Capítulo 16

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Los nervios se apoderaron de Bella conforme se acercaban a la cafetería a pesar de que no paraba de decirse a sí misma que no iba a pasar nada malo, que Alberto la ayudaría y protegería de David. Por muy colegas y socios que fueran, él no iba a dejarla a un lado, Alberto sabía que ella era víctima de malos tratos. Bella nunca lo juzgó por no hacer nada al respecto, después de todo, ella tampoco lo había hecho.

Cuando llegaron al punto de la cita, Bella se asomó intentando no ser vista desde dentro y el corazón le dio un vuelco de la emoción al ver a Alberto allí sentado, leyendo la carta con sus gafas de cerca.

Respiró hondo.

—Irá bien, Bella. Y si, de algún modo, David se entera de que estás viva... —dijo eso último y tuvo que hacer una pequeña pausa, pues se le habían atragantado las palabras y el resentimiento contra aquel hombre había aumentado— no pasa nada, puedes denunciarlo por maltrato, Almudena y Alberto te apoyarán.

Bella asintió y volvió a respirar hondo.

—Siento que tengas que esperar aquí...

—No te preocupes, Bella. Cuando pase todo esto, me invitas a un café y arreglado.

—Todo esto no se paga con un café...

—Es que no tienes que pagármelo, Bella, lo dije para que te quedases tranquila. Hago esto porque somos amigas, los amigos se apoyan en las buenas y en las malas y tú harías lo mismo por mí. ¿O me equivoco?

—No, no te equivocas —respondió la chica sin dudarlo ni un segundo.

—Bien, ahora entra ahí o llegarás tarde a mi cita —dijo antes de esbozar una sonrisa.

—Vale.

Bella asintió de nuevo, respiró hondo una última vez y entró en el local, acercándose rápidamente a la mesa donde estaba Alberto sin que él se percatase del movimiento, pues seguía absorto en la carta.

—Alberto.

El hombre levantó la mirada, confundido; y al verla, sus ojos se abrieron de par en par y su boca formó una "o" grande y perfecta.

—¡Bella! —exclamó, poniéndose en pie, y después la abrazó con fuerza— Dios mío, te he echado muchísimo de menos.

—Y yo a ti, Alberto...

—¿Qué haces aquí? Tu amiga Inés me dijo que quería que hablásemos de ti, pero...

—Lo sé. Prefería hacer las cosas así, pero en realidad tu cita es conmigo.

—Pensé que estarías en la península, en ese internado en el que te metió tu padre.

Bella hizo una mueca.

—Alberto, mi padre no me metió en ningún internado. En todo este tiempo no he salido de la isla.

El ceño del hombre se frunció, pero no pudo preguntar de inmediato, pues en ese momento llegó una camarera con una libretita para tomarles el pedido.

—Buenas tardes, ¿qué les sirvo?

—¿Puede ponerme un té oolong y un sándwich vegetal? Sin atún ni huevo, por favor —dijo Alberto. Llevaba ocho años siendo vegetariano— Y... —continuó, mirando a Bella— ¿tú qué vas a tomar?

—Oh. No, nada, no tengo dinero.

Alberto la miró, confundido, pero luego se centró en la conversación presente.

—No te preocupes, yo te invito.

—No hace falta, no...

—Vamos, pide algo.

EstocolmoWhere stories live. Discover now