puedes valerte por ti misma sin el dinero de tus padres, y además eres del sexo débil. Patético —escupió en el suelo tras decir aquellas palabras.

Su perro empezó a dar ladridos que se oían a kilómetros de distancia lleno de rabia. Yo trastabillé hacia atrás. No me daba miedo el hombre, pero sí lo que pudiese hacerme su perro con dientes rebosantes de saliva. Si antes ya me daba asco, sus palabras me hacían tener ganas de que se fuese a vivir a un vertedero. Suerte la mía que un chico pasaba andando por allí y vio la escena. No le había visto hasta entonces, pero agradecí completamente que hubiese aparecido.

Anillos de Carbón | AlbaliaWhere stories live. Discover now