Llegue a mi casa y por fortuna ni mi madre ni Suk habían regresado aun. Subí a mi habitación y me cambie la ropa para tirarme sobre la cama, haciéndome un ovillo. Me quede ahí inmóvil y con la mente en blanco, no deseaba pensar en nada de lo ocurrido. Por primera vez me plantee la posibilidad de que se me fuera de las manos el juego que yo misma había comenzado. Pero al instante, deseche esa idea, pues era algo que había decidido comenzar y que yo misma podría detener, de eso estaba segura. De otra cosa que estaba segura era de que no quería ver al menos en un buen rato a ese tonto de Jae, pues seguramente terminaría dándole unos buenos golpes por ser tan tonto.

La puerta se abrió, Suk se asomó y al verme ahí, entro.

― ¿Adónde te fuiste? ―pregunto un tanto molesto, pero al verme, su rostro cambio― ¿Estas bien?

―Si. Me sentí cansada y quise regresar a casa ―dije mientras me estiraba en la cama.

― ¿Por qué no nos avisaste?

―Estaban muy ocupados como para interrumpirlos ―me miraba raro ¿tendría algo en la cara? ― ¿Qué? ―pregunte sin comprender su mirada. Me pase la mano por el rostro en busca de la razón por que me miraba de ese modo.

― ¿Segura que te sientes bien?

―Si ¿Por qué?

―Estas rara.

― ¿Rara? Solo estoy cansada. Es todo ―escuche unos pasos y la puerta se abrió. Mi madre apareció.

―Hannia ―entro y al acercase, también me miro extraño― Cariño ¿te sientes bien? ― ¿Por qué me preguntaban eso? ¿Tan extraña estaba?

―Sí, solo estoy cansada ―se acercó a mí y me toco la frente.

―No pareces tener fiebre.

―Estoy bien.

―Posiblemente este cansada ―explico Suk.  A quien no veía tan convencido de lo que decía.

―Solo tengo quiero descansar un poco ―insistí. Ellos se miraron sin decir nada.

―Te traeré un té ―tomo una manta y me cubrió― descansa, cariño ―ambos salieron, no sin antes darme una mirada lastimera que me hizo tomar un espejo y mirarme, en cuanto cerraron la puerta. Me veía igual, no había nada extraño en mi cara. ¿Por qué me miraban así? De nuevo me recosté.

No sé en qué momento el sueño me venció. Cuando abrí los ojos el sol entraba por la ventana, la taza del té estaba sobre mi mueble, intacta. Lo más probable era que mi madre optara por no despertarme y dejarla ahí. Vi el reloj y casi me caigo de la cama al ver qué hora era. Las 7 am, ósea que había dormido más de 12 horas. ¿Por qué no me habían despertado?

Descansada por las horas de sueño, me fui directo a la ducha. El pie parecía estar completamente sano. Revise la herida, la cual parecía cicatrizar rápidamente, una pequeña línea rosada se extendía por la planta de mi pie y las molestias habían desaparecido por completo. Mientras me vestía mi teléfono sonó.

―Hannia ―era Febe, era extraño que llamara tan temprano, no porque ella no madrugara todo lo contrario. Era yo quien siempre dormía hasta tarde.

―Hola ¿Pasa algo? Es raro que me llames a esta hora ―admití.

―No pasa nada. Quise ver si estabas despierta.  Hoy madrugaste.

―Más bien me dormí temprano.

― ¿Y eso? ¿No hay nada interesante que hacer? ¿Ni tú pueblerino? ―al recordarlo deje escapar un suspiro― Uy ¿Qué fue eso?

―Nada, es un idiota ―soltó una risa ante mi comentario.

La Horma de tus ZapatosWhere stories live. Discover now