CAPITULO 5

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Un equipo completo de Mate y la colección de libros de Harry Potter se miden en un duelo final para definir cuál es el mejor regalo. La mediadora entre ambos obsequios (por lo que dejando de lado la metáfora), Ange, es la que tiene que tomar la decisión y Ange es pésima tomando decisiones.

A Ángela le da lo mismo la Pepsi o la Coca. Le dan igual los rubios o morochos (ella no discrimina a nadie). Le importa poco y nada jugar con el Barcelona o el Real Madrid en la Play. A ella déjale el Inter, equipo donde su hermano juega en inferiores (o River Plate, club de sus amores).

Ángela cuando va a un local de ropa, es anti vendedoras. La ponen de mal humor cuando quieren convencerla de que algo que le queda terriblemente mal, es la prenda ideal. Ange es independiente, criteriosa (en su criterio) y cuando le gustan varias cosas... Se las lleva todas, porque no puede elegir. Claro que si puede, porque a veces la plata no da.

Así que ¿Cuál es el mejor regalo para un amigo de toda la vida?

Tiene que reconocer que a pesar de ser muy creativa, con Agustín ya se le acabaron las ideas. Está bien, los primeros regalos se los hicieron sus papás, pero ya desde los 6 ella misma elige qué obsequiarle.

En el jardín, el cual hicieron juntos solo un año, Agustín era el hermanito mayor que Ange no tenía (su hermano iba a otro colegio, en Vélez, y su hermana más grande iba a primaria). El pobre se tomó muy a pecho el deber de cuidarla que le dijeron sus padres, a broma, cuando Ange iba a empezar la salita de 3.

Y hoy que cumple 25 las cosas no son muy diferentes que en aquel entonces. Amigos, que se quieren como nadie.

(Flashback)

Suena el timbre del recreo y baja las escaleras con la rapidez con la que le es imposible subir. Agustín la sigue atrás (ella corre muy rápido), mientras se dirigen al patio donde todos los días juegan esos partidos breves pero apasionantes de fútbol.

Sus amigas ni se molestan en invitarla a quedarse jugando a la soga, a la rayuela o sólo a quedarse charlando de chicos, de lo que paso en Chiquititas o lo que fuese.

Con 11 años, Agustín le saca más de una cabeza (como todos). Siempre la carga, por petisa, y eso siempre la molesta. Pero terminan riendo, porque ningún enojo entre ellos dura demasiado. Es locura incluso imaginarlo.

- Agustín, ¿tiene que jugar? - pregunta Pepo con pesadez, cuando se acerca a ellos dos. Digamos que las chicas no son bienvenidas en el equipo, porque juegan mal, son aburridas y son tontas (más si son años menores). Un mito - Es malísima.

- Es mejor que vos - simplifica Agustín arrebatando la pelota de cuero (Deshaciéndose a pasos agigantados por cada partido jugado). Una sonrisa despampanante se dibuja en los labios de Ángela, quien se acomoda la colita para sujetar bien su cabello castaño oscuro.

Como Agus era delantero y juega muy bien, la inclusión de Ange a los partidos es indiscutida por los demás... Salvo por los que tenían la confianza para sugerir su salida.

Chocan los 5 para luego ubicarse en sus posiciones entusiasmados. Nada esperaban más al ir al colegio que el picadito del recreo largo.

Ange y Agus se asocian bien en todo lo que se proponen, y el fútbol no es la excepción. Después de tan sólo 2 minutos de juego, su equipo domina al contrario (al de Pepo, quien comienza a mostrarse fastidiado, más luego de que Ange lo pasara con una simple gambeta y la jugada terminara en gol de Agus).

Sabe que genera amor en algunos y odio (en realidad, envidia según palabras de Agustín) en otros compañeritos de curso. Y nada de eso le importa, por lo que le resta importancia a todos, incluso a Andy, quien siempre la busca a ella para descargar la pelota (para hacer las tareas en grupo, para formar su equipo en los recreativos, para pasar el recreo corto -en el cual el tiempo no les da para jugar al fútbol- para todo). Sólo gira en busca de Agus y ese pase que siempre se convierte en punto para su equipo. Pero Pepo se interpone en su camino: la empuja sin disimular (ni importarle que se trate de una señorita ni medir la fuerza a utilizar en aquella acción), como si fuera el único recurso que conoce para poder robarle el balón. De fair play, mejor ni hablar.

Cae al suelo sin poder controlar su cuerpo. Aprieta los ojos al sentir el impacto: había sido fuerte y llorar no es una opción posible en ese momento. Permanece inmóvil en el lugar por unos segundos, trata de canalizar todo el dolor en enojo (y así, evitar mostrarse débil), y cuando intenta pararse para hacerle frente, porque Ange no se deja intimidar por un simple empujón, siente sus ojos humedecerse, ya sin poder disimular demasiado.

Levanta la mirada para encontrarse con Agusín corriendo hasta su 'agresor' (la expresión en su rostro denota estar muy enojado).

-¿Qué haces, tarado? - Lo empuja casi con la misma fuerza con la que Pepo había empujado a Ange minutos antes. Sólo que éste se esperaba el impacto y logra mantenerse en pie.

-Calmate gil. Se cayó sola... ¿Qué me decís a mi? - Típico de Pepo. Tirar la piedra y esconder la mano, sobre todo con Ángela. Lo mira incrédula, intenta descifrar qué fue lo tan grave que le hizo para que el rubio la odiara tanto. Porque no es el primer episodio en que él se la agarra con ella, en su opinión, injustificadamente. Y si eso no es odio...

-¿Qué sola, tarado? Te vimos todos - Esa actitud no hace más que enfurecerlo aun más. Cierra sus puños para contener la bronca. Odia que se metan con Ángela, lo exaspera, y nunca la deja pasar.

-Es verdad. No se cayó sola - Gira la cabeza para verlo, el tímido aporte de Andy, él siempre de su lado, aunque no tanto como Agus (o eso era lo que ella quiere ver). Le resta importancia, como siempre, y vuelve a fijarse en el punto de atracción del momento: la cercanía entre el rubio y su mejor amigo.

-Me las vas a pagar - Lo apunta con el dedo índice para luego dar media vuelta y dirigirse hacia Ange. Ella, mira atentamente cada uno de sus movimientos.

-¿Tan fácil arrugas, Agustincito? - Esa ironía tan detestable, la sonrisa de costado, triunfante, y el tonito sobrador. No la iba a dejar pasar.

Se vuelve demasiado hacia su enemigo, porque después de tantas agresiones hacia Ange, Pepelotudo (como le dicen a veces, por tarado) era su enemigo. El rubio empieza a retroceder, luego de unos segundos. JA, ¿quién arruga ahora?

Con vos no terminé. Todas las que le hiciste a Ange me vas a pagar.

-Dejalo Agus. - Lo toma del brazo para hacerlo retroceder, porque sabe que ante una provocación más de Pepo, o un paso hacia delante más de él, la cosa terminaría mal. Y no quiere que su amigo se meta en problemas por su culpa.

Mariano gira a mirarla a los ojos y se dicen mil cosas sin siquiera cruzar una palabra. La toma de la mano para caminar algunos pasos y guiarla hasta donde quería llegar. No se detiene al escuchar, a sus espaldas, un burlón "Dejalo Agus". Ange es más importante que todos, y con esa mirada había demostrado que lo necesitaba, lejos de la canchita de fútbol improvisada en el patio del colegio.

Y no importa nada más.

Sin decirse nada, llegan hasta los bebederos. Lo mira alejarse sólo unos metros y luego volver a su lado, con una silla entre sus manos; se la ofrece para que se siente luego de ubicarla a un costado.


-Gracias - Le sonríe mientras él se arrodilla para quedar frente a ella.

-¿Estás bien, An? ¿Qué te duele? - pregunta Mariano preocupado sin mirar demasiado la herida. La sangre le da impresión.

- La rodilla, me quedo una frutillita - explica con una mueca, examinándose el raspón y arqueando las cejas al ver el asco con el que su mejor amigo observa la lastimadura.

Lo mira atenta, como casi sin dirigir la vista hacia su rodilla saca un pañuelo de su bolsillo, lo moja un poco y, delicadamente, lo pasa sobre el raspón.

-¿Ya está limpio? - Pregunta aún sin mirarla.

-No podes ser tan maricón nene - carcajea para luego sonreírle cuando él la mira a los ojos - Gracias Agus.

-De nada. Vamos al salón que te consigo una curita. - Se levanta, le da la mano a ella para que lo imite y luego empezar a emprender su trayecto hasta el aula - Y no jugás más con nosotros...

Lo mira incrédula, al tiempo que abre la boca pensando que decir, fingiendo una ofendida.

-¡Agustín!

-No voy a dejar que te maten...


Sonríe nuevamente mientras lo sigue desde atrás. Le encanta que la cuide tanto. No formula reproches a su respuesta porque sabe, aunque haya sonado tan determinante, que lo puede convencer y jugar con él el próximo picadito. Es su debilidad.

(Fin flashback).

Ríe en silencio al recordar sus mejores anécdotas de la infancia con Agustín y se pierde mirando una foto de ellos dos que tiene en su plancha de corcho, de esa época. Deja salir un suspiro y se muerde el labio inferior mientras esboza una sonrisa, completamente satisfecha. Ya tiene el regalo perfecto.

Jugando con FuegoWhere stories live. Discover now