CAPÍTULO 11

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Los dos días que teníamos planeado quedarnos aquí ya han pasado, y desgraciadamente, aunque era de esperar, no hemos encontrado nada. Al principio, la esperanza invadió nuestros corazones tras encontrarnos con más de ochenta Will Brooks en Los Ángeles, pero ninguno era el que buscábamos. Nuevamente, parece ser que nos hemos vuelto a equivocar de lugar.

Mi madre empieza a perder la esperanza, algo que pierdo yo de vez en cuando al no obtener el resultado que deseo, pero no se lo permito, al igual que tampoco me lo permito a mi mismo.

«Esto es solo el comienzo», le recuerdo cada vez que el sentimiento de tristeza se apodera de su mirada.

Nadie nos dijo que esto iba a ser fácil, empezamos este camino siendo conscientes de todas las dificultades que pueden desarrollarse con el tiempo. Somos conscientes de que no podemos encontrar la información que deseamos en tan poco tiempo, sin embargo, la fe es lo último en desaparecer.

Mi mirada se fija en el camino que muestra mi teléfono móvil para indicarme el mismo trayecto que seguí el día de ayer. Me encuentro volviendo a un lugar en el que nunca pensé meterme, mucho menos dos veces: un consultorio de tarot y clarividencia.

He ido solo, mi madre perdió las ganas de verlas hace muchos años tras una estafa intentando encontrar ella misma a mi padre. Yo nunca he creído en ellas, siempre he pensado que sus palabras se han tratado de sucias mentiras para robar el dinero de personas desesperadas. Y es verdad, hay gente que se aprovecha de la vulnerabilidad que poseemos las personas en algunos momentos de nuestras vidas. No obstante, ayer tuve la suerte de acabar en las manos de una buena mujer, o por lo menos, eso es lo que he sentido cerca de ella.

Cuando me encuentro delante de la puerta de la casa de la mujer, toco el timbre y espero su respuesta. Ella abre con una amplia sonrisa reluciente.

—¡Edward, qué alegría volver a verte! — exclama la mujer de cabellos negros y ojos grises haciéndose a un lado para dejarme pasar.

—Hola, Emma. Hoy es mi último día aquí, ya sabes, quiero aprovechar antes de irme y no volver a verte.

—Perfecto. Vamos a resolver todas las dudas que tengas, toma asiento.

Me acerco a la sala de estar donde el día de ayer hicimos la sesión, me siento en el mismo sillón mientras espero a que la mujer regrese. Observo el ambiente admirando el misterio que desprende, la sala se encuentra repleta de muebles y objetos oscuros, con funciones que desconozco por completo. Emma vuelve con algunos objetos que ya utilizó durante la sesión de ayer, junto a él, un plato con galletas que difícilmente sostiene con su brazo.

—Eres muy amable, Emma. Estoy muy agradecido —sonrío tras coger una de las galletas que me ofrece antes de sentarse en el sofá de al lado dejando los objetos sobre la mesa.

—Nada que agradecer. Dime, ¿qué quieres que resuelva esta anciana hoy?

—Ayer me comentaste que mi padre se encontraba por el continente Americano, pero no me dijiste específicamente dónde...

Ella sonríe.

—Vamos a ver qué puedo ver por ti —dice mientras su mano se entretiene apartando el collar de plata que cuelga alrededor de su cuello para a continuación esconderlo dentro de su mano. Emma cierra sus ojos mientras con su mano libre atrapa la mía para unirlas. Ante la unión, siento un escalofrío recorrer todo mi cuerpo, ella abre sus ojos rápidamente a los pocos segundos—. Habla hispana. Se encuentra por América Latina, cariño. Tu padre está vivo, no está muerto. Él no está solo... no está solo en ningún sentido.

—¿A qué te refieres?

—No lo puedo ver, pero no está solo, tiene varios acompañantes, espirituales y humanos. Los espíritus están con él, no son de los buenos.

—¿Le están haciendo algo?

—No lo puedo ver, lo siento, Edward. Hay algo que no me permite ver más allá.

Suspiro volviendo mi mirada a su decoración mientras en el entorno se forma un silencio, la mujer aprieta mi mano con fuerza y frunzo el ceño, me hace daño.

—¿Emma?

—Edward, tu entorno...

—¿Mi entorno?

—Es diferente, tampoco estás solo, algo te acompaña por alguna razón...

—¿Cuál?

Ella se queda en silencio y niega.

—Tú eres diferente, tu aura es diferente —tras soltar aquellas palabras, suelta mi mano—. Es como que tienes algún tipo de magia...

—No es la primera vez que me lo han dicho —confieso. Otras videntes con las que ha contactado mi madre lo han comentado, pero nunca hemos confíado—. Mi intuición me decía que debía de ir a Australia, ¿sabe? Pero mi intuición falló.

—Si no tienes entrenada esa magia vas a fallar, siempre se tiene que fallar para aprender, Edward.

—No sé cómo funcionan estas cosas, no me interesan, no creo demasiado en ellas.

Emma se queda en silencio durante unos segundos antes de responder.

—No te puedo obligar a creer, pero opino que podrías utilizarlo para tus beneficios —dice—. Quizá tienes alguna conexión con Australia, debe de haber alguna razón.

—No lo sé, Emma. Fue una ilusión, confié en mi instinto y al final no logré encontrar nada —hago una mueca—. Gracias, Emma. ¿Cuánto le debo?

Ella niega.

—Nada, espero que encuentres a tu padre, Edward, no te rindas. Piensa en lo que te he dicho, de verdad puedes tener alguna conexión con ese país que has dejado atrás —asiento levantándome del sillón mientras escucho sus palabras, puede tener razón. Saco mi cartera y a pesar de su rechazo, le doy dos billetes de 20 dólares—. Oh, Edward. ¡No hace falta!

—Insisto, por favor. Me has ayudado mucho más en dos días que cualquier otra persona.

Ella niega el dinero, pero tras mi insistencia, termina accediendo al dinero. Se lo merece, realmente lo hace, ha conseguido devolverme una pizca de esperanza.

Al salir de la casa de la mujer, cojo el móvil para hacer una llamada a mi madre, pero primero me paro a ver la barra de notificaciones.

Siete mensajes de Coco.

Un mensaje de un número desconocido.

Como la última vez, atrapado por la curiosidad decido entrar al mensaje cuyo número desconozco.

De: Número desconocido.

Para: Edward Brooks.

Tengo información que te puede interesar.

SECRETS. NJALO #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora