Capítulo 10

226 21 2
                                    

- ¿Así que enamoradísima? - inquiere Agustín, en voz baja, hablándole en la nuca, para molestarla. Las mejillas de Ángela comienzan a adquirir un tono rosado y entorna los ojos para desviar la atención.

- Mi mamá exagera todo Agustín, ya la conocés - explica fastidiosa. Qué oportuna Gloria.

- Estabas muy preocupada ese día, yo me acuerdo - sugiere el castaño.

- Porque éramos amigos -responde ella, en un tono más bajo de lo normal. Los demás ya dejaron de prestarles atención, desde que el repasador del cumpleañero comenzó a quemarse.

- ¿Ya no somos más? - pregunta, serio.

- No sé. Supongo que sí... - dice Ange. La verdad es que no sabe en qué estado está su relación. Agustín toma un sorbito de su cerveza.


- Lo que es un hecho es que estabas muerta conmigo - repite ganador, como si un enamoramiento a los 11 años fuera gran cosa - Yo sabía.

- ¿Qué sabías tarado? - replica Ángela frunciendo el entrecejo.

- Que te morías por mí... Eras muy obvia - explica Agus y ella larga una risa (irónica obvio, aunque algo real, por las expresiones de él) Pobre, piensa que esas caras son sexies.

- Ah bueno, no sabes ni en que día estamos y ahora resulta que sabés todo - contesta la castaña, tomando su vaso de agua y volviendo a mirar al frente - Bien, Horangel.

Él se ríe de costado y ella sonríe. Quizás las cosas no estén tan dañadas como ella cree.

- Bla bla bla. Qué gracioso como se invierten las cosas...- y ella frunce el entrecejo confundida - Vos, que odiás hablar de amor y depender de otro, enamoradísima de mí.


Las sonrisas desaparecen (de la boca de Ángela).

- Tenía 11 años Agustín... y la vida me hizo dar cuenta de cómo son las cosas - responde Ange, sin paciencia. Él oculta sus labios, pensativo. Los demás, comienzan a preparar los platos para servir el asado - Antes era muy inocente... Y tenía mal gusto.

- En eso te voy a dar la razón - y vuelven a retomar el humor. Es obvio que lo dice por Pepo. Se dibuja una sonrisa en sus labios, aunque ambos estén mirando al frente.

- ¿Me vas a seguir cargando mucho más con esto? - pregunta Ángela, guardando la miga del pan en una servilleta y sacando los cubiertos de su plato para pasárselo a su mamá junto al de Agustín.

- Hoy seguro que sí - y ella se muerde el labio, pero para ocultar una sonrisa - Fue raro no hablar con vos estos días. Extrañe a mi amiga.

Ángela lo mira, seria. Él fija sus ojos verdes en los de ella

- Yo no.


- Mentirosa - y ella sonríe mientras el se gira a la izquierda para mirarla - No quiero ser repetitivo, pero vos atrás mío... después soy yo el que rompe los códigos.

- ¿Vas a empezar de nuevo? - pregunta la morocha, seria. El tono sugerente de Agustín está empezando a hartarla.

- Vos empezaste. Las reglas eran no enamorarse - dice el castaño, mirándola a los ojos. Ange se molesta aún más, porque con esa actitud no hace más que lavarse las manos de la cagada que se mando en el boliche.

- ¿Me estás jodiendo? - contesta Ángela furiosa y el chista, con molestia - No voy a hablar de esto ahora - agrega y recibe el vacío que le están extendiendo, mientras agradece tener la boca ocupada para no seguir con esa conversación inútil - Menos acá.

-Pero vamos a hablar, ¿no? -mantiene su vista al frente, como si no lo hubiera escuchado, y se lleva a la boca un pedazo de carne aún más grande que el anterior, evitando responder. La insistencia de Agustín para que vuelvan a hablar la moviliza un poco (bastante en realidad, porque su mejor amigo es su debilidad). Ella en el fondo también quería hablar, esa semana sin él había sido rara. Había extrañado a su amigo.

- ¿Me pasas el agua? - pide luego de que el silencio sea su respuesta. Él revolea los ojos y Ange se ríe internamente. Aunque casi haya aflojado del todo, le encanta molestarlo.

- Dale, An, ya fue - dice, desdramatizando la situación. Justamente por eso se pelearon en primer lugar. Porque Agustín no dimensiona las cosas.

- No me vas a conmover con tus pucheros - advierte la morocha y él se muerde el labio. Gira para volver a mirarlo a los ojos, seria, y se divierte con las emociones que refleja el rostro de su interlocutor - Pero sí, nos debemos una charla.

Él sonríe, sincero, y Ange se contagia. Acomoda un mechón suelto detrás de su oreja y vuelve a mirarlo. Agustín, mira hacia el frente, perdido, meditando lo que va a decir (cosa completamente contraria a ella, que habla sin pensar, siempre).

-Cuando termine la fiesta de tu viejo me podes llevar a casa y hablamos - agrega, despreocupado (y estuvo 10 minutos reloj para decir esto). Ángela lo mira extrañada y observa la mesa, a la izquierda de Agustín, donde él había dejado su celular para comprobar que sus llaves no estaban allí (como solía ser) - Vine viajando.

- ¿Y tu auto?

-Choque - responde como si le hubieran preguntado cualquier boludez. Su corazón da un vuelco al escucharlo decir eso y lo examina de arriba a abajo, para comprobar que está entero. Siente una culpa repentina, por su estúpida e injustificada ausencia (injustificada porque los fundamentos no son los suficientemente fuertes como para alegar su falta si le hubiera pasado algo a Agustín). Reprime un abrazo e intenta serenarse. Él simplemente la observa, esperando la catarata de preguntas.

-¿Qué te paso? ¿Por qué no me avisaste? - lo ve sonreír satisfecho...

- ¿Y Candela? ¿Y la moto? - y estalla en risas al ver la mordida de labio de su amiga (que fue bastante fuerte). Ange niega con la cabeza mientras vuelve a mirarlo, irritada - Che afloja con el labio que te vas a lastimar. Después te quejás porque te hago doler - agrega y ella lo empuja impulsivamente (es un mecanismo de defensa para cuando su amigo la molesta).

- Agustín.... - lo reta en voz baja y pasan segundos antes de que se ría nuevamente. Ella encierra su rostro con una mano pero esta vez mordiéndose el labio, para retener la risa.

- Tranqui An. No fue nada... el único roto es el Peugeot - explica y ella lo mira, con sus ojos marrones. Él toma un respiro - Igual no me vendrían nada mal unos masajes...

-Basta Agustín - y vuelve su vista al frente, para encontrarse con su madre, mirando de reojo. Intenta no revolear los ojos, para no revelar cuánto le molesta que Gloria juegue a la detective. Sabe que sospecha algo, pero con solo imaginar cómo se pondría si se enterara de los términos de su amistad con Agustín, se aburre. Su mamá no entendería y a ella le daría fiaca explicar. Intenta concentrarse en la cena, pero decide dejar lugar a sus impulsos y se acerca a él, sin dejar de mirar el frente – Te llevo yo a tu casa.

Jugando con FuegoWhere stories live. Discover now